Un INEC de pillos
Freddy Sánchez jueves 12, May 2022Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Cambiar al Instituto Nacional Electoral o sólo cambiarle el nombre.
Qué exactamente es lo que hace falta para que los procesos electorales en México estén en manos confiables.
Porque lo que en verdad importa a la democracia es que ésta sea digna de confianza.
Y por tal razón, la reforma electoral que propone el gobierno en turno debe acreditar sin lugar a dudas que lo que se pretende es justamente que nadie desconfíe de las elecciones para que los representantes populares puedan actuar con absoluta legitimidad.
En ese aspecto, es preciso considerar qué tan indispensable es eliminar al INE pensando en crear un nuevo instituto que mejore la calidad de los procesos electorales, ofreciendo mejores garantías de autonomía e imparcialidad respecto a lo que actualmente ofrece el Instituto Nacional Electoral.
En aras de abonar a la discusión convendrá recordar lo que el Presidente dijo sobre los comicios de mitad de sexenio con motivo de la renovación de la Cámara de Diputados entre otros puestos electorales en el país, manifestando que el resultado fue histórico, limpio y libre.
Bajo esta perspectiva cualquier podría pesar que el INE no necesita ser eliminado, sino reestructurado para que si algo no funciona del todo bien se proceda a sustituir solamente lo que vaya en contra de elecciones más confiables y libres de sospecha alguna de manipulación.
Y en ese contexto hay que evaluar si efectivamente un nuevo método para proponer y nombrar a los futuros consejeros electorales, realmente ayudará a incrementar la confianza en las decisiones del instituto siendo el que actualmente existe o el que lo pudiera sustituir.
Porque a fin de cuentas lo que debe incentivar una reforma electoral que proponga sustituir al INE tiene que ser la plena garantía de que nada ni nadie lo podrá manipular para realizar elecciones a modo de determinados intereses políticos electorales sean estos los del gobierno federal o de adversarios de la 4T.
Bajo esa perspectiva se antoja fundamental que el reemplazo de funcionarios a cargo del instituto que se tiene actualmente o el que pudiéramos tener, se deslinde al máximo posible de cualquier nexo con maliciosas injerencias externas en asuntos electorales.
Por lo que a los consejeros se refiere, es de señalar que si los electores los nombran para el cargo como sucede con otros representantes populares lo indispensable es evitar que se repita la misma historia de que los candidatos son propuestos por instancias con evidentes intereses electorales en el país.
Y por eso mismo se podría convocar a los ciudadanos a someterse al voto popular, previa selección de candidatos civiles sin relaciones directas con partidos políticos, instituciones gubernamentales, organismos empresariales corporativos o grupos de dudosa conducta honorable.
Que los futuros consejeros no sean pues, previamente candidatos impuestos conforme mejor convenga a ciertos grupos de poder que, obviamente, ya que los electores voten por tales o cuales consejeros, sintiéndose como sus “verdaderos patrones”, se aprestarían a decirles qué hacer y no hacer en favor o en contra de ciertos propósitos políticos electorales.
Algo semejante a lo que suele ocurrir con los legisladores, (si no todos, algunos o muchos diputados y senadores), cuyas decisiones camarales parecieran ser dictadas en los centros de poder político partidistas sean o no de los alineados con el gobierno.
Así que en cualquier cambio de consejeros, magistrados y ministros que puedan intervenir en las elecciones, y la sustitución de instituciones encargadas de estos asuntos, lo más conveniente es que esas funciones las asuman ciudadanos probadamente independientes. Cómo lograr que eso suceda lo tienen que acordar los representantes populares responsables de legislar la reforma electoral. Y no mediante una decisión unilateral sino de consenso para que como parte de los cambios a realizar si fuera menester se forme un nuevo instituto electoral mejor que el actual y no un INEC de pillos.