“Chocolates” ilegales
Armando Ríos Ruiz viernes 15, Oct 2021Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Desde que inició este gobierno, el presidente López ha intentado con mediano éxito hacer creer que su intención es acabar con todo lo malo, herencia de gobiernos anteriores y lo único que ha logrado es acrecentar lo malo dentro del suyo. No tuvo empacho en destruir un aeropuerto del tamaño que anticipaba ser el de Texcoco, de los mejores del mundo, con la sustitución de un verdadero fiasco y remedo, como el que profetiza el de Santa Lucía.
Quiere a toda costa preservar las energías sucias, pese al inminente peligro que representa para la vida de los mexicanos y acabar con las limpias y mucho más baratas, con mentiras que tanto él, como todos los involucrados en su proyecto, se aprestan a repartir a los mexicanos que se han convertido en fácil presa, por aplaudir todo lo que hace, más malo que bueno y que sin capacidad para meditar, las aceptan como si se tratara de bendiciones.
Son los mismos que creen que algún día funcionarán los abrazos a los delincuentes, que caerán rendidos ante la táctica más ridícula que alguien haya tenido ocurrencia de imaginar, cuando autoridades en la materia, tanto mexicanas como extranjeras la han tildado de absurda e inservible, así como de una palpable justificación del gobierno para dejar hacer y deshacer a los criminales.
Existen muchas acciones como las anteriores. Una de las últimas es la legitimación de los llamados autos chocolates (QUE NO CHOCOLATE, a secas, como la prensa mexicana ha insistido en llamarles) y que traerá graves consecuencias, tanto en nuestro país como en Estados Unidos, por múltiples razones. Ya ocurrió y volverá a ocurrir.
Resulta que durante el gobierno de José López Portillo, la práctica de traer coches de Estados Unidos cobró un auge inusitado. Prácticamente no había policía que no tuviera su lote de autos de marcas nunca vistas aquí y que sólo se veían en películas. Se vendían a precios ridículos. Un Trans Am, un Camaro muy sofisticado y cualquiera otro costaban 30 mil pesos y 20 mil con regateos.
Esos carros fueron bautizados como CHOCOLATES por la misma policía, para no decirles CHUECOS. El término se acondicionó recientemente y ahora, la prensa les llama chocolate a secas. Lo que contraviene nuestra gramática.
Estos carros eran robados en Estados Unidos y traídos aquí para su venta. Los vendedores empleaban siempre el mismo argumento: “se lo quitamos a unos narcos gringos y hasta nos agradecieron por dejarlos ir”. Lo anterior, para hacer ver al comprador que no habría peligro de reclamación.
En otros casos eran comprados en el vecino país a precios muy bajos. Los vendedores los denunciaban como robados y luego de una investigación breve de las aseguradoras, pagaban por el robo.
Aquí se dijo que Miguel Nazar Haro, entonces director Federal de Seguridad, era uno de los principales introductores de esa clase de automóviles. Aunque la verdad es que éstos habían proliferado indiscriminadamente, en virtud de que en México eran mercancía de mucha demanda, por lo hermosos y por el precio. Los vendedores sólo entregaban las llaves y ni un solo documento.
Además de que en Estados Unidos se incrementó el robo de carros y la venta en los términos expuestos, aquí también se produjo una merma en la venta de las agencias debidamente autorizadas. Indiscutiblemente, esto volverá a ocurrir, pero con la venia de nuestras autoridades.
El Presidente dijo que se regularizarán, porque a veces se usan para cometer delitos y no se tiene ningún registro. ¿Acaso es mentira que los delitos se cometen en cualquier clase de automotor? ¿Somos tan cortos de mente para no darnos cuenta de que los delincuentes actúan hasta a plena luz del día, en los lujosísimos automotores legales que poseen? ¿Qué lo hacen inclusive en motocicletas, que por cierto han proliferado en la comisión de crímenes?
No podemos acostumbrarnos a ver tantos dislates gubernamentales. Seguramente mañana habrá otra novedad parecida.