Efectos de los abrazos
Armando Ríos Ruiz viernes 4, Mar 2022Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
A estas alturas de implantada la estrategia jamás imaginada y vista en funciones, la que consiste en repartir abrazos a los delincuentes, seguramente para ablandarles el corazón y provocar sus lágrimas de arrepentimiento, ya debería haber comenzado dar algunos frutos. Pocos, pero algunos. Ha sido exactamente al revés. La delincuencia se ha incrementado a linderos jamás sospechados y cada día es más notoria la protección del gobierno a los actos criminales.
Esa medida veta de manera contundente las funciones de la élite militar. Para darle ocupación es que el Presidente los acomodó en todas las áreas del quehacer gubernamental. No necesitan armas, porque también se convierten en artefactos inútiles. Tal vez pronto sean anuladas en sus escuelas, las enseñanzas de tácticas de guerra y de defensa a la población, a la que siempre creímos que servían como salvaguardas de la patria. Quizá en otro momento se reactiven sus funciones.
En estos tres años de inacción en contra, la delincuencia ha pasado a ocupar grandes espacios del territorio nacional, en donde se desenvuelve a placer. Lo mismo sirve para amedrentar, imponer candidatos, amenazar a los que no desea y a asesinarlos si es necesario, que a implantar su ley, paralela a la de los gobiernos. Es el resultado de la espectacular medida de repartir abrazos. La estrategia ha traído como consecuencia el incremento de la actividad delictiva.
Por mostrar varios botones que han brillado los últimos días y como un bozal para la periodista que funge como secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, cuando asegura que el crimen bajó en estos tres años de gobierno, hasta casi desaparecer por el sólo hecho de ser ella la encargada de perseguirlo, aunque no se le conoce un sólo hecho, sino sólo su verborrea inservible: El domingo pasado asesinaron a balazos a cinco personas en Puertecito, Oaxaca.
El sábado anterior “se desató el infierno en Tamaulipas” luego de haber sido reportada la quema de camiones, narcobloqueos, destrozo de cámaras de seguridad, balaceras y hasta persecuciones debido a la captura de Obed P., presunto brazo derecho de un capo que opera en la región conocida como La Ribereña.
En varios municipios conurbados con la Ciudad de México se ha registrado incremento de 50 por ciento en feminicidios. Ejemplo: “en Naucalpan, en al menos 120 colonias subsisten redes vecinales de seguridad autónomas, que han articulado códigos y acciones para autoprotegerse ante la ausencia o insuficiencia de policía, señaló Jazmín Juan Diego Monzón, especialista en seguridad ciudadana y prevención de la violencia y la delincuencia en comunidades”.
Reportes de estados con gobiernos de Morena, a partir de las elecciones del año pasado, afirman que la delincuencia ha aumentado, como en Baja California, Sonora, Zacatecas, Michoacán, Guerrero y Colima. Sólo en estas entidades se contabilizan 3 mil 876 víctimas de homicidios y feminicidios dolosos, de acuerdo con registros del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
La joya de la corona se la llevó estos últimos días Michoacán. En San José de Gracia, municipio de Marcos Castellanos. Un grupo de sicarios disparó en contra de asistentes a un velorio y no sólo asesinó, sino que también se dio el lujo de limpiar la escena del crimen y de desaparecer a 17 víctimas.
Los investigadores se volvieron locos y no investigaron nada. Seguramente no lo harán, porque en casos como el anterior no hay a quien culpar. Es en serio. Los asesinos componen un cuerpo amorfo y confuso y los hace casi invisibles. No es un cuento parecido al de la alcaldesa de Acapulco.
Los asesinatos son menos personales. Se han convertido en el pan de cada día de grupos que operan en todo el territorio nacional y suelen ser por decenas. Los que se dan por venganzas y motivos parecidos se adjudican al denominado crimen organizado. Aplica por aquello de que el delito no se persigue. Nadie busca. Para evitar la investigación, se achaca a una pandilla y listo.