Puntos y comas
Alberto Vieyra G. miércoles 20, Abr 2022De pe a pa
Alberto Vieyra G.
En México impera el odio y el encontronazo político, impera la ley del todo o nada. ¿Por que el bloque opositor derrotó a AMLO y Morena? ¿En dónde están los enemigos reales del Presidente de la República? ¿La derrota político-legislativa más estrepitosa que sufre AMLO durante su larga trayectoria como mercenario del poder y la “pureza democrática”, es el principio del fin de Morena y el comienzo de un equilibrio de poderes en México? ¿Qué nos dicen los infames puntos y comas dictatoriales que derrotaron a AMLO? Veamos: Los puntos y comas que derrotaron a AMLO son la inconfundible lectura de un régimen dictatorial amante del todo o nada, enemigo del diálogo y los acuerdos. La política es concertación, es arte y ciencia de lo que carece el regresivo régimen de AMLO.
¿De qué sirvió el Parlamento Abierto organizado por el gobierno y su partido, a caso para la simulación?
En la reforma eléctrica de AMLO no se incorporó ninguna de las propuestas del Parlamento Abierto y prevaleció siempre el principio dictatorial de que a su iniciativa de ley no se le cambiaría ni un punto ni una coma. En el pecado llevó siempre la penitencia y lo mismo ocurrirá con la pomposa reforma electoral que planea mandar al Legislativo, lo cual le augura desde ahora otro sonoro revés político.
Sí, la derrota político-legislativa de AMLO no fue del bloque opositor PRI, PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, fue la derrota de su adversario político que reside en Palacio Nacional y para más señas se llama Andrés Manuel López Obrador. El peor enemigo de AMLO es él mismo.
Él sabía que sin diálogo, sin acuerdos, ni consensos, ni nada ortodoxo, sino a través del odio, del encontronazo y la descalificación de sus opositores no podría lograr que su reforma eléctrica llegara a buen puerto. Estaba condenada a morir y murió el Domingo de Resurrección.
¿A sabiendas de que sufriría una vergonzosa derrota, por qué no la retiró en lugar de sufrirla? Bueno, muy simple. AMLO es experto en construir retóricas populistas que le dieron mucho éxito cuando era candidato presidencial y sigue creyendo que por la vía del encontronazo se eternizará en el poder, sólo que ahora haciéndose la víctima y exhibiendo a sus opositores como traidores a la patria y al servicio de “empresas trasnacionales que han saqueado y robado a México”. Esa infame retórica le ha redituado políticamente, pero con la derrota del pasado domingo ya puede ir dando por concluido su aberrante sexenio de los “abrazos y no balazos”, pues el equilibrio de poderes en la Cámara de Diputados estará ahí mientras él opte por la política del todo o nada y de los dictatoriales puntos y comas que lo exhiben como un autócrata del poder.
Se antoja imposible que con esa “mística política” del encontronazo y del cero diálogo pueda llevar a cabo alguna otra reforma en la que esté de por medio la Constitución que para reformarla requerirá de 334 votos en Cámara de Diputados y 85 en el Senado de la República. Así las cosas, AMLO debe dar por concluido su sexenio, a menos que algún mágico psiquiatra lo convenza de que él no tiene la mayoría legislativa para reformas constitucionales y que para lograrlo, tendrá que dialogar, concertar y hacer cambalaches en los inconfesables acuerdos en las catacumbas del poder, como aquél acuerdo con Enrique Peña Nieto, quien le garantizó 10 millones de votos para que fuera Presidente de la República a cambio de impunidad.