México, paraíso del delito
Armando Ríos Ruiz viernes 11, Mar 2022Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Durante el último cuarto del siglo pasado, cierta clase de colombianos que arribaban a México a cometer determinados delitos, escribían a sus familiares que hicieran todo lo posible por viajar a nuestro país, porque estaba convertido en paraíso del delito, en donde era sumamente fácil imponer novedades respecto a la forma de despojar a la gente de su dinero.
Trajeron modas como “la tiradita”, “el escupitajo en la espalda” y muchas otras ingeniosas, mediante las cuales quitaban el numerario a los ingenuos. Se trataba de ilícitos de poca monta, por los cuales los ejecutores eran enviados a los reclusorios para abandonarlos rápidamente y volver a las andadas inmediatamente después de verse en las calles.
La delincuencia se ha disparado paulatinamente y hoy alcanza niveles insospechados. Lo que resulta pésimo es que con la complacencia de las autoridades modernas, que parecen hipnotizadas por las hordas de delincuentes de diversos tamaños, que asuelan todos los rincones de este país, a merced de ellos. Jamás le quedó a México mejor el apodo de “Paraíso del delito”.
Al tal punto de degradación hemos llegado en lo que va del presente sexenio, que en las mismas filas del gigantesco aparato gubernamental vemos a funcionarios por todos lados, que se dedican a cometer delitos y a quienes el mismo que manda perdona de inmediato. Le basta decir que le tiene toda su confianza, para mandar el mensaje a los involucrados, principalmente a los que se encargan de procurar e impartir justicia, de que él ya los exoneró.
Ha ocurrido con muchos que han gozado y gozan de la complacencia del propio Presidente de México, a lo largo de su mandato. El último a quien la “divina” palabra presidencial exculpó de presuntos delitos, que la autoridad que corresponde debe investigar sin presiones de nadie, es el Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero.
El mote de “Paraíso del delito” no sólo obedece hoy a la libertad con que actúan los delincuentes, sino también los políticos que cometen actos indebidos y que de inmediato reciben la bendición del patrón, como invitación a otros a cometerlos, con el conocimiento previo de que también serán exonerados. Obvio: ¿Por qué unos sí y no todos?
Por esta causa, en su Evaluación de Amenazas Alrededor del Mundo, edición 2022, que publica la Oficina de la directora Nacional de Inteligencia, Avril Haines, y en la que participan las 17 principales agencias de Estados Unidos, los más importantes despachos de inteligencia de nuestros buenos vecinos del norte acaban de publicar que “en medio de sus batallas territoriales, los cárteles mexicanos están influyendo ya en procesos electorales… Intimidando a políticos.
No se hicieron esperar voces de nuestro país, que señalaron que lo anterior es más que conocido aquí. Cierto. Es aquí donde ocurren esas acciones que deberían reprobarse con toda la energía disponible y sin embargo se permiten. Lo cierto no sólo es eso. También lo es que esto se aprecie desde otros países, principalmente desde el más poderoso del mundo, que comparte con México una frontera de tres mil kilómetros y con quien tenemos demasiadas relaciones.
La respuesta de los chairos, la más inteligente, señala que “los gringos no tienen por qué meterse en México”. Lo han hecho a través de siglos de historia conjunta y más cuando las acciones en nuestro suelo amenazan la vida de esos gringos. Lo han hecho inclusive en países remotos, cuando sus intereses se ven amenazados y han tenido que poner remedios demasiado drásticos.
No es la primera vez que voces de Estados Unidos lanzan declaraciones para que sean escuchadas, tomadas en cuenta como una especie de alerta que debe acatarse como premisa de suma importancia, para evitar más tarde acciones definitivas y contundentes. Tampoco es la primera vez que estas prevenciones encuentran oídos sordos y que nuestro mandatario asume comportamientos como si estuviera realmente al mismo nivel del mandamás norteamericano.