El ego inmenso de un político
Armando Ríos Ruiz miércoles 23, Mar 2022Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Al Presidente no lo conmueve nada. Salvo sus dichos de combatir la corrupción y la pobreza, promesas que se evaporan en el aire de sus mismas palabras. El mundo rueda y México arriba de él, con una carga de problemas que cada día se agravan y que acumulan más fuerza, sin que nadie se proponga acabar con ellos, como correspondería a un mandatario responsable.
Lo único que importa es el aplauso y el reconocimiento a la persona. Que un grupo de mexicanos diga que jamás habíamos tenido un Presidente de la talla del actual, en ese mundillo bizarro, convertido en el escenario más valioso para los dos bandos: el que detenta el poder y el que vitorea cada actitud, así se trate de la más nefasta, nociva u opaca.
El Presidente aceptó que dejó ir al hijo de “El Chapo” Guzmán, porque, adivino, aseguró que hubiera costado la pérdida de 200 vidas. La búsqueda y captura, obviamente se realizaron con su anuencia. Luego, urgido a meterse en todo, porque es experto en todo, como quiere presumir, no tuvo ni siquiera idea remota que esos operativos se realizan en horas convenientes, en las noches o en las madrugadas, precisamente para evitar lo que después inventó como pretexto.
Sus funcionarios son iguales porque conviene serlo. Copian sus dichos y sus respuestas y eso les reditúa intereses muy altos. Esa es la moderna forma de hacer política. No dan el mínimo resultado y eso les ha acarreado el mote de “floreros”. No hace falta competencia, inteligencia, preparación, experiencia. Basta con emular al jefe, quien acepta ese hecho como lisonja y lo goza con éxtasis.
A veces, los males se repiten tanto, que la gente se acostumbra a ellos. Los políticos encumbrados y faltos de sensibilidad son quienes menos los resienten y los dejan correr, pese a que hagan el mayor daño imaginado. Actualmente ocurre que las muertes de niños y en general, de la población por falta de medicinas, sólo causan estragos en los familiares cercanos. El resto absorbe una conducta indolente, mientras el hecho no toque a sus seres queridos.
Los aduladores del mandatario le perdonan todo. Su visión es tan corta o su necesidad tan grande, que no ven en su ademán, en su sonrisa sarcástica, en sus movimientos, las verdades que su lenguaje corporal anuncia. La inauguración del nuevo aeropuerto, aún con múltiples carencias, de veras difíciles de resolver, le devolvió una sonrisa franca. Necesitaba escuchar las frases aduladoras de sus cercanos para olvidar sus resabios contra los enemigos que diario inventa. Y contra las verdades que le publican, distantes de su realidad.
Entre sus colaboradores no existe la eficiencia. Nadie ha hecho algo digno de alabanza. No obstante, los “floreros” se tiran a matar internamente. Están a la greña siempre, ante la mirada impasible del jefe, que tal vez debe gozar esos hechos por estar constituido con los mismos elementos que mueven al pleito. Alguien dijo en una ocasión que él mismo semeja al bravucón del barrio, en busca siempre de iniciar una riña. Y lo demuestra cada mañana.
Hoy mismo existe uno entre su fiscal General Gertz Manero, su presidenta del Senado Olga Sánchez y su ex consejero, Julio Scherer. El último afirmó que los dos anteriores emprendieron una persecución “perversa” en su contra con el afán de manchar su nombre.
El Presidente se desmarcó. Restó importancia al conflicto y dijo que está centrado en otros asuntos. Lo sabemos. Lo importante es, desde luego, la inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles y algo que realmente mueve sus sentimientos hasta lo más profundo de su corazón: la Revocación de Mandato que él mismo ha promovido, ya a la vuelta de la esquina.
¡En la vida de México, esto es lo que más importa! Lo demás, la multiplicación de los grupos delictivos hoy por los cielos, los imparables feminicidios, la economía por los suelos, la misma corrupción, bandera principal del presente sexenio, la pobreza y todos los asuntos fuertes, son lo de menos. Nada es más trascendental que alimentar el ego.