Operación electoral a la antigua
Ramón Zurita Sahagún domingo 13, Mar 2022De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Es cierto que lo que falta en las campañas políticas son actores electorales, personajes expertos en el diseño de campaña y captación de votos. Que conozcan y sepan la forma de actuar en contingencias y definan estrategias.
Pocos son los que saben o tienen la capacidad para actuar así. En la actualidad hay quienes guardan esa fama, pero lo hacen al viejo estilo, algo que ya no conecta con la realidad actual.
Creen que la operación electoral es como en los viejos tiempos, donde se formaron leyendas sobre el tema y se aseguraba que eran elecciones fraudulentas en las que participaban esos personajes.
Hubo de todo en el pasado, desde expertos en elecciones como Luis del Toro Calero y Antonio Cueto Citalán, que ganaron fama por lo burdo de su trabajo y las huellas dactilares que dejaban en el trabajo realizado.
Fueron los creadores de las llamadas operación tamal ratón loco y varias más, pero llegaban al extremo de sustraer urnas y rellenarlas antes de que se abriera siquiera la casilla electoral.
Salieron a la luz pública otros más sofisticados que si hacían el trabajo encomendado como César Augusto Santiago y Amador Rodríguez Lozano, incorporando nuevas técnicas y aportando innovaciones al trabajo electoral.
Los partidos dejaron atrás los burdos trabajos y pasaron a uno más sofisticado, donde ahora, las redes sociales y la tecnología juegan un papel principalísimo.
Ahora la estrategia electoral ya no pasa por políticos de peso que imponían sus aportes, sino que se maneja a través de otras vías, donde el político casi no participa.
Y es que las campañas electorales requieren de una serie de personajes especializados en diversas áreas con los que se conforma un cuarto de guerra y se toman decisiones en conjunto, aunque no estén de acuerdo todos.
Del “cuarto de guerra” depende en mucho el triunfo o derrota electoral, aunque la realidad nos enseña que los candidatos y no los partidos son lo que más aportan a una competencia electoral.
Depende de ellos la frescura que aporten, el nombre que porten y los antecedentes que tengan en materia de simpatía, empatía, calor humano y acercamiento con la gente.
Nadie, salvo dos personajes, tal vez, pueden decir que ganaron sus actuales cargos de elección popular por su sólo nombre y lo que prometían: Andrés Manuel López Obrador y Cuauhtémoc Blanco Bravo. Los demás han tenido que conjuntar todos elementos necesarios descritos anteriormente.
Por eso llama la atención poderosamente que los partidos se empeñen en enviar a los estados con elección a personajes con una pesada carga de antecedentes que podrían poner diques a sus posibilidades de victoria.
Dentro del PRI los nombres de José N. Murat y Miguel Ángel Osorio no concitan a nada y por el contrario pueden causar una reacción contraria a la que se busca.
El PRI recurre a estos “dinosaurios” que son parte del rechazo que actualmente se tiene hacia ese partido y que lejos de abonar puede causar desconsuelo en los votantes.
Un Osorio Chong que se sintió desilusionado por no ser el candidato presidencial del PRI en la pasada elección y un Murat que mantiene diferencias con muchos de sus compañeros de partido.
Alejandro Moreno Cárdenas (Alito) sabe que el PRI pasa, tal vez, por la última oportunidad de reivindicarse y tratar de sobrevivir, si es que gana algunos de los seis estados en competencia y solamente en dos guarda esas posibilidades con sus candidatos que son parte de una alianza que conforma con PRD y PAN.
Hidalgo y Durango, pueden ser la última llamada para el priismo y deben poner especial atención en las campañas de sus candidatos y evitar todo tipo de fricciones o fracturas.
De los otros cuatro estados se pueden despedir desde ahora, ya que o gana MORENA o gana la alianza con el PAN y PRD, pero con candidatos del PAN.
Los priistas hacen su última apuesta, ya que de perder las seis elecciones y no ganar siquiera una de las que pone candidato y es respaldado por los otros dos partidos, poco es lo que podría aportar en una campaña presidencial, en la que tampoco se advierte que cuente con posibles candidatos que representan una buena cantidad de votos.