Una catástrofe aérea
Alberto Vieyra G. miércoles 18, May 2022De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Era la tarde del 30 de julio de 1987, cuando el viejo cuatrimotor de carga, un bombardero de la Segunda Guerra Mundial, despegaba del Aeropuerto de la Ciudad de México, Transportaba 18 finísimos caballos y por más que el piloto buscaba elevar la nave, ésta se impactaría en un edificio y arrasaría con varias casas dejando un saldo de más de 50 personas muertas a la altura de la llamada Colina del Perro, donde José López Portillo tenía su residencia y por poco arrasaría con la histórica casa que perteneció a Pedro Infante a orillas de la carretera México-Toluca.
Desde entonces, esa catástrofe aérea que de haberse producido unos cuantos kilómetros antes, habría sido mucho más mortífera, encendería las alarmas para que el viejo aeropuerto de la Ciudad de México el Benito Juárez, inaugurado el 15 de mayo de 1931 hace casi un siglo, fuese reubicado a la brevedad posible porque significaba desde entonces una bomba de tiempo.
Desde entonces se pensó reubicar al Benito Juárez en Texcoco, hasta que, en el 2001, Vicente Fox intentaría construir el nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en el municipio texcocano, pero se encontró con que más de 43 mil hectáreas eran propiedad del obispo de Ecatepec, Onésimo Zepeda, amén de que los ambientalistas pegarían el grito en el cielo porque la terminal aérea arrasaría con ese vestigio histórico acabando con flora y fauna.
El entonces titular de la Secretaría de Comunicaciones y Transporte Pedro Cerisola, diría que los patos y demás aves no significarían ningún problema para los aviones, pues las aves acuáticas se llevarían de a cuartos con los pilotos y los aviones.
El PAN no pudo convencer a Onésimo Zepeda ni tampoco Vicente Fox y el aeropuerto de Texcoco aborto. Se impuso la mitra católica.
Llegaría Enrique Peña Nieto y éste sí se arregló con las sotanas, las menganas y las perenganas y cuando el Nuevo Aeropuerto de Texcoco llevaba un avance del más del 30%, arribó a la silla presidencial Andrés Manuel López Obrador, quien para justificar la cancelación del Aeropuerto de Texcoco hablaría de una monstruosa corrupción y que la terminal aérea que pondría a México a la altura de los países de primer mundo tendría un costo de 400 mil millones de pesos, pero resulta que su cancelación se convertiría en el primer desastre para los mexicanos en el régimen de AMLO y optaría por la base militar de Santa Lucía que le ha costado a México poco más de 450 mil millones de pesos bautizándolo pomposamente como el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles.
El Aeropuerto Felipe Ángeles, para cuya puesta en marcha se daría un rediseño del espacio aéreo, ya que entre el Benito Juárez y el Felipe Ángeles hay menos de 60 kilómetros de distancia y las leyes internacionales no lo permiten por el grave peligro que representa la reducción del espacio aéreo.
¿Por qué hago historia? Mire usted.
Hace un par de semanas se volvieron a encender las alarmas en el Benito Juárez que estuvo a punto de otra catástrofe aérea, de no haber sido por la pericia de los pilotos que abortaron los aterrizajes para no impactarse sobre otros que esperaban en la pista.
El gobierno de AMLO le echó la bolita a los controladores, pero estos, con miedo responden que el rediseño del espacio aéreo es un peligro latente para otra catástrofe, mientras que la mayoría de los pilotos, incluyendo de las líneas internacionales hablan de que entrar al espacio aéreo de la Ciudad de México representa para ellos un miedo monumental, no sólo por el alto grado de contaminación atmosférica sino por la reducción del espacio aéreo. ¿Estará lejos el día en que estalle esa bomba del tiempo y todo por el capricho de AMLO?