Yo acuso y calumnio
Freddy Sánchez jueves 10, Mar 2022Precios y desprecios
Freddy Sánchez
En la lucha sexenal contra la corrupción, la presunción de culpabilidad, (en lugar de la de inocencia) se ha encargado de manchar a medio mundo.
Familiares del Presidente, en primer lugar.
Acusados socialmente y encontrados culpables de corrupción, sin haber sido indiciados formalmente por algún ilícito.
En el mismo caso están otros personajes de la Cuarta Trasformación y adversarios políticos de Andrés Manuel.
Comunicadores conocidos figuran también en la lista.
El reparto de increpaciones deshonrosas no parece tener fin.
De ahí que sea menester preguntarse dónde comenzó el afán de señalar culpables de toda clase de conductas deshonestas sin cuidar aquello de que: “el que acusa tiene que probar”.
Y es que este detalle como lo sugiere una consideración legal para la iniciación de una indagatoria judicial y las obligadas reservas en caso de investigación, definitivamente se ignoraron “diplomáticamente” al salir y entrar un sinnúmero de acusaciones de corrupción del Palacio Nacional.
Algunos atribuyen la mala costumbre sexenal de acusar por acusar al ex director de Pemex, Emilio Lozoya, con su famosa lista de incriminados de distintos actos inmorales en tiempos de Enrique Peña Nieto.
Así que, a partir de entonces los primeros en aparecer como “corruptos de lo peor” en la lucha contra las corrupción institucional y privada fueron los ex presidentes Salinas de Gortari, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto, junto con altos funcionarios de su gobierno, además de empresarios y periodistas renombrados de anteriores y el presente sexenio, aunque sin haber aparentemente de por medio pruebas irrefutables contra ellos.
De modo que tras muchos meses de especulaciones sobre supuestas indagatorias judiciales de la Fiscalía General de la República para poner tras las rejas a los supuestos involucrados en conductas ilícitas, la realidad de los hechos vino a demostrar que Lozoya no aportó mayores datos probatorios de sus dichos acusatorios, razón por la cual, la “cacería” de los grandes corruptos de pasados gobiernos sigue siendo más una especie de “teatro espectacular”, que auténtica persecución judicial de quienes no están sujetos formalmente a acciones penales concretas en su contra ni mucho menos se les ha sometido a juicio.
Ah, pero eso sí, lo que se ha mencionado de los “acusados” de Lozoya y fustigados desde el Palacio Nacional en “las mañaneras” se tradujo en que la sociedad hiciera su propio juicio en torno a los ex presidentes y sus más cercanos colaboradores de confianza con el resultado de que para muchos de sus enjuiciadores sociales los “incriminados” son más que culpables de los cargos de corrupción que se les han endilgado.
Aquello que suele recordar Andrés Manuel respecto al refrán de que: “Calumnia que algo queda”, sin duda ha significado una mancha indeleble para distintos personajes de gobiernos anteriores.
En ese contexto podría suponerse que ni siquiera si alguna autoridad competente decidiera no ejercer acción penal en su contra, considerándolos inocentes de cualquier delito, la mayoría de los enlistados como sujetos a investigación lograría quitarse el estigma de corruptos.
Algo que por lo visto de la misma manera ha afectado la imagen de los familiares del presidente y distintos funcionarios y legisladores ligados al gobierno en turno y a Morena.
Sin importar si existen pruebas irrefutables para someterlos a juicios penales con todas las de la ley, en la sociedad hay personas que dígase lo que se diga para tratar de demostrar que son personas ajenas al delito, la creencia popular de su inmoralidad parece que no hay poder humano que la pueda cambiar. Una secuela funesta que afecta por igual a propios y extraños del gobierno de la 4T, a consecuencia de lo que en diversos casos se convirtió en una especie de: yo acuso y calumnio.