Las verdades del Presidente
Armando Ríos Ruiz viernes 13, May 2022Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Alguien dijo que el Presidente de México nos ha engañado con la verdad. Yo complementaría diciendo que la frase es correcta, pero únicamente para los chairos, para los que creen a ultranza en él. Para los que no son capaces de analizar sus dichos. Para los que se muestran como en un estado de enajenación sublimada por la inconsciencia. Con una compulsión proclive a su figura.
Para el resto es un mentiroso enfermizo, con propensión a decir las mentiras como si todo mundo fuera como los anteriores. Sin importar que su padecimiento sea demasiado notorio o sin darse cuenta de que lo es para quienes pueden advertir en él una enfermedad peligrosa.
Seguramente, él mismo creyó una especie de gracia divina, eso que alguien dijo, de que engaña con la verdad y por ello, ha dado en decir verdades que son una real afrenta y un enorme riesgo para los mexicanos, porque envuelven una amenaza que no se cierne, sino que se ha hecho realidad en la vida de nuestro país, que cada día ve más lejanas las soluciones de sus males.
“De lo único de que se puede dudar es de que dudamos. Por ende, si dudo, mi pensamiento existe y yo también”, razonaría el filósofo francés René Descartes. “Je pensé, donc je suis”, en francés. O en latín: “cogito, ergo sum” y en español: “pienso, luego soy”. Insisto, esto no sirve para los enamorados seguidores del Presidente, que viven en el limbo, en espera de las mañaneras.
Estos no piensan, por lo tanto, no existen, salvo para los fines aviesos que pudiera poner en práctica el maestro y guía. Muchos han elucubrado que la oferta de trabajo a médicos cubanos, que aquí sobran en número multiplicado, no es para ese tipo de profesionales, sino para profesionales de la guerra que pueden someter a la población en tiempos electorales y en cualquier otro momento. Es decir, no se trata meramente de médicos, sino de soldados entrenados para menesteres muy importantes en manos de la dictadura.
Como si previniera hoy que mañana el pueblo pudiera revelarse y enarbolar una guerra contra él y contra su cuatroté, para sostener su presencia en la Presidencia, sus ocurrencias, sus constantes dislates, su visión destructora de país y todo lo que conlleva su presencia en el cargo más importante.
Valga lo anterior para aludir a su más reciente declaración, aberrante, desesperanzadora y caja fuerte de una verdad aterradora, por hechos en Michoacán: “cuidamos a los miembros de las bandas. Son humanos”. Tiene muchas traducciones, todas malas. México tendrá que perder la esperanza de vivir en paz y más que eso, a merced de la delincuencia. La expresión sepulta la esperanza de que el crimen, como en cualquier país, sea perseguido y diezmado.
La expresión condena a México, a sus habitantes, como ya ocurre en muchos estados, lleno siempre de terror, sumiso, sin libertad, compartido con quienes hacen justicia a su manera muy especial, con el rifle en la mano y la soga para colgar de los puentes a los desobedientes.
Es complemento de que hay que dar abrazos a quienes responden con balazos. Por ello, a una distancia de tres años y meses, la delincuencia se disparó, aunque canse repetirlo, a niveles insospechados.
Abundó: “Cuidamos a los elementos de las fuerzas armadas, de la Defensa, de la Guardia Nacional, pero también cuidamos a los integrantes de las bandas, son seres humanos. Esta es una política distinta, completamente distinta”.
Ni siquiera necesita decirlo. En estas condiciones, el Ejército ya no sirve para sus quehaceres de salvaguardar la vida de los mexicanos o de garantizar la seguridad interior. Eso, quizá después, pero en defensa del tirano. Hoy debe cumplir tareas de constructor, de administrador y muchas otras.
¡Qué forma de justificar la vergüenza que evidencia el video en el que se ve a un convoy del Ejército, perseguido por gente armada en siete camionetas, en Nueva Italia, Michoacán! Es un hecho que ya no hay remedio para este país en materia de seguridad y en cualquiera otra. ¿Eso quieren los chairos?