Mineros sepultados
¬ Augusto Corro jueves 5, May 2011Punto por Punto
Augusto Corro
- La mina operaba sin permiso
- ¿Y las autoridades laborales?
- Narcos con residencia en EU
Catorce trabajadores perecieron al estallar el gas grisú en el interior de una mina de carbón en Sabinas, Coahuila. En los momentos de escribir estas líneas, solamente se había logrado rescatar cinco cuerpos. Otra vez aparecen la corrupción y la impunidad en una tragedia más de mineros abandonados a suerte. Según trascendió, en la mina trabajaban menores de edad y funcionaba, desde hace 25 días, sin permiso de las autoridades laborales federales. Jesús Fernando Lara Ríos, de 15 años, fue salvado, milagrosamente, aunque, debido a su gravedad, tuvieron que amputarle sus brazos.
Nuevamente, el infortunio cae en los mexicanos que tienen que jugarse la vida para conseguir sueldos de hambre, en una industria minera que es protegida por gobiernos insolentes e insensibles. ¿Y las autoridades laborales? Bien gracias. El rijoso secretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón, se encuentra metido, en cuerpo y alma en la sucesión presidencial, sin ninguna perspectiva de alcanzar candidatura alguna. Sus errores son mayúsculos y sólo le han provocado dolores de cabeza a su jefe Felipe Calderón Hinojosa. Para no ir tan lejos, es suficiente referirse a la desaparición de Luz y Fuerza del Centro. Miles de trabajadores fueron despedidos y con esto surgió un conflicto laboral al que no se ve fin.
En el caso de las compañías mineras, éstas, amparadas por las autoridades laborales panistas, se han encargado de explotar las riquezas naturales, sin importarles las vidas de los trabajadores, quienes en los últimos años han muerto en las profundidades de las cuevas donde laboran sin las medidas de seguridad que deben existir en esos sitios de riesgos máximos. Y como la vigilancia de los inspectores es nula, las desgracias se suceden, inevitablemente.
Desde el año 1889 hasta mayo de 2011 han muerto mil 365 trabajadores por explosiones en las minas de Coahuila. El 19 de febrero del 2006 estalló el gas grisú en el yacimiento de Pasta de Conchos. Sepultó a 63 mineros cuyos cadáveres no fueron rescatados. Hace 38 años, un 31 de marzo, murieron 153 trabajadores en una mina de Barroterán, en la peor desgracia que se recuerde en la cuenca carbonífera de Coahuila. Este reportero cubrió la información de ese infortunio. En la mente quedaron grabadas las imágenes de dolor de niños, hombres y mujeres de los parientes de las víctimas. Escenas conmovedoras de llanto interminable se multiplicaron por el pueblo ubicado frente al fatídico centro de trabajo. Los restos mortales de los mineros fueron velados en los domicilios particulares: una tristeza densa, infinita, se arrastraba por las calles enlutadas.
Después de ocurridos esos infortunios, se pensaría que las autoridades laborales tomarían las medidas adecuadas para que no volvieran a repetirse; pero no, las desgracias anunciadas siguen presentes para afectar a la gente con carencias, con la necesidad de jugarse la vida por salarios miserables.
¿Cuándo se registrará la próxima tragedia? ¿Y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) ahora sí podrá intervenir y ofrecer resultados positivos?
¿DE QUÉ SE TRATA?
El gobierno estadunidense debe explicar qué papel juega en la lucha contra las drogas. Resulta que un comandante, Gomecindo López, integrante de la Unidad de Operaciones Especiales de la policía de El Paso, afirmó que diversos integrantes de los cárteles “tienen su residencia habitual en territorio estadounidense, realizan sus negocios en Mexico y luego vuelven a cruzar”. (“La Jornada”, 4 de mayo de 2011).
Ya en otras ocasiones, surgieron noticias sobre la posibilidad de que los narcotraficantes establecieran su residencia en el vecino país. Así que no es nada nuevo que los delincuentes mexicanos realicen sus fechorías del lado mexicano y luego huyan y se escondan en las tranquilas ciudades de Estados Unidos. Ese constante ir y venir de los narcos es registrado, necesariamente, por todos los cuerpos de seguridad extranjeros.
Las autoridades estadounidenses saben muy bien quienes son los que entran y salen de su país. Por eso plantea la necesidad de que Estados Unidos fije su postura en la lucha que libra el gobierno mexicano contra la delincuencia que, por cierto, va perdiendo.
De este lado de la frontera son cerca de 40 mil los muertos como resultado de la guerra, además, cientos de migrantes con destino a EU han perecido a manos de los sicarios del crimen organizado. El contrabando de armas continúa ante la complacencia de las autoridades de ambos países, principalmente de las aduanales.
México se ha convertido en el campo de acción ideal para la delincuencia. Las cifras delitos en las ciudades fronterizas mexicanas son espeluznantes. No así, en las urbes estadounidenses. Un ejemplo: Ciudad Juárez, con 1.3 millones de habitantes, registró unos 3 mil 100 homicidios en 2010; en El Paso, Texas, con 2.3 millones de habitantes, sólo ocurrieron cinco asesinatos.
EU tiene el mayor mercado de drogadictos en el mundo y como vecino a un país de proveedores de drogas. El primero cuenta con todos los medios para frenar el trasiego de estupefacientes y el contrabando de armas. Sus servicios de inteligencia saben muy bien quienes participan en el lavado de dinero. Conocen donde se encuentran los capos y sus residencias. México es el encargado de perseguir a la narcodelincuencia, para esto, participa en un combate sin estrategia, que a la fecha suman ya miles de muertos y amenaza con crecer.
El gobierno mexicano se encuentra urgido de una ayuda más decidida y firme de Estados Unidos, que por ahora no es suficiente con la aportación mezquina establecida en el llamado Plan Mérida, para combatir el narcotráfico y el crimen organizado. México es la ruta principal por la que transita cocaína y otras drogas destinadas al consumo en los Estados Unidos y el gobierno del país vecino calcula que los narcotraficantes mexicanos obtienen ganancias de alrededor de veintitrés millones de dólares al año.
Se trata, pues, de un problema que existe en México y EU, pero la desventaja es para los mexicanos, porque en esta guerra fallida, a estos les toca poner los muertos y a los estadounidenses los drogadictos. Un asunto del que todo mundo sabe hasta la saciedad.