Ensangrentado, el país
¬ Luis Ángel García lunes 7, Mar 2022Por la Derecha..!
Luis Ángel García
Nos acercamos a los 115 mil homicidios dolosos en la presente administración -más asesinatos que en ningún otro sexenio-, el crimen organizado crea zonas de silencio y mueren siete periodistas en sesenta días. Las masacres no paran y hasta fusilan a 17 personas, aunque la semántica no le guste al gobierno; el acribillamiento sumario y la desaparición de los cuerpos habla de la violencia que genera la delincuencia, enluta a miles de hogares y hace permear la idea de que se perdió la gobernabilidad.
Si bien no somos un Estado fallido, las estructuras gubernamentales han cedido parte del poder político a grupos fácticos, como lo es ahora el crimen organizado, que no sólo se conforma con las ganancias de sus actividades ilícitas, sino que quiere garantizarlas y conseguir impunidad mediante la cooptación de gobernantes, policías y jueces, aunque para ello se incremente la violencia política.
El año pasado, un alto mando del Pentágono denunció que la tercera parte del país está gobernada por el crimen organizado. En las pasadas elecciones intermedias, se habló no sólo del financiamiento de candidatos, sino de la imposición de los mismos; secuestraron a aspirantes a cargos de elección popular, se asesinaron a contendientes a las presidencias municipales, se amenazó a precandidatos para que se bajaran, se intimidó a los votantes en las casillas mismas. Se controlaron las elecciones para que ganaran los favoritos de la delincuencia, ahora buscan cobrar esos favores.
Mientras tanto, los sicarios trabajan a destajo para eliminar a sus rivales, en un baño de sangre que parece no tener fin. El cobro de cuentas entre bandas criminales se hace más cruento y se lleva entre las patas a gente inocente. Los criminales han roto muchos pactos de civilidad entre ellos. En Guanajuato y Michoacán han matado a gente inocente en los propios velorios; en la misma CDMX la Unión Tepito baleó en plena calle y a la luz del día al dueño de un taller de motocicletas junto a su hijo, porque no quiso pagar el derecho de piso. Antes no se metían con las familias, respetaban a los menores de edad, a los bebés, a las madres o las abuelas. Ahora ya no importa que en las masacres mueran personas ajenas a las actividades delictivas.
Hay una película colombiana (2000) titulada La Virgen de los Sicarios -adaptación de una novela del mismo nombre-, y en una parte de la trama, se topan sicarios en motocicleta que están a punto de rafagearse, pero recuerdan que ese día era la festividad de su santa patrona y se abstienen de matarse. Aquí parece que se rompieron esos pactos, esos valores entendidos, y por ello no les importa matar a familias enteras en sus casas, en los funerales, en sus negocios o simplemente en la vía pública o en fiestas.
Ese panorama demuestra que el gobierno de la 4T -a más de la mitad de su gestión- no cuenta con una política pública de seguridad que permita la tranquilidad y la paz social. Es un fracaso rotundo la idea de “abrazos y no balazos” o que al inicio del sexenio los narcotraficantes, con la simple petición del Presidente, iban a deponer las armas para cambiarlas por un tractor, o que funcionaría el acusarlos con su mamás y abuelitas para que los regañaran.
El gobierno ha decidido entregar la plaza, distraer y ocupar a las fuerzas armadas en decenas de tareas distintas a su función, con tal de que no enfrenten a los criminales; se olvida que en todo sistema democrático el Estado se reserva para sí el uso legítimo de la fuerza, debe ser represor de la delincuencia, y no dejar que se mate a gente inocente. Ya paren este baño de sangre.