La suerte de los periodistas
Armando Ríos Ruiz viernes 28, Ene 2022Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Las cosas no han cambiado para los periodistas. Hace muchísimos años, el siglo pasado, antes de la década de los 80, o hace más de 40 años, la UNESCO calificó esta profesión como la más peligrosa del mundo. Más que la de piloto de pruebas, químicos en fábricas, minería, desactivadores de explosivos, domador de animales de circo y alguna que otra más.
En la actividad periodística es difícil medir los riesgos. Un político y personas que gozan de alguna fama, que se incomodan por una publicación que desnuda sus ambiciones, sus torpezas, sus atropellos, sus abusos, sus incapacidades, sus latrocinios, son capaces de pagar a un sicario para que desaparezca de la faz de la tierra a quien lo menciona. Ocurre a menudo.
En México, la ola de violencia que se vive hoy día, sirve para acallar a quienes se ejercitan en las labores de prensa. Los políticos. Los que detentan el mayor poder en esta sociedad, están convencidos de que son intocables. De que el resto de la sociedad es nada frente a su figura insuflada. De que todo mundo le debe pleitesía y rendición. Esta condición, desde luego, no es nueva.
Pero no se aprecian avances en la cultura de la tolerancia. De responder sin agresividad al señalamiento de los errores. De hablar con la verdad. De hacer las cosas con el uso pleno de la conciencia que sirva para progresar y para proveer de comodidad a los gobernados. De trabajar con la mayor transparencia para bien de la sociedad total. De buscar los mecanismos de gobierno que menos incomodan. De realmente servir y evitar con esto la crítica ácida.
Hoy es al revés. Los gobiernos desprecian la labor de la prensa, no porque de suyo sea despreciable, sino porque se atreve a hacer públicos los desatinos de esos que se creen invencibles y superiores, aunque en la realidad no sirven para nada. De esos que se inflan con la idea de que son los elegidos de Dios. Como el espejo de Blancanieves en la concepción de Eduardo Galeano: “Espejito, espejito, ¿quién es el mejor?”
Hoy en México ocurre lo que nunca antes. Desde las conferencias mañaneras se azuza a la sociedad contra los comunicadores. Los simpatizantes del que manda los denominan “chayoteros” para insultarlos, cuando hace tres años no tenían la menor idea de lo que significaba el término en el argot periodístico. La palabra es nueva en el acervo de los seguidores.
El mismo Presidente lo dijo en una mañanera: “existen los periodistas fifís, conservadores que no están de acuerdo con nosotros. Son nuestros adversarios”. ¿Qué quiere decir? Que es el hombre más poderoso de México. El divino. El mejor y por lo tanto, el único a quien nadie puede tocar ni con la verdad más pura. El que se atreva tendrá que responder a las injurias que, por provenir de su figura, alienta a otros a hacer lo mismo con agresiones de diferente calibre.
Organismos de diversa índole han expresado lo anterior hasta el cansancio.
“Paula Saucedo, oficial del programa de Protección y Defensa de la organización Artículo 19, asegura que lanzar ataques y estigmatizar a quienes ejercen el derecho a la libertad de expresión solo aumenta el riesgo para su labor”.
Lo entienda o no, los adjetivos conservador”, vendido”, alquilado, convencional, seguramente han hecho mella en la conciencia de quienes creen en él. La Sociedad Interamericana de Prensa, organización sin fines de lucro dedicada a defender la libertad de expresión y de prensa, aseguró que los ataques del mandatario mexicano a medios nacionales e internacionales pueden alentar a algunos individuos a perpetrar agresiones físicas contra los periodistas y los propios medios de comunicación.
Este año arrancó envuelto en noticias de asesinatos de periodistas. Tres fueron ejecutados y con ello, México ha logrado sostener su título de campeón del mundo en estos actos de barbarie. “Se investigará hasta las últimas consecuencias”, dijo el Presidente. Le hace falta leer a Sun Tzu. Pero para esto, debe tener verdadera vocación de solución y entenderlo.