Fallas en seguridad
¬ Augusto Corro jueves 3, Mar 2022Punto por punto
Augusto Corro
Sin duda, en los municipios faltan policías. No se puede erradicar la violencia si no se cuenta con los hombres y las armas suficientes para enfrentar la delincuencia. Las bandas criminales cuentan con sicarios necesarios para pelear entre ellas y enfrentar a las autoridades. No se trata de algo nuevo, sin embargo, no parece que ese problema interese a los gobernantes.
Tratamos el tema porque el fin de semana, en el municipio de Marcos Castellanos, Michoacán, en cuya cabecera, San José de Gracia, se registró un enfrentamiento entre narcotraficantes, cuyo saldo de víctimas se desconoce, sólo se cuenta con 25 policías para sus 13 mil 983 habitantes. Cada elemento debe cuidar a 559 ciudadanos.
En las mismas condiciones se encuentran más de 2 mil municipios del país. Además, 651 alcaldías no tienen policía. Ante esa deficiencia importante de uniformados se desarrolla la espiral de violencia en el territorio nacional. En Michoacán, en 13 municipios no tienen policía local. Durante la violencia desatada en San José de Gracia, únicamente había tres policías en el pueblo.
A la escasez de elementos, debe sumarse la falta de preparación adecuada para el desempeño correcto de sus responsabilidades. Cabría preguntar ¿cuál es el papel de los representantes de la ley en la lucha contra el narcotráfico en México? Ahí esta la interrogante que no tiene respuesta.
En acontecimientos que han impactado en la población se conoció de la participación de los policías municipales en la consumación de crímenes contra la población. Por ejemplo, basta recordar el secuestro y la desaparición de los 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa, en el mes de septiembre de 2014, en Iguala, Guerrero, hechos en los que fue determinante la participación de la policía.
En esa zona guerrerense se daba como un hecho real el contubernio entre las autoridades, los uniformados y la delincuencia organizada relacionada con el tráfico de drogas. Esa historia se repite a lo largo y ancho de México. A los gobiernos de los tres niveles: municipal, estatal y federal no les interesa resolver el problema.
Esos policías que vigilarán por la paz y la armonía en la población no tienen la educación suficiente para responder a las exigencias que plantea una sociedad sometida a la violencia. Las llamadas academias de policía, en su mayoría, no cuenta con las instalaciones básicas: aulas apropiadas para el trabajo, computadoras, comedores, dormitorios suficientes, etc.
El nivel escolar es muy bajo; su preparación física y de habilidad en el manejo de las armas es irregular. Algunos uniformados tardan meses en acudir a los entrenamientos de tiro. No alcanzan la capacidad suficiente que exige el trabajo. Sus sueldos son bajos. En fin, no existe el estímulo necesario para incorporarse a las fuerzas policiacas.
Los uniformados viven en condiciones precarias que los obliga a aliarse con la delincuencia organizada, principalmente en sitios controlados por los cárteles de la droga. En Michoacán hay municipios en los que la delincuencia organizada no permite el desempeño de los uniformados.
Eso fue lo que ocurrió en San José de Gracia. Unos cuantos policías se mostraron incapaces de evitar la presunta masacre y después perseguir a los delincuentes. Los guardianes del orden se quedaron en la comandancia a esperar el regreso de la tranquilidad. Esos videos que subieron a las redes evidenciaron la falta de elementos de la policía para brindar seguridad.
El pueblo michoacano mencionado, como muchos otros en México, están expuestos a ser víctimas de la violencia, debido a su posición geográfica, al tipo de negocio: producción, trasiego o venta de drogas, etc. El problema de la falta de policías seguirá por tiempo indefinido. Se trata de un asunto de atención urgente, pero a nadie parece importarle su solución.
¿Usted qué opina amable lector?