AIFA: fiesta de un sólo día
Armando Ríos Ruiz viernes 25, Mar 2022Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Fiel a su pergeño, el Presidente se fabricó un día dedicado a él, con la inauguración de un aeropuerto construido menos que a medias, que le acarreó discursos de algunos gobernadores de la oposición halagadores, al grado de semejar buscadores de alguna ocupación para cuando dejen el cargo. Quizá una embajada en cualquier lugar de América Latina.
Pero la fiesta duró un sólo día, lo mismo que los halagos lisonjeros, que no cuadran en nada con la realidad. El aeropuerto, pese a las alabanzas de propios y extraños, no deja de ser lo que realmente es: una remodelación del que hizo construir Miguel Alemán y que se inauguró el 24 de noviembre de 1952. Para nada, el que describieron los entusiastas aplaudidores del Presidente, ni él mismo: uno de talla internacional, pero a la vista, con todas las deficiencias y carencias.
Nadie mejor que su alumna preferida, Claudia Sheinbaum, para describir con exactitud el aeródromo, con la frase: “El AIFA es la esencia de la 4T. ¡Nada más cierto! Es el remozamiento de uno que ya usaba el Ejército, con cero parecido a los mejores del mundo, como hubiera sido el que enterró en Texcoco, con el concurso de apenas algunos acarreados que votaron para exterminarlo. Si el de Santa Lucía está en la medida de los mejores, entonces es un hecho, una verdad de Perogrullo que, quien lo dice no conoce los grandes del mundo ni en fotografía o se dedica a insuflar el ego de una persona proclive al reconocimiento vano, a la lisonja, al agasajo vacío, superficial.
El aeropuerto se llenó de gala con los acarreados y con invitados que sabían que iban a lanzar al viento muchas palabras de alabanza. Con muchos trabajos, también curiosos arribaron al lugar, más que nada a conocerlo y para desencantarse, de acuerdo con grabaciones que han aparecido en las redes sociales.
El Presidente anunció traslados en helicóptero e inclusive invitó a la ciudadanía a llegar en estos aparatos, cuyo precio rebasa los 40 mil pesos desde el centro de la ciudad, que ni Obama podría pagar. Habría que ser miembro distinguido de la 4T para contar realmente con ese privilegio. Los pobres de la Ciudad de México tendrían que tomar un camioncito y hacer varios transbordos para perder todo el día en arribar.
La señora Sheinbaum dijo: “Frente al negocio, el privilegio y la entrega de nuestros recursos para el beneficio de unos cuantos, se antepone la aportación a la nación a partir de un proyecto racional, coherente, para el desarrollo urbano, económico y la protección de los recursos naturales con visión de futuro y con bienestar para el pueblo”.
Un taxista me dijo en una ocasión: “a mí me vale el aeropuerto de Texcoco y el de Santa Lucía. Al cabo que yo no viajo. De manera que la elegante frase sale sobrando. Nada tiene que ver con el pueblo.
Los gobernadores de la oposición que esperan en la antesala de las embajadas, se comportaron como aspirantes a ser los elegidos, una vez que concluyan su mandato. Acudieron con el discurso en la mente, con el propósito de incrustar cada palabra en la cabeza del mandatario y así ganar su sonrisa, preludio de un cargo a posteriori que les evitaría el ostracismo.
El priista Omar Fayad, gobernador de Hidalgo, dijo que quisiera felicitar el esfuerzo del gobierno de México para terminar una obra de estas dimensiones en tan corto tiempo, apegada a los principios de austeridad y de funcionalidad en beneficio de los mexicanos. ¡Vaya! En beneficio de los mexicanos que no viajan.
¿De veras son capaces de creer sus palabras? El mexiquense y priista Alfredo del Mazo manifestó que se trata de una obra de calidad mundial, eficiente y sustentable, construida sin endeudamiento y en tiempo récord gracias a la responsabilidad, capacidad y compromiso del Ejército mexicano”.
Pero Mauricio Kuri se voló la barda con todas las falsedades que expuso al aseverar que vio un aeropuerto digno. Del mismo modo que miles vieron otra cosa. No hay medios de transporte para llegar. No hay hoteles dónde pernoctar. No hay restaurantes. Perdón, olvidé las tlayudas.