Los periodistas enemigos
Armando Ríos Ruiz miércoles 26, Ene 2022Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
¿Deberíamos estar orgullosos de que por tercer año consecutivo, México sea visto como el campeón mundial de los asesinatos de periodistas y en donde esos crímenes quedan impunes?
Las palabras del primer mandatario después de cada crimen –incluidos todos los que se realizan diariamente a lo largo y ancho del territorio nacional en contra de otros gremios, como el de las mujeres, por agregar sólo un ejemplo. De esos que el señor ve con desdén inocultable−, ni se investigan y mucho menos se castigan. Quedan archivados para la exuberante historia de la impunidad.
Insultan porque son emitidas después de cada asesinato, por más que sean anunciados con mucha antelación. “¡vamos a investigar hasta sus últimas consecuencias!” Ni siquiera el gesto adoptado que acompaña las palabras es convincente, habida cuenta que desde el púlpito mañanero se repite diariamente el desprecio profundo que translucen sus ya marchitas facciones.
Los sicarios, que no faltan ni en las cercanías ni en las lejanías de los poderosos, están para complacer el menor gesto. Si el político dotado de mucho poder profiere dicterios contra alguien, trátese de quien se trate, el momento se aprovecha para ofrecer la pistola que desaparezca al aludido. Esa es una forma de congraciarse. De ganar espacios en el ánimo del quejoso.
Hoy, más que nunca, porque la actitud se acentúa cada día gracias al contundente e insistente divisor de la sociedad. Las mismas familias se han polarizado. Hay pleitos entre matrimonios. Entre hermanos. Entre primos, que no existieron por cuestiones políticas en ningún momento del pasado. Los amigos se han alejado y se crea un hirviente caldo de cultivo para dirimir las diferencias en el terreno de los asesinatos y de las venganzas. Ya por razones personales.
En eso se ha convertido México. En un gigantesco escenario de crímenes. De abusos políticos. De imposiciones dictatoriales. De órdenes a los podridos representantes populares en las Cámaras, de acatar a ciegas el mandato, porque la mayoría no cuenta con la mínima libertad de actuar de acuerdo con su criterio. Es más: éste no puede existir en las cabezas de quienes apenas saben leer.
¿La justicia? Hasta en eso luce la desgracia con irreflexivos resplandores de disculpas a los allegados. El Presidente, aunque con palabras que nadie podría creer, dijo que se investigará el asesinato de la periodista Lourdes Maldonado, en Tijuana. Pero también se aprestó a pedir no involucrar en las mismas al ex gobernador Jaime Bonilla, con quien la señora tuvo diferencias. ¿Eso es investigar hasta sus últimas consecuencias?
Lo anuncia. Pero también demanda una investigación selectiva, cuando el experto tiene que ir a todos los resquicios que contenga una indagatoria criminal. Por muy Presidente, no es nadie para decidir por su cuenta que alguien es inocente. Esto sólo puede ser resultado de una indagatoria seria, sin la mínima intención de aplicarla en unos, pero no en otros, únicamente porque alguien siente el prurito de exonerarlo desde las reacciones de sus ocurrencias personales.
Hoy, los delincuentes matan por deporte. Más por dinero. Las circunstancias los exoneran de su quehacer, porque existe una licencia no escrita de respetarlos, en la que se insiste también a cada momento. Esa táctica que hoy tiene convertido a México en el lugar más peligroso del mundo, es la preferida. Si un capo importante es detenido, se ordena su libertad inmediata.
Se detiene a los segundones, cuyos nombres conocemos gracias a esa acción, porque no son más que asesinos de alguna agrupación delictiva. Los importantes alternan con los políticos. Sugieren. Proponen. Se llevan. Acuerdan. Ahí está la foto de Cuauhtémoc Blanco, dizque gobernador de Morelos.
No hay ninguna esperanza para el gremio. Tampoco para otros. Hay, eso sí, un aliento indiscutible para los ejecutores. Sus acciones se han vuelto necesarias y hasta aplaudidas. Sus crímenes, secuestros e intimidaciones, antes y después de las elecciones pasadas, fueron reconocidos con bombo y platillos.