¡Chin!, nos llueve sobre mojado
Armando Ríos Ruiz lunes 28, Feb 2022Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Mientras nuestro Presidente dedica en sus mañaneras larguísimos momentos a vilipendiar a los periodistas, contra quienes ya no encuentra calificativos para denostarlos y para presentarlos como la peor calaña de la sociedad mexicana y de paso del mundo, dedicó apenas sólo unos minutos para hablar de la guerra declarada por el presidente ruso, Vladimir Putin, a Ucrania, sumamente peligrosa para el resto del mundo por diversas razones.
También ha dedicado demasiado tiempo a su obsesión de llevar a efecto la votación para la Revocación de Mandato, sin derecho a exigirla, por corresponder a la sociedad mexicana ese privilegio. Obviamente, oculta alguna sorpresa desagradable tras su realización. Lo más seguro, sin dudarlo, la estrategia malsana de dar a conocer que resultó ganador, una vez consumada y que el pueblo bueno y sabio decidió que continúe en la silla presidencial hasta que su salud se lo permita y también le permita heredar el cargo a algún familiar o íntimo amigo. Ni siquiera al mejor.
Sin conocer los hechos de fondo, alguien debe haberle dado un tremendo jalón de… orejas para declarar que nadie tiene derecho a meterse con otros estados y que en el caso que nos ocupa, los intervencionistas son “unos metiches”. Luego refinó sus palabras al manifestar que México se pronuncia con una política pacífica. Señaló que “en términos de política exterior vamos a seguir promoviendo que haya diálogo, que no se utilice la fuerza, que no haya invasión…”
Ha sostenido que estamos preparados para enfrentar los estragos que con absoluta seguridad causará en nuestro suelo, en nuestra economía. Exactamente lo mismo dijo cuando apareció la pandemia, cuyos efectos ajustó al 19 de abril de 2020, como si tuviera una varita mágica para detener sus efectos mortales cuando quisiera. No olvidemos que por aquellos días estaba seguro de encarnar al mismo Creador. Siempre estuvo a nada de bloquearla, con sólo portar amuletos.
Por otro lado, las benditas o malditas redes sociales, de acuerdo con los resultados a quien las utiliza, se han encargado de cambiar morbosamente los motivos de la guerra que mantiene crispado al mundo. Han dicho que obedece a que Ucrania es la república más rica del planeta y despertó la codicia de los países competidores históricamente por el primer lugar en el orbe, como carroñeros que pelean rabiosamente un cadáver.
El problema se remonta a 1991, al disolverse la URSS y formarse 15 repúblicas. Ucrania, una de ellas. En 2013, este país intentó aliarse con la Unión Europea y Rusia lo impidió. Hace unos años, Putin firmó un decreto que reconoce la independencia de dos territorios separatistas al este de Ucrania, condenada por los principales líderes occidentales que temían una escalada del conflicto en la zona.
Luego de reclamos y resistencias por parte de ambas naciones, el jueves pasado, finalmente, Putin inició la invasión a Donbás, ya esperada en otras latitudes, con embestidas calificadas por Rusia como inevitables. El trasfondo es la negativa de líder ruso a aceptar el contacto de la OTAN y de la Unión Europea con la antigua república soviética, a la que Moscú considera parte de su identidad y de su espacio de influencia y cuyo control juzga vital para su seguridad.
Antes de la llegada a la presidencia de Volodímir Zelenski, Ucrania había suspendido la firma de un acuerdo de asociación con la Unión Europea, por presiones de Rusia, que le ofreció importantes contrapartidas económicas, como reducción del precio del gas. Esto motivó que miles de ucranianos se manifestaran contra la medida y que se recrudeciera el sentimiento de separación.
En México, de acuerdo con el Presidente, estamos preparados para esperar los embates de la guerra, pero sólo en la mentira acostumbrada. Ucrania efectivamente, cuenta con reservas de potasio, que se usa en la elaboración de fertilizantes y con la producción de granos, como maíz y trigo, que sufrirán un alza y escasez considerables. Por otro lado, nuestra balanza petrolera es deficitaria. Por más que aumente el precio del combustible, no alcanzará para compensar lo que importamos.