Violencia e inseguridad
¬ Augusto Corro sábado 12, Mar 2022Punto por punto
Augusto Corro
México se encuentra acosado por la violencia y la inseguridad en diferentes sectores. Así lo vimos con el asesinato del periodista, Juan Carlos Muñiz, en Fresnillo, Zacatecas; y la barbarie desatada en el estadio La Corregidora, con 26 aficionados lesionados, al enfrentarse seguidores del Atlas y de los “Gallos blancos” de Querétaro. A esos lamentables hechos se le suman extorsiones, secuestros, feminicidios y masacres.
Lo grave de la situación es que no se ve, como lo hemos comentado en este espacio, una estrategia efectiva para combatir y erradicar la espiral de violencia que amenaza con incrementarse en diferentes sectores de nuestra sociedad. Ahí están, por ejemplo, los estados que viven la pesadilla de la narcoviolencia; la población se encuentra agobiada por la presencia de las bandas de criminales, que hacen de los lugares pacíficos sus campos de acción.
En el presente año, el gremio de periodistas se encuentra a merced del hampa. El reportero Juan Carlos Muñoz fue asesinado en Fresnillo, Zacatecas, una entidad en la que se elevó el índice de criminalidad en los últimos meses. Son tiempos, en los que la barbarie y la impunidad van de la mano. Del total de agresiones a los comunicadores, más del noventa por ciento de los culpables son beneficiados por la impunidad que priva en la importación de justicia.
La mayoría de los expedientes sobre los asesinatos de los periodistas pasan a formar parte de los archivos del olvido. Mientras, los comunicadores viven expuestos a las venganzas, a los crímenes a sangre fría. La delincuencia no distingue a hombres de mujeres para ultimarlos. Los representantes de los medios se encuentran indefensos. Los victimarios saben que no serán alcanzados por la justicia. Tienen la certeza de que burlarán a la ley.
Ya vimos que la violencia se extiende, sin límite alguno, a otras actividades como son los encuentros deportivos. Tras varios meses de incertidumbre por la pandemia del coronavirus se restringieron las actividades deportivas y ya empezaban a normalizarse, cuando se registró la barbarie en el estadio La Corregidora, de Querétaro. Se trató de un enfrentamiento salvaje, sin contemplaciones para los caídos que ya en el suelo eran pateados.
El saldo fue de 26 heridos. De estos varios graves. Ningún muerto, según las autoridades. Y seguramente los responsables de la barbarie desatada están tranquilos ante la posibilidad de no ser castigados. Los dueños de los equipos son intocables. Tienen el suficiente poder para manipular a las autoridades. Por cierto, ¿Dónde estaban los vigilantes del orden y la tranquilidad del estadio? Su ausencia, que debe ser explicada, implica una grave irresponsabilidad. Claro, las autoridades “se lavarán las manos”.
En unos cuantos días se olvidará la riña de los aficionados y como no habrá castigo ejemplar se repetirá el hecho. El ejemplo negativo quedó para que lo imiten. Así ha ocurrido con los hechos cruentos a lo largo de sexenios recientes.
En el “fusilamiento” de un grupo de personas en San José de Gracia, Michoacán, todo quedó en el aire. Se supo que fueron dos bandas las que se enfrentaron a balazos. Las videograbaciones se manejaron como un hecho violento; pero sin víctimas.
En otras acciones de la delincuencia, los narcos muestran sus armas de alto poder para enfrentar a policías y soldados. ¿Alguien los persigue?
Los casos de violencia y barbarie nos muestran un país cuyo gobierno no tiene o no encuentra, la forma de erradicar la violencia y desaparecer la inseguridad que aterroriza a gran parte de mexicanos.
La estrategia de “abrazos no balazos” estimula a la delincuencia a actuar sin limitación alguna, como sucede con los asesinatos de periodistas, las extorsiones y las masacres, así como las desapariciones de personas y los enfrentamientos entre los aficionados al futbol. La barbarie continuará. Sin duda.
¿Usted qué opina amable lector?