Las obras emblemáticas de la 4T
¬ Luis Ángel García lunes 17, Ene 2022Por la Derecha..!
Luis Ángel García
El gobierno de la 4T, a diferencia de todos los planes sexenales desde su promotor, el general Lázaro Cárdenas, nunca tuvo un verdadero programa de gobierno. Sólo hay que recordar que cuando presentó su proyecto —contrario al que había elaborado el entonces secretario de Hacienda, Carlos Urzúa—, se redujo a unas cuantas cuartillas sin empastar que contenía generalidades. El verdadero objetivo era el asegurar el mayor presupuesto para el uso clientelar de los programas sociales y solo realizar tres proyectos de infraestructura de relumbrón y cumplir un capricho personal.
Al más puro estilo echeverrista, se regresó al populismo setentero para apaciguar a las masas, culpar a los empresarios de todos los males que produce el capitalismo y hacer obras públicas con una orientación más política que de beneficio económico. Se antepone el intervencionismo del Estado en defensa de un supuesto interés social o colectivo. La “docena trágica” estatizó todo, lo mismo los bancos que los hoteles, los seguros, las minas y los restaurantes, las fábricas de hilos y de bicicletas, todo lo que estaba en bancarrota lo absorbía el gobierno. Ahora no sucede eso, simplemente se excluye a la iniciativa privada de los proyectos económicos y se reduce la actividad productiva a la que marca el régimen. Por ello hay crisis en la industria de la construcción y negocios afines.
No es necesario estatizar, sólo hay que darle todas las obras y servicios al Ejército. La cancelación del nuevo aeropuerto en Texcoco, un hub que convertiría a México en una potencia comercial y de conectividad, se hizo para contravenir las estrategias del neoliberalismo y retrasar el desarrollo del país con una obra mediocre que solo aletarga la agonía del actual aeropuerto. “La central avionera” de Santa Lucía sólo será un parche a la necesidad de contar con una infraestructura en comunicaciones y transportes que atienda las prioridades de la aviación comercial del siglo XXI. Además, la obsesión ególatra de querer entregar obras en un sexenio, impide ver la necesidad de contar con un moderno y eficiente sistema de comunicación y de servicios. Se requiere de conectar rápidamente a la gente o transportar productos, lo que no se soluciona con caminos y carreteritas trazadas sin planeación y al troche moche. Se retrasa en décadas el desarrollo nacional.
La construcción de Dos Bocas y la compra de una refinería chatarra en los Estados Unidos es otra de las necedades que se yergue como otra obra insignia de la 4T. Aferrados a las estrategias del populismo setentero, consideran al petróleo palanca del desarrollo, como en los tiempos de José López Portillo y del venezolano Carlos Andrés Pérez, cuando nos preparábamos para administrar la abundancia. No han reparado en el ocaso de los combustibles fósiles y la urgencia de utilizar energías limpias. Prefieren consumir gasolinas caras y sucias o electricidad que cueste más en un torpe afán por lograr la utópica autosuficiencia energética. Al igual que con el aeropuerto, nos rezagamos no sólo en la defensa del cambio climático, sino en la generación de energías baratas y limpias en lugar de aferrarnos a la utilización de un recurso natural no renovable.
El Tren Maya es otra aberración de este gobierno. Un capricho que pretende establecer una errónea política de desarrollo para el sureste mexicano. Cierto, esa zona del país requiere de una mayor integración al desarrollo del país, pero no con un tren que no beneficia a nadie, sino con inversiones en programas productivos que generen empleo y con mejores estrategias de fomento turístico.
El Tren Maya es una obra muy costosa porque se hizo sin planeación, con varios cambios en su trayecto porque se afectó el medio ambiente o hubo obstáculos naturales y técnicos que no se contemplaron. Ha sido más caro que la cancelación del aeropuerto de Texcoco.
Las obras emblemáticas no dejarán nada a la nación, solo deudas, destrucción y retraso social.