La familia real se enreda sola
Armando Ríos Ruiz miércoles 16, Feb 2022Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Hasta un chairo, que ya es mucho, puede juzgar que el desempeño que ahora dice tener José Ramón, el hijo del que manda en México, es una mentira más. Que esta práctica de gobierno impuesta hace apenas tres años, la mentira, es mal de familia. Que hubo acuerdos parentales para decidir qué decir a los mexicanos que reaccionaron con descalificaciones insultantes, por la casa en donde vive el vástago en Houston.
El jefe de la familia López dijo para justificar la propiedad valuada en un millón de dólares y todos los mexicanos lo escucharon, que su esposa era adinerada. No habló de un trabajo que desempeñara el aludido. Más bien lo dejó en entredicho. Por eso, la andanada de señalamientos de que se trata de un adonis irresistible, a quien una bella mujer mantiene con indiscutible adoración.
Si fuera verdad lo que ahora padre e hijo esgrimen, ambos hubieran reaccionado inmediatamente con un desmentido válido. Tardaron y ahora resulta más que embarazoso explicar que siempre sí trabaja como consultor jurídico en la empresa de hijos de un amigo que trabaja en el Tren Maya sin cobrar. Esto fue pensado para evitar el llamado conflicto de intereses.
Como no es empresario, el Presidente ignora que existe un secreto que no lo es tanto, que todos los patrones del mundo tienen en cuenta como algo sagrado. Cuando son empleados, adquieren la obligación de cobrar el mínimo esfuerzo que la empresa emplee en un contrato. No pueden regalar nada. Esto traería como consecuencia su empobrecimiento.
Algunos saben simplemente que es obligatorio actuar bajo esa premisa, importante en su deseo legítimo de hacer riqueza. Otros explican que actúan de esa manera, con un conocimiento esotérico más profundo. Dicen que si regalan trabajo se crea una confusión en el universo, cuya reacción consiste en ser desposeídos de las ganancias y se acentúa a tal grado, que los contratos comienzan a escasear, hasta desaparecer por completo.
Créanlo o no lo crean. Es una actitud que he visto y escuchado prácticamente durante toda mi vida. Mi suegro fue un gran empresario, dotado de esa virtud que todos denominan “saber hacer dinero”. He conocido a infinidad de negociantes que así han opinado ante quien esto escribe.
En el caso que nos ocupa, hubo silencio muchos días. No faltamos los que hasta imaginamos el diálogo entre el Presidente y su descendiente. “Me estás poniendo en ridículo. Me estás afectando. Estas manchando mi proyecto de combate a la corrupción. A ver qué inventas. A ver qué se te ocurre para salir tú y sacarme de este lío que creaste por descuidado”. O algo muy parecido.
Hace unos días, hijo y padre reaccionaron respecto a la forma de vida del señalado por Loret. El primero es abogado y trabaja en Houston. Su padre remachó, para sus huestes, que trabaja con los hijos de su amigo Daniel Chávez, en Estados Unidos. Cuadraron el asunto, pero de una manera muy burda.
A estas alturas resulta difícil enmendar los hechos. El primer mandatario no tiene más opción que continuar el pleito hasta, según él, convencer a los mexicanos de que es víctima y no victimario. Hasta lograr que el Procurador solicite al juez, la expedición de una orden de aprehensión en contra del pequeño David que se ha atrevido a enfrentar a un Goliat apoyado por sus 18 gobernadores lambiscones y sin escrúpulos, en una acción de pandilleros montoneros.
Pero no solo tiene ese apoyo. También el de todo el aparato gubernamental, que no ha vacilado ni vacilaría en emplear, para acallar la voz de la prensa atrevida que investiga y publica los resultados de su indagatoria.
Por cierto, varios periodistas han acudido al lugar que refiere José Ramón López Beltrán en la Unión Americana y hasta hoy no han podido establecer que efectivamente, ahí trabaja. Las mentiras suelen caer siempre por su propio peso. Hay que abrevar en Aristóteles cuando dice: El castigo del embustero es no ser creído, aun cuando diga la verdad.