Sensatez
¬ Augusto Corro martes 10, May 2011Punto por Punto
Augusto Corro
- Otra vez: ¡No más sangre!
- Que renuncie García Luna
- Oportunidad para escuchar
El clamor ciudadano de ¡No más sangre! y una crítica severa a la política errática del gobierno en la lucha contra la delincuencia organizada, así como la renuncia de Genaro García Luna, fueron varios de los puntos relevantes planteados en las movilizaciones realizadas, en el marco de la Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad, organizada por el poeta y periodista Javier Sicilia, que inició en Cuernavaca, Morelos y concluyó en el Distrito Federal.
En el balance de las protestas, que se efectuaron en ciudades mexicanas y extranjeras, se puede decir que la sociedad mexicana respondió positivamente. Se perdió el miedo y se exigió a las autoridades un cambio en la estrategia de una guerra contra la delincuencia organizada, que empezó hace cuatro años con un saldo de 40 mil muertos y el tejido social hecho añicos.
Sin embargo, el clamor de terminar con el baño de sangre no quiere ser escuchado por el gobierno federal panista, quien reiteró, a través de la Secretaría de Gobernación, que de acuerdo con el gobierno federal, la estrategia vigente no será modificada en ningún sentido.
A nadie beneficia esta actitud de sordera total por parte de los funcionarios, cuya obligación fundamental es proporcionar seguridad a la sociedad que gobiernan, porque para eso tienen los recursos: las leyes, fuerza pública y medios económicos para realizarlos. Sin embargo, el actual gobierno decidió enfrentar a la delincuencia organizada, que resultó ser poderosa y sanguinaria con sus ejércitos de sicarios.
Confundidas y desorientadas, las autoridades sufrieron los primeros descalabros en su guerra, al reconocer que las fuerzas públicas estaban infiltradas por el narcotráfico y que la corrupción y la impunidad, convertidas en un cáncer social, representaba un arma letal que fortalecía las acciones de los cárteles de la droga. Las fuerzas del orden tenían o tienen al enemigo en sus propias filas.
Esa corrupción policíaca estaba o está incrustada en todos los niveles: federal, estatal y municipal. En este último, conforme avanzaba la lucha, los policías municipales empezaron a desertar para enrolarse en las filas de la narcodelincuencia. A la fecha, son decenas de pueblos que no cuentan con los guardianes del orden.
En la base de la lucha contra los cárteles de la droga, la célula que representaban las policías municipales fue anulada. Y de aquí hacia niveles superiores, la corrupción, impunidad y las malas decisiones gubernamentales propiciaron el baño de sangre, al que no se le ve fin y que por eso, entre otros objetivos, se efectuó la marcha popular de ciudadanos que están hartos de tanta violencia.
Sin lugar a dudas, la estrategia citada refleja errores múltiples que podrían ser corregidos si existiera voluntad y deseos de hacerlo, pero para conseguirlo se necesita la disposición del gobierno federal y éste prefiere no escuchar. Rechaza la oportunidad que le brindan para dialogar miles de desesperados que saben de la experiencia terrible de perder a un familiar, ya sea hijo, madre o hermano; de gente que padece la angustia de saber que sus seres queridos fueron levantados por los sicarios y que se ignora de su paradero o de de los secuestrados y asesinados por los representantes de la barbarie en las carreteras.
En la “Marcha por la Paz” estaban los representantes de todas esas víctimas de la guerra fallida y el gobierno federal panista no escuchó sus gritos de acabar con el baño de sangre que enlutó y enluta a hogares, donde viven miles de viudas, huérfanos, así como ciudadanos que son extorsionados y aterrorizados por las acciones de los grupos criminales. Gente que es obligada a abandonar sus casas, para huir de las tierras sin ley.
Así pues, el gobierno federal panista se hace el sordo ante el reclamo de una sociedad que se encuentra harta de tanta corrupción e impunidad, de esa ola sangrienta que baña al territorio nacional que afecta a la sociedad. Las posiciones políticas radicales a nada conducen. Actuar unilateralmente nunca fue aconsejable. La sensatez debe prevalecer en situaciones tan complejas como las que enfrentan Felipe Calderón Hinojosa y sus funcionarios. ¿Y qué es la sensatez? Es la cualidad que tienen las personas que muestran buen juicio, prudencia y madurez en sus actos y decisiones.
Se debe entender que la rectificación de la estrategia contra la delincuencia organizada debe ser integral. No se trata simplemente de echar a la calle a Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública federal, que es una excelente y brillante idea, sino de promover medidas preventivas que alejen a la niñez y juventud de la afición por los estupefacientes; de crear empleos bien remunerados para que millones de jóvenes ninis no sean tentados y deslumbrados por el espejismo de la riqueza mal habida; de formar una policía honesta con el espíritu de proteger a la sociedad, que para eso paga sus impuestos; de contar con leyes justas en las que la protección de los derechos humanos sea primordial, así como la aplicación de los castigos ejemplares a sicarios, torturadores, secuestradores y a toda la gama de sujetos que han hecho de la barbarie su forma de vida. De campañas contra toda clase de drogas, en las que se involucren maestros, sacerdotes y ciudadanía, para que desde las aulas o el púlpito surjan los mensajes que orienten a todo el mundo, para no caer en el uso de la cocaína, el opio, la mariguana o todo tipo de narcóticos.
Recalcamos que se trata de revisar la estrategia actual contra la guerra, por hacerla efectiva, que produzca tranquilidad y seguridad en los millones de mexicanos que empiezan a desesperarse al ver que cada vez es mayor el número de muertos y que la violencia crece incontenible en cualquier rincón de México. Sinceramente, ningún mexicano merece vivir en el terror y en la zozobra por culpa de decisiones apresuradas y equivocadas. Es tiempo de escuchar y de atender los reclamos de pueblo, que por lo general, siempre tiene la razón.