Rescate de la mujer, no esculturas
¬ Luis Ángel García miércoles 8, Sep 2021Por la Derecha..!
Luis Ángel García
No pongan una escultura de la mujer indígena mexicana en Reforma, mejor rescátenla de los tratantes de personas que se enriquecen con las más de cien mil mujeres y niñas que enganchan al año y que las explotan a través de la prostitución, el trabajo forzado, la mendicidad obligada, la condición de siervas, la adopción ilegal de menores, los matrimonios pactados por los padres a cambio de dinero, la venta ilícita de tejidos o células o la experimentación biomédica clandestina. La trata de personas es la tercera actividad con más ganancias del crimen organizado después de las drogas y el tráfico de armas.
La falta de verdaderas políticas públicas en materia de seguridad pública, educación y asistencia social ha permitido que crezca ese delito de lesa humanidad. Si algo ofende a la sociedad y violenta a la mujer, sobre todo a las menores, es el comercio que se hace de su cuerpo y la pérdida de su dignidad como persona. El Estado mismo está en deuda con todas ellas y resguardar su integridad física y moral es asignatura pendiente del gobierno.
Investigaciones de organismos civiles como “El Pozo de la Vida” y de la UNAM y la UAM concluyen que la trata de personas es el delito más lucrativo en estos momentos para las bandas de tratantes -ya que no es tan riesgoso ni violento como el narcotráfico o la venta de armas-, donde el 72 por ciento de las víctimas son niñas y mujeres, en un universo de 500 mil inocentes que son explotadas sexual y laboralmente. México está entre los 25 países con más incidencia en este ilícito. Los municipios donde se recluta y obliga a trabajar a la mayoría de las víctimas son Tecámac, Coacalco, Tultitlán, Cuautitlán, Ecatepec, la zona limítrofe entre Puebla y Tlaxcala -conocida como “ciudad padrote”-, Tijuana, Cancún y Acapulco. En la CDMX, La Merced es el lugar emblemático de la prostitución chilanga, donde el lenocinio se da con toda impunidad.
La pandemia ha modernizado las formas de reclutamiento, ya que los criminales utilizan con éxito las redes sociales, aunque es el contacto persona a persona el más recurrente en el 53 por ciento de los casos, o enganchándolas engañosamente con falsas ofertas de trabajo vía internet o por enamoramiento como lo hacen los lenones de Tlaxcala. Pero el abuso de la mujer no sólo es la explotación sexual, también lo es laboralmente, cuando es obligada a realizar trabajos forzosos y a vivir en condiciones de esclavitud.
Las estudiosas de este tema aseveran que, asimismo, existe la “condición de sierva”, mecanismo de reclutamiento para trabajar, pero donde por conseguirles el empleo adquieren una deuda impagable por alojamiento insalubre, mala alimentación y transporte, vigiladas o coaccionadas para evitar que escapen. La mendicidad forzada es otra forma de explotación, mediante la cual se utiliza a niñas y adultas mayores para inspirar lástima, aunque trabajan sin sueldo y con mísera comida.
Otra variante de la degradación femenina es la adopción ilegal de menores de 16 años o los matrimonios forzados, cuando obligan a la menor a casarse con el consentimiento de los padres a cambio de dinero. Más grave aún es la explotación a través de la venta de tejidos o células de la mujer, sin que exista no solo la autorización de la víctima, sino que en esas prácticas no está reglamentado el procedimiento médico, o se usa a la mujer para experimentación biomédica ilícita.
Así que antes de pensar en poner un monumento a la indígena en la glorieta a Colón -a quien mandaron a dormir el sueño de los justos en oscura bodega-, mejor instrumenten estrategias de seguridad pública, educación, salud y desarrollo social que salven a la mujer de las garras del crimen organizado.