¿Hasta dónde llegará la carrera del amigo del Presidente?
Miguel Ángel Rivera lunes 6, Sep 2021Clase Política
Miguel Ángel Rivera
“Históricamente el secretario de Gobernación siempre es un precandidato a la Presidencia de la República”.
La declaración corresponde al ex senador por el PRI y ex precandidato a gobernador de Tabasco, Humberto Mayans Canabal, quien, en 2018, cuando ya asomaba el tsunami provocado por Andrés Manuel López Obrador, que lo llevó a la Presidencia de la República, e hizo ganar a Morena varios gobiernos estatales y obtener amplias mayorías en las cámaras de Senadores y Diputados.
Aparte de conocimiento de la política nacional, Mayans Canabal estaba inspirado seguramente por su situación familiar, es esposo de Silvia López Hernández, hermana del ahora secretario de Gobernación y ex gobernador de Tabasco, Adán Augusto López Hernández y de Rosalinda López Hernández, administradora General de Auditoría Fiscal Federal y esposa de Rutilio Escandón Cadenas, ahora gobernador de Chiapas, también postulado por Morena.
Mayans Canabal es consejero externo de Pemex, postulado por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Aparte de su propia familia, los López Hernández son lo más cercano que tiene el primer mandatario.
El jefe de esa familia, el notario público Payambé López Falconi, fallecido apenas el año pasado, fue según todos los testimonios uno de sus principales sostenes políticos -y se dice que también económico- cuando más lo necesitaba, al inicio de campaña de protesta en contra de su ex partido, el PRI que le había negado la posibilidad de ser candidato a gobernador y que luego, según el ahora primer mandatario y sus partidarios, fue despojado de una victoria electoral mediante un fraude.
En esas fechas, con un PRI dominante casi en todos los ámbitos, nadie se arriesgaba a desafiar al poder, salvo algunos cuantos entre los que se distinguió el notario Payambé López Falconi.
“Don Payambé, hombre culto, cálido y generoso apoyó el movimiento democrático de Tabasco que en los años 80 encabezaba el Lic. Andrés Manuel López Obrador, cuando eso prácticamente era un crimen. Fue el fedatario de las actividades de nuestro naciente redoble revolucionario”, escribió en su cuenta de Facebook el ex alcalde de Huimanguillo, ex diputado federal y ex delegado regional de la Secretaría de Bienestar, Oscar Ferrer.
La ex diputada local y federal del PRD, Julieta Uribe Caldera, recordó también en Facebook que en 1991 el PRD presentó para su registro la lista a diputados de representación proporcional, ya que en ese año se renovarían el Congreso local y las 17 presidencias municipales.
Ella se encontraba en la lista, pero el gobernador priista Salvador Neme, “que quería evitar la presencia del PRD en la Cámara de diputados”, maniobró para negar el registro de las listas.
Entonces, “el licenciado Payambé se ofreció a ayudarnos a responder a esa injusticia con la ley en la mano” y, “con su sencillez acostumbrada, hizo el recurso de revisión que nos sirvió de base para dar la batalla legal y política que reparó esa injusticia”.
Una estrecha y firme relación política y de amistad
Esa relación política fortaleció la vinculación familiar. Aunque mayor a López Obrador, nacido en 1932, el ahora Presidente de la República, 21 años menor, fue su amigo y la relación de amistad se extendió, como se puede comprobar en la actualidad, a sus hijos, en particular a Adán Augusto, a quien el primer mandatario presentó como secretario de Gobernación como su “mi paisano, amigo y compañero entrañable”, quien es diez años menor.
Apenas designado, López Hernández se convirtió en automático en otro de los precandidatos de Morena a la Presidencia de la República para las cada vez más cercanas elecciones federales de 2024, algo a lo que ni remotamente se acercó su antecesora en el cargo, la ministra en retiro, Olga Sánchez Cordero, a quien se le negaron muchas de las atribuciones que ahora tiene el nuevo secretario de Gobernación.
Como dice el presidente López Obrador que ya no hay “tapados”, el nuevo titular de Gobernación debe ser considerado una de las “corcholatas” del primer mandatario y de hecho esto fue apreciado de inmediato por los profesionales de la política.
Resulta impresionante, por ejemplo, la recepción que tuvo López Hernández en el Palacio Legislativo de San Lázaro, convertido en ese momento en sede del Congreso de la Unión, al entregar el tercer informe de gobierno del presidente López Obrador.
Para empezar, la mayoría de Morena y rémoras le abrió -al parecer con la anuencia de la oposición- el salón de plenos que estaba vedado para los representantes del Ejecutivo desde que, como la gusta recordar al impresentable diputado del PT, Gerardo Fernández Noroña, Felipe Calderón Hinojosa tuvo que colarse en 2006 para rendir protesta ante el Congreso. Esto hace suponer que también hubo negociaciones o instrucciones de alto nivel para asegurarle trato privilegiado al recién designado funcionario federal.
Pero no fue la única señal, gran parte de los legisladores federales, diputados y senadores, de la mayoría oficialista y de la oposición, se acercaron a saludar al secretario de Gobernación y, como se acostumbra en la actualidad, a tomarse “selfies”.
Dice el presidente López Obrador que ya todo cambió, pero ese lento avanzar del secretario de Gobernación por el salón de plenos -según algunas crónicas- que duró casi media hora, más otros 15 minutos a la salida, hizo recordar la tradicional “cargada”.
Esta vinculación política y de amistad hace recordar otro episodio semejante de la historia reciente: la decisión del ex presidente Luis Echeverría Álvarez, para dejar como sucesor a su amigo de la juventud José López Portillo y Pacheco.
Lo parecido es el vínculo de amistad, pero hay diferencias entre uno y otro proceso.
Aunque la carrera de López Portillo en el servicio público se había iniciado antes de que su amigo Echeverría llegar a la Presidencia, su acelerado ascenso: subsecretario de Patrimonio Nacional; director de la Comisión Federal de Electricidad y, finalmente, secretario de Hacienda, no despertó tanto respaldo de la clase política en tan poco tiempo.
De hecho, muchos reconocidos analistas políticos apostaban que López Portillo nunca llegaría a ser titular del Ejecutivo. El gran favorito en esa época era otro titular de Gobernación, Mario Moya Palencia, y un “caballo negro” era el entonces secretario del Trabajo, Porfirio Muñoz Ledo, ahora conciencia crítica de Morena, al que por su rebeldía no se le permitió ni la reelección como diputado.
Al contrario de López Obrador, que expresó abiertamente sus estrechos vínculos de amistad con López Hernández, el ex presidente Echeverría, procuró evitar manifestaciones externas de cercanía con su amigo de juventud. De hecho, sus promociones se justificaron por su experiencia en la administración pública, por sus propios méritos desde finales del gobierno de Adolfo López Mateos.
En su libro de memorias, titulado Mis Tiempos, López Portillo escribió que su nombramiento como titular de la CFE no se lo comunicó su amigo el presidente, sino quien en esos momentos era su jefe inmediato, el secretario de Patrimonio Nacional Horacio Flores de la Peña.
El nombramiento que sí recibió directamente del Presidente fue el de secretario de Hacienda. Echeverría, que era dado a estar en gira continua, recibió a López Portillo en un autobús, quien le llevaba documentación para justificar el aumento de las tarifas eléctricas. Echeverría los desestimó y le dijo que había asuntos más urgentes.
“No señor director, siendo importantes las tarifas, hay cosas que lo son mucho más, como, por ejemplo, la Secretaría de Hacienda”, relata López Portillo, quien no tuteaba al presidente, a pesar de su antigua amistad. Todavía más formal fue el trato cuando escuchó, las palabras mayores:
“Echeverría estaba de buen humor y tuvimos frente a la mesa de trabajo un breve acuerdo sobre la Cuenta Pública y algunas disposiciones sobre el Presupuesto y la Ley de Ingresos. Después me invitó a sentarme en los sillones coloquiales de recia factura colonial, junto a la vitrina de la Bandera y brusca, aunque no inesperadamente, me dijo algo como esto: señor licenciado López Portillo, el Partido me ha encomendado preguntarle a usted si acepta la responsabilidad de todo esto” y con un gesto envolvió el ámbito del Poder Ejecutivo, concentrado allí, en el despacho de Los Pinos”.