De Reyes Heroles a AMLO
Alberto Vieyra G. martes 3, May 2022De pe a pa
Alberto Vieyra G.
En las elecciones presidenciales de 1976, José López Portillo ganó por el PRI como el Llanero Solitario, la Presidencia de la República sin tener contendiente, pues el PAN que era la única oposición que todavía no cuajaba y se desgastaba en un divisionismo interno, el Partido Comunista Mexicano postularía al mítico líder obrero Valentín Campa, quien obtuvo casi 1 millón de votos como candidato presidencial independiente, que debieron ser anulados, se creó un problema de legitimidad que, como nunca, evidenció una crisis de representatividad que puso en tela de juicio el modelo democrático contemplado en la Constitución y en el discurso oficial.
Fue entonces como el tuxpeño Jesús Reyes Heroles, Reyes Herodes le apodaban, empujó la reforma político-electoral de 1977 que marcaría el fin de la hegemonía priista para transitar al México del pluralismo político.
Por aquellos años los grupos subversivos que conocimos después como guerrilla habían sentado sus reales en Estados como Nuevo León, Guerrero, Oaxaca y Estado de México.
México era una olla de presión a punto de estallar con guerrilleros como Lucio Cabañas, Genaro Vázquez y tal y tal, era urgente abrirle a la presión a ese caldero político.
Se otorgarían registros políticos a esas organizaciones que pululaban en la clandestinidad y se elevaba la Cámara de Diputados de 300 a 400 diputados, 100 de ellos por la vía plurinominal, es decir los premios de consolación a la chiquillada partidista para que el PRI dejará de ser un partido sobrerrepresentado en el Congreso.
En 1979, al celebrarse las elecciones intermedias para renovar la Cámara baja, se cosecharían los primeros frutos de la reforma promovida por el ideólogo priista, Jesús Reyes Heroles y la Cámara de Diputados quedaría integrada como sigue: El Partido Revolucionario Institucional recibió el 69.84% de los votos (le correspondieron 296 diputados) y perdió, en manos del Partido Acción Nacional, cuatro diputaciones de mayoría relativa. Este último obtuvo 10.79% de los sufragios, lo que se tradujo en 42 diputados plurinominales, siguiéndole el Partido Comunista Mexicano con 4.97% (18 diputados); el Partido Popular Socialista con 2.59% (12 diputados); el Partido Socialista de los Trabajadores con 2.12% (12 diputados); el Partido Demócrata Mexicano con 2.05% (10 diputados); y, por último, el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana con 1.81% (10 diputados).
Para la XLIII legislatura, producto de una nueva reforma electoral, la Cámara de Diputados se integraría por 500 curules y el Senado de la República por 64 senadores, dos por cada estado, la mitad electos por 3 años y la otra mitad por 6 años.
Hoy, cuando AMLO busca controlar al aparato electoral de México para perpetuarse en el poder anuncia, que como parte de su reforma electoral será la desaparición de los 200 diputados plurinominales con lo cual, según él, busca instituir en México una democracia barata que nos podría salir muy cara, pues la inmensa mayoría de organizaciones políticas muchas de ellas llamadas asociaciones civiles, podrían convertirse en potenciales guerrillas que reclamarían sus cotos de poder. ¿Se imagina usted a los actuales diputados y senadores plurinominales sin el hueso legislativo? Seguramente los veríamos con un fusil o un cuerno de chivo en manos.
La reforma electoral de AMLO, como está no será aprobada ni yendo a bailar a Chalma, es una nueva forma de control político, pero al más puro estilo del comunismo que privilegia la ignorancia y la pobreza de los pueblos.
Aparejado con ello, AMLO busca dar un revolcón al modelo educativo nacional desapareciendo la primaria, secundaria, preparatoria y todo con fines ideológicos comunistas. En fin, la reforma electoral de AMLO se presenta como otro maldito opio del cual le hablaré mañana.