Catástrofes naturales
Alberto Vieyra G. martes 21, Sep 2021De pe a pa
Alberto Vieyra G.
A lo largo de la historia humana, las catástrofes naturales han dejado huellas macabras, pero pareciera que el ser humano las olvida y no aprende nada de ellas. El tema da para varios libros, pero no dispongo de tanto tiempo. Recordaré dos episodios históricos:
En el año 1513, antes de nuestra era común, Jehová Dios liberó a los judíos en aquel entonces su pueblo de la horrenda esclavitud de los faraones y egipcios. Para liberar a los judíos, el supremo arquitecto del universo utilizaría diez plagas que horrorizarían a Egipto: Convirtió el agua del río Nilo en sangre; atiborró de pestilentes ranas a Egipto; atestó a esa nación de langostas, algo jamás visto en el mundo; oscureció por tres días a Egipto; Egipto se convertiría en un infierno con diversos mosquitos llamados jejenes que mataban gente y ganado, hasta que por fin el faraón ordenó la liberación del pueblo judío, el cual siempre estuvo a salvo durante la proliferación de las plagas.
Pero, entonces: ¿Qué paso entonces con el pueblo judío? Pues que ya liberado, traicionaría a Jehová Dios, dándose a la adoración de dioses y profetas falsos. ¡Vaya olvido satánico!
Y en México, el 19 de septiembre de 1985, ocurriría el terremoto jamás visto, de 8.1 grados que nos recordaría también aquel macabro megaterremoto de Valdivia, en Chile de 1960 con una feroz magnitud de 9.6 grados, el único que se ha dejado sentir en todo el planeta Tierra. En Chile se deslavaron cerros y pueblos completos quedarían sepultados. En México, se derrumbarían edificios y casas mal construidas en las que imperó la corrupción y el saldo sería de más de 40 mil muertos.
Chile y México tienen algo en común: Están asentados en el llamado cinturón volcánico del Pacifico, altamente sísmico, como hoy ocurre en Acapulco, desde el terremoto pasado.
La mayoría de las catástrofes naturales ocurren por falta de pericia de la gente, pero sobre todo por garrafales olvidos históricos, como ocurrió con el pueblo judío.
En nuestros días, le ha dado la vuelta al mundo el deslave ocurrido en el cerro del Chiquihuite en las inmediaciones de la Ciudad de México, donde jamás de los jamases, ningún gobierno debió haber permitido asentamientos de cinturones de miseria. ¿Cuál es la razón? Muy simple. La ponzoñosa partidocracia siempre está urgida de votos para llegar al poder y ese botín electoral lo encuentra en la gente necesitada, en su gran mayoría ignorante, que desconoce de historia, que suele olvidarlo todo y el resultado ahí está: una tragedia en la cual sucumbieron bajo gigantescos monolitos de más de 100 toneladas de peso, mucha gente inocente. A los politicastros “les vale Wilson” lo que pase cuando ya están en el poder.
Hace algunos ayeres, cobraría notoriedad en México una presidenta municipal panista en Uruapan, Mary Doddoli. La anécdota no tiene desperdicio y aquí se la cuento.
El cerro de la Charanda, se encuentra casi en pleno centro de Uruapan, dicho cerro está poblado de asentamientos humanos irregulares y prohibidos, pero, repito, tolerados siempre por la partidocracia. Como era lógico, había que meter servicios de agua, drenaje, basura y otros. Los ingenieros le dijeron a la señora presidenta municipal que no era posible meter el agua en ese cerro por lo cuesta arriba del cerro y porque ello trastocaría la ley de la gravedad.
En plena junta del Cabildo, la señora Doddoli atajaría a los expertos: “¡A mí me vale Wilson la ley de la gravedad, en este momento queda derogada, en este momento me meten los servicios básicos…!” y la gente seguiría poblando el peligroso cerro de la Charanda en el que ojalá jamás ocurra una macabra tragedia.