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¬ Augusto Corro miércoles 30, Mar 2022Punto por punto
Augusto Corro
No tiene fin la historia de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. Desde septiembre de 2014 a la fecha, se realizan investigaciones para saber del paradero de 43 jóvenes. El secuestro colectivo se llevó a cabo en la noche del 26 y madrugada del 27, en Iguala, Guerrero.
Al iniciarse las investigaciones, éstas se enrarecieron porque el gobierno trató de evitar que se hablara del involucramiento del Ejército. Las autoridades optaron por hacer su propia crónica de lo registrado en Iguala y todo lo enredaron.
Los padres de los estudiantes desaparecidos se unieron para exigir justicia. Aún no lo logran. El presidente López Obrador se comprometió a dar a conocer lo que sucedió con los jóvenes normalistas.
El asunto vuelve a tratarse porque en el nuevo informe de los investigadores se señaló que la Marina de México fue parte activa en la manipulación y ocultamiento de pruebas, en la investigación posterior a la desaparición de los estudiantes, así como en la construcción de la versión oficial del gobierno de entonces, que resultó ser falsa.
Los expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) presentaron, en el citado informe, que se basa en documentos y videos militares y de inteligencia que estuvieron ocultos durante seis años.
Explicaron los investigadores que marinos estuvieron operando en el basurero donde el anterior gobierno dijo que los estudiantes habían sido incinerados horas antes de que el lugar fuera acordonado y sin que esas actividades quedaran registradas en el expediente del caso. También indicaron que el Ejército realizó investigaciones que no compartió y conoció en tiempo real mensajes del crimen organizado sobre el paradero de algunos estudiantes.
¿Hasta cuándo se conocerá la verdadera historia de lo ocurrido a los normalistas? Nadie sabe.
¿Usted qué opina amable lector?
Las masacres
Las masacres en Michoacán son el reflejo de la pasividad de las autoridades para combatir la delincuencia organizada.
Los hechos registrados, el domingo en la noche, en Zinapécuaro en el que perdieron la vida veinte personas vienen a confirmar que la violencia crece en la entidad.
Las matanzas entre bandas enemigas tienen atemorizada a la población, pero las autoridades dicen que se trata entre pleitos de grupos. En esas condiciones, cada hecho sangriento es olvidado inmediatamente. Todo mundo sabe que en la guerra por la zona participan el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), La Familia Michoacana, etc. Sin embargo, no hay detenciones de los jefes narcos ni de sus sicarios que participan en los enfrentamientos.
En una de las masacres recientes, ocurrida en San José de Gracia, un grupo de narcos irrumpió en un velorio y se lió a tiros con sus adversarios.
Presuntamente fueron asesinadas 17 personas. No se localizaron los cadáveres. Sin embargo, la Fiscalía michoacana halló sangre de 11 perfiles genéticos distintos. El 14 de octubre de 2019, trece policías estatales fueron asesinados por un grupo al servicio del CJNG, en el municipio de Aguililla.
Varios de los cuerpos quedaron calcinados, luego de que los delincuentes les prendieron fuego junto con las patrullas.
Se trató de una emboscada en Aguililla, lugar donde nació Nemesio García (a) “El Mencho”, el narco más buscado en México.
El 1 de noviembre pasado, once personas fueron asesinadas a tiros. Los cuerpos sin vida fueron localizados en un predio de Tarecuato, municipio de Tangamandapio.
Entre las víctimas había seis adolescentes.
Las masacres, como las registradas en Michoacán, ocurren en varios estados. En la mayoría está la presencia de la delincuencia organizada.
Aunque las autoridades ya se acostumbraron a declarar que se trata de pugnas entre grupos por las plazas, la población difícilmente se acostumbrará a la violencia.
La delincuencia organizada se encuentra tranquila con la política del gobierno federal que se pronuncia por los “abrazos y no los balazos” para combatirla.
¿Se trata de una guerra sin fin? Es posible.
¿Usted qué opina amable lector?