Montón contra el INE
Armando Ríos Ruiz lunes 17, Ene 2022Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
La revocación de mandato, que por su nombre podría semejarse a una herramienta que la sociedad pudiera manejar para decidir hasta cuándo un gobernante debe permanecer en el poder, denuncia en la figura del Presidente de México, más bien un mecanismo para perpetuarse en él, que nada tiene que ver con el respeto a las decisiones populares.
Se ha empecinado a tal grado en que se lleve a efecto, aún sin los elementos necesarios para el organismo que debe ejecutar esa experiencia, el INE, que a leguas se nota un capricho enfermizo por su puesta en práctica, porque encierra una trampa que, como en otros países de América Latina, ha servido para que otros mandatarios se queden para siempre a destruirlo todo, aún con la fuerza para heredar el mando a sus más fieles y leales servidores.
No es gratis. Es exactamente al revés. En la mayoría de las naciones en donde gobierna un dictador, la clase que se enriquece a niveles extraordinarios es la gobernante, mientras el pueblo muere de hambre, rodeado de discursos prometedores, motor potente que cada vez lo conduce a mayores desgracias.
Para repetir, como siempre, ahí está el caso de Venezuela, país al que Hugo Chávez dedicó todas sus promesas de mejoría, de enriquecimiento y que de ser el más rico de América Latina, acabó en la peor de sus desgracias, con menesterosos que hoy buscan comida en los basureros y que huyen hacia otros lugares vecinos en busca de supervivencia.
En la semana que apenas finalizó, los partidarios de la revocación, personas incondicionales del primer mandatario, que no tienen voz propia y que obedecen ciegamente sus órdenes, se agruparon para echar montón al INE, que demanda una cantidad de dinero cercana a los tres mil millones de pesos, necesarios para llevar a cabo la empresa que vuelve loco al que manda.
El secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, manifestó que “no hay margen en el presupuesto, está muy acotado (…) Se tomaron todas las previsiones para cumplir, sobre todo, con los programas sociales. Ni modo que vayamos a reducir o a detener, por ejemplo, la entrega a los adultos mayores”.
¿Por qué no echar mano del dinero que se destina a los “ninis” o a esas personas que no hacen absolutamente nada? ¿Que no contribuyen ni con un ademán o con una sola palabra a mejorar las condiciones del país que habitan, porque todo el tiempo permanecen cruzados de brazos y ahora en espera de que pase el mes para estirar la mano en busca de la dádiva?
Ese dinero no puede distraerse. Sirve para que llegada la hora, el receptor se sienta comprometido con el gobierno que lo mantiene, al que dará votos que se incrementarán cada año para que el plan perdure a través del tiempo y convierta al país en un habitáculo cada vez más fácil de manejar. A tal grado ha llegado la desesperación de los poderosos por la realización del plan revocatorio, que han esgrimido inclusive, que se haga con lo que hay. Como sea, pero que se haga.
Por otro lado, la recolección de firmas en 17 estados, requisito para llevar a cabo el proceso, no se había alcanzado hasta el 25 de diciembre, fecha límite. Lo que impide su realización. No había forma de que se cumpliera. Pero repentinamente aparecieron de la nada, por más que el INE encontró inconsistencias, como signaturas falsas de muertos y de personas inexistentes. Es más, aún faltan, pero hay que seguir adelante.
¿No es acaso esto preludio de resultados adelantados que ya podemos imaginar? Hubiera sido más fácil y menos costoso realizar una consulta popular, con acarreados dispuestos a dar gusto. Pero la Constitución ordena un ejercicio distinto, que en la decisión del gobierno debe realizarse a toda costa para dar a los simpatizantes la apariencia de transparencia.
¿Por qué el Presidente está tan apurado por la realización de este escrutinio? Para encontrar argumentos que le abran las puertas de la dictadura.