¿Qué festejamos?
¬ Luis Ángel García viernes 17, Sep 2021Por la Derecha..!
Luis Ángel García
Se conmemoran doscientos años de vida independiente, pero México no ha madurado como nación, seguimos con las mismas ataduras de conquistados, sin identidad, con una idiosincrasia que no acepta el sincretismo de su mestizaje y con gobiernos que poco hacen por alentar el nacionalismo o lo confunden con el chauvinismo o el folclor. Ahora, con el brete del origen azteca, pretenden que regresemos al taparrabos y los penachos.
Desde la consumación de la Independencia, en 1821, nadie se preocupó por darle a los mexicanos una identidad nacional. Como país, rápidamente pasamos del tutelaje de la Corona española al efímero imperio de Iturbide; un siglo de guerras intestinas, interrumpidas por invasiones y un segundo imperio, evitaron que se formara una auténtica sociedad nacional. La interminable sucesión de presidentes, echados de la silla por continuos golpes militares tampoco dio tiempo para darnos una identidad. Paradójicamente fue la paz porfiriana y su positivismo la que más se acercó a un nacionalismo, más allá de lo afrancesado de su administración.
El Movimiento Social de 1910 interrumpió un proyecto de nación y nuevamente los gobiernos revolucionarios, preocupados por mantenerse en el poder, olvidaron inculcar el nacionalismo. Fue la institucionalidad de la Revolución lo que permitió la estabilidad política y la implementación de un modelo nacionalista que ha ido cambiando, por lo que la población no termina por asimilar qué es ese nacionalismo. El secretario de Gobernación, Enrique Olivares Santana, decía que el problema de México es que inventamos al país cada seis años y tenía razón. El estilo personal de gobernar de los mandatarios, sean del partido que sea, marca otras prioridades, menos la que tenían como verdaderos estadistas, darle identidad nacional y proyección a los mexicanos. Así pasamos del chauvinismo y el folclor a la importación de modelos ajenos a nuestra idiosincrasia. De esquemas patrioteros transitamos a la división, el encono, la polarización, el valemadrismo, el individualismo, el egoísmo y gran mediocridad.
Hace décadas que eliminaron de los planes de estudio la materia de civismo y con ello no solo perdimos la identidad nacional, sino el respeto por los valores sociales.
De tal suerte que arribamos al siglo XXI todavía extraviados, cumplimos dos centurias sin las ataduras físicas del coloniaje, pero seguimos presos por nuestra falta de identidad. ¿Quiénes somos? Un pueblo sin unidad, sin orgullo nacional, sin sentir el nacionalismo que trasmiten los símbolos patrios, sin amor por nuestra bandera, indiferentes al escuchar las estrofas del himno nacional, avergonzados de nuestro pasado, no del indígena, sino del mestizo, que eso somos. No somos aztecas, toltecas, mixtecos, yaquis u otomíes, somos producto del sincretismo de los españoles con los nativos. Además, otras razas y culturas han enriquecido nuestro presente. Absurdo resulta querer rescatar hoy el pasado azteca cuando muchos de los servidores públicos tienen apellidos extranjeros como la jefa de Gobierno, la no primera dama, el fiscal general y muchos secretarios de Estado.
La 4T, como decía Olivares Santana, quiere reinventar al país, quiere reescribir la historia. Busca darnos un nacionalismo poco auténtico. Su obsesión por negar nuestro origen europeo los lleva a esconder a Colón y denominar al 12 de octubre no como el Día de La Raza, ni la fecha del Descubrimiento de América, sino ¡El Día de la Resistencia Indígena!, la cual no fue mucha ya que nos dominaron por tres siglos. El Zócalo, testigo de nuestra historia, es Tenochtitlán, El Árbol de la Noche Triste, donde Cortés lloró su derrota, cambió a Árbol de la Noche Victoriosa, aunque poco duró el gusto, o cambiar la nomenclatura de las calles, como la de Puente de Alvarado para llamarse México-Tenochtitlán. Que se cuide San Judas Tadeo, puede ser suplantado por Huitzilopochtli en San Hipólito.
Todo parece indicar que también este será un sexenio perdido en la búsqueda de nuestra identidad nacional.