EU y la hora del freno
Armando Ríos Ruiz viernes 7, Ene 2022Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Ayer hizo un año que una turba enardecida, en la que participaron inclusive hombres armados, trató de tomar el Capitolio en Washington, como un acto evidente de descontento para demostrar que el demócrata Joe Biden había ganado las elecciones mediante un fraude y para impedir que tomara posesión como presidente. El ataque fue inesperado, debido a que en el país del norte ha sido tradicional el respeto irrestricto a las leyes.
Pruebas suficientes demostraron que el republicano Donald Trump había orquestado la intervención multitudinaria. Desde que Biden comenzó a remontar en las votaciones, inició una serie de actos de desprestigio a la oposición y a asegurar en todo momento que ya era víctima del fraude que jamás pudo comprobar, pero que hizo mella en sus seguidores que antes de la toma de posición, se vieron dispuestos a llegar a las últimas consecuencias.
El asalto al emblemático Capitolio, que alberga a la Cámara de Representantes y al Senado, entre otras oficinas, se produjo con violencia única en 200 años de historia. Así considerado por muchos historiadores y conocedores del devenir, que fueron testigos de los hechos, tanto en Estados Unidos como en todos los lugares del orbe.
Ayer, a un año de los sucesos, Joe Biden alzó la voz en un acto en el que fueron recordados. Para muchos, tardó en expresarse y en descalificar la acción a todas luces arbitraria y delictiva. En todo lo que ha transcurrido desde que tomó posesión, es la primera vez que decide abandonar el silencio para condenar lo que debió haber condenado hace mucho.
Se ha visto pasivo en la aplicación de la ley a un hombre que insiste con amenazas, con volver a competir dentro de tres años, con toda su sed de un poder desconocido antes y que parece haberlo hechizado. Las culpas de Trump están contenidas en infinidad de documentos y podría aprovecharlas para, de una vez por todas, ponerlo en el lugar que corresponde en términos de estricta justicia.
En aquella ocasión, la decisión de Trump, llevó a la muerte a seis personas y a incrementar la seguridad en la capital de Estados Unidos y particularmente del National Mall, uno de los monumentos más importantes de la Unión Americana y en donde usualmente se concentran multitudes, publicó BBC News Mundo.
Las autoridades se vieron en la necesidad de aumentar a 25 mil hombres de la Guardia Nacional para salvaguardar la toma de posesión presidencial, vigilada cada cuatro años. El Servicio Secreto tuvo que acondicionar el plan de seguridad, al menos, junto a 20 agencias de seguridad y entidades de seguridad pública. Tal fue el aparato que obligó a montar un ex presidente irresponsable y creído de que, por la fuerza, podía quedarse un período más.
Biden acaba de afirmar que Trump “tejió una red de mentiras sobre las elecciones para no dejar el poder” y calificó la irrupción en el Capitolio como “una insurrección armada”. Advirtió además, que “no dejará que nadie ponga un puñal en la garganta de la democracia”
La historia de Estados Unidos había permanecido inalterable, desde su fundación como nación, hasta el arribo de un magnate en empresas de diversa índole, que no de un político experimentado o culto en materia política, que se hizo del poder con argucias que pudieron convencer a un amplio sector del país vecino y que, una vez en la silla presidencial, cayó rendido ante el canto de las sirenas y ante la prueba del exquisito sabor del poder.
En su discurso en el edificio de la cúpula blanca, escenario de los disturbios del año anterior, el mandatario expresó una gran verdad: que “Trump representa una amenaza continua para la democracia y advirtió que las falsas acusaciones de que le robaron las elecciones mediante un fraude electoral generalizado, podrían minar el estado de derecho y socavar futuras elecciones”.
Mi juicio particular dicta que llegó la hora de que Joe Biden ponga un freno a un ex presidente que quedó impune, después de las acciones en el Capitolio.