Prensa, triste realidad
Armando Ríos Ruiz viernes 22, Oct 2021Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Se ha dicho siempre que la libertad de prensa e imprenta están íntimamente asociadas. La historia del derecho a ejercerla se remonta muchos años atrás y por este privilegio han luchado personajes como John Milton, allá por los años 1640. Dinamarca fue el primer país que incluyó en su constitución su adopción, en 1776, seguida de Estados Unidos, en 1791.
Fueron más que otros, los países europeos los que se preocuparon por imponer dicha actividad dotada de señalamientos que intentaban la invulnerabilidad para quienes la ejercían. A pesar de todos los empeños, los esfuerzos en pleno siglo veintiuno han sido insuficientes.
Existen países en donde la práctica del periodismo es una afrenta, principalmente para los mandatarios. El intento de estos para someterla ha sido implacable. Miles y miles de comunicadores han sido acallados con instrumentos de muerte, por el hecho de escribir lo que ven, lo que saben, lo que deducen de las conductas de los actores públicos.
Hoy, el gobierno de México ha envuelto la tarea de informar en una vorágine contraria a la profesión. Se ha esforzado en descalificar a los informadores, en provocar la insidia, la inquina en contra de quienes no piensan como el mandatario en turno. En incitar a la violencia en contra de los que escriben; en desacreditarlos y en cerrar las puertas inclusive de la misma información. Hoy se viven momentos de angustia nunca vistos.
“México fue calificado por la organización Reporteros sin Frontera, como el país sin guerra más peligroso para ejercer el periodismo, sólo por detrás de Afganistán y Siria”. Ocupa el lugar 144 de 180 países en la clasificación mundial de la Libertad de Prensa 2019.
Hasta poco después de la segunda mitad del siglo pasado, los periodistas sufrieron el acecho y el total aniquilamiento por órdenes de los políticos con capacidad y con licencia para descargar toda su ira en contra de quienes se atrevían a escribir verdades que los desnudaban ante la opinión pública.
Hoy se han añadido otros acechos igualmente peligrosos. El crimen organizado, que ha cobrado fuerza que muchos se han atrevido a igualar con la del mismo gobierno, además de contar con su aprobación.
La muerte de comunicadores se ha incrementado visiblemente. Muchos han sido ya señalados y hasta sentenciados desde la oscuridad del anonimato. Los verdugos han utilizado inclusive las técnicas modernas de filmación, para exhibir las amenazas enmascaradas. Pero nadie en el gobierno, se ha atrevido a implementar una especie de defensa para los apremiados.
Jorge Canahuati, presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa, cuya Asamblea General termina mañana, afirmó desde Miami, que el último semestre fue “desastroso en materia de libertad de prensa”. Lamentó asimismo la injerencia del poder político sobre los aparatos de justicia. “Dos medios emblemáticos: El Nacional de Venezuela y La Prensa de Nicaragua, fueron cerrados y expropiados por gobiernos en connivencia con la justicia”.
En México no han sido cerrados medios. Se han pedido favores a los dueños, de despedir a los periodistas incómodos. Se deduce que con la amenaza de cerrarles la llave de la publicidad. De esto viven y por lo tanto, es fácil entender que acaten tales disposiciones.
Canahuati se refirió también a la estigmatización que sufre la prensa, a cargo de personajes que deberían defender el derecho a la crítica. Particularmente a los presidentes Andrés Manuel López Obrador, a Jair Bolsonaro y a Nayib Bukele. No olvidó referir que México es el país más peligroso para ejercer la profesión.
Esto sólo es parte de la triste realidad que vive nuestro continente. Particularmente México, en materia de prensa. Pero no hay oídos para escuchar las voces de auxilio. Hoy, aquí, la vida de muchos no vale. No tiene razón de ser.