Justicia a la carta
Freddy Sánchez jueves 19, May 2022Precios y desprecios
Freddy Sánchez
“En la cárcel se conoce a los amigos”, reza un dicho. Aunque la verdad es que el dinero suele ser el único amigo en las cárceles.
Una vieja inmoralidad que salta a la vista de los internos y custodios, pudiendo ocultarse cuando hay visitas especiales en un penal.
Qué tanto entonces pudo revelarse de lo que realmente pasa en Santa Martha Acatitla, (cárcel de mujeres), en presencia del ministro presidente de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar, el día de su visita.
El motivo de la cual, entre algunos observadores dejó más dudas que certezas.
Y es que para conocer lo que sucede en una prisión, lo menos recomendable para un visitante que ostenta alguna jerarquía oficial es que anuncie que va a ir, pensando que lo que encontrará es lo que sucede comúnmente en un reclusorio.
Nada más apartado de la realidad, puesto que lo que habitualmente se hace en torno a la presencia de un personaje público, es lo mismo que haría una anfitriona en espera de invitados recurriendo a “limpiar la casa”.
Como quiera que sea lo que las internas de Santa Martha hayan querido decirle al ministro Zaldívar le permitirá tener la información indispensable para confirmar que al igual que en otras estancias carcelarias hay infinidad de casos de abuso a los derechos humanos, abulia administrativa para ventilar con fluidez los procesos legales y la consabida práctica de conductas dudosamente honradas que inciden en hacerle más fácil o difícil la vida en prisión a los y las internas.
Un mal que data prácticamente desde “la prehistoria” de la reclusión para las personas que llegan a cometer alguna conducta tipificada como delito y debido a ello, casi invariablemente padecen toda clase de abusos, en tanto se los juzga y condena lo que puede tardar mucho tiempo.
En ese tenor es de mencionar que constitucionalmente existe una norma que le pone límite de un año al procedimiento procesal para dictar una sentencia, lo cual se anula por lo regular a petición de los acusados de delito, cuya representación legal pide más tiempo para el desahogo de pruebas.
Así las cosas, la vida interna en una cárcel se torna en una vivencia dolorosa para quienes no cuentan con el dinero que permite tener menos contacto con todo aquello que dificulta vivir medianamente tranquilo durante un periodo de reclusión.
El hacinamiento al que se somete a los reos menos favorecidos económicamente, además de la imposición de tareas incómodas y humillantes, uno supondría que hace muchos años ya no sucede en los reclusorios, pero entre quienes cuentan con familiares en prisión sigue siendo tema de inconformidades lo que se relaciona con la política interna de los penales donde el que paga más vive mejor y el que no paga sufre como el que más.
Para qué pues pudo servir la visita del ministro presidente de la Suprema Corte, en aras de corregir lo que no pudiera estar funcionando como es debido en Santa Marta Acatitla, siendo que lo que ocurre en las cárceles es ajeno a lo que se puede componer desde una instancia de administración de la Justicia.
La respuesta podría darla el hecho de que las denuncias sobre malo manejos carcelarios, viniendo de altas esferas del poder institucional, obviamente, son más escuchadas que las que se hacen entre los afectados y sus parientes.
Es de desear por ello, que Arturo Zaldívar censure y exija los cambios que hacen falta en la procuración y administración de la justicia para darle mayor agilidad y certeza a los procesos penales, además de limpiar de lacras las prisiones, nulificando todo manejo faccioso de los instrumentos legales a servicio del mejor postor como si existiera una justicia a la carta.