El AMLOFest
¬ Luis Ángel García viernes 3, Dic 2021Por la Derecha..!
Luis Ángel García
A nadie sorprendió el AMLOFest. Más de lo mismo. Acarreados, por miles, de varias entidades del país con la promesa de la torta y los 500 pesos. Discurso maratónico que, a tres años de gobierno, sigue echándole la culpa a los regímenes pasados. Promesas populistas que sabe no podrá cumplir, pero que llenan su ego. Se siente amado, recrea sus propias fantasías y eso satisface sus aspiraciones. Sabe que al Zócalo no le caben ni cien mil personas, pero él se dirigía a un público de millones de miserables que lo alientan a materializar un sueño que sí nos debe preocupar: la reelección.
Esperó pacientemente la veda que le impuso la pandemia, guardó sus ansias de novillero para recorrer plazas y encender la llama de venganza en millones de mexicanos hartos de la corrupción. Buscó una fecha significativa para organizar su fiesta, sentirse amado y representar su papel de profeta. Sus otros datos hicieron que olvidara la crisis económica que padecemos, el desempleo, la desesperación de los empresarios que, por el desabasto en las cadenas productivas, no pueden vender sus productos. Tampoco recordó la falta de medicinas, a los niños con cáncer -que ve como daño colateral de su desastroso sistema de salud “danés”-, al medio millón de muertos en la pandemia por ineficiencia y soberbia del “doctor muerte”, Hugo López-Gatell, quien menospreció los alcances de esta enfermedad que sólo les daba a los ricos y que no trasmitía el presidente porque “su contagio era moral”.
No volteó a ver a los más de cien mil muertos que ha dejado el crimen organizado en tres años de un gobierno sin políticas públicas de seguridad, cifras que superan los sexenios completos de las últimas cuatro administraciones. Mucho menos pensó en que más de siete de cada diez mexicanos se sienten inseguros en sus localidades. Sabe que se dirige a un pueblo de miserables, tal vez por eso se empeñó en convertirnos, con éxito, en un país de pobres, con más mexicanos en pobreza y pobreza extrema.
Su mente estaba en otras latitudes, se regodeaba con la mirada clavada en ese público cautivado con sus mentiras: que por la corrupción del pasado no había medicinas, que la pandemia nos hizo lo que el viento a Juárez, que, si no ha sido por él, no hubiera sobrevivido el país. Que ya viene el esquema nórdico de salud para que todos tengamos médicos y medicinas, estudios y operaciones gratis, aunque hoy prive la escasez de todo ello y que la ineptitud de su gobierno impida la compra a tiempo de medicamentos.
En su mundo fantasioso, habla de que acabó con la corrupción y ya viene la alegría, los funcionarios no roban, no hay pobres, ya vienen las medicinas y sobran las vacunas, aunque el gobierno se empecine en no aplicar el antígeno a los niños y menos universalizar la dosis de refuerzo a los adultos. Visiones distintas de un mismo México, el mundo feliz del Presidente y el de carne y hueso que escenifican los ciudadanos.
Pero él estaba extasiado, con visión de futuro, la mirada puesta en 2024. Tampoco se acordó de la jefa de Gobierno, el canciller y mucho menos pensó en el líder de Morena en el Senado; prematuros y falsos “destapes”. Él es el que tiene que trascender para terminar su obra y eso sólo lo puede hacer un mandatario transexenal. Frente a los miserables, el Presidente no se vio como Alejandro Magno o Napoleón, no es un imperialista: se vio como Stalin, el zar rojo, dominador de un pueblo hundido en la miseria.