Los ladrones de Palacio
Alberto Vieyra G. viernes 20, Ago 2021De pe a pa
Alberto Vieyra G.
En este pueblo no hay ladrones. Con ese título, Gabriel García Márquez hacía sus pininos como escritor en 1965 y en ese cuento narraba la aventura y el “infierno” en que se halla un pequeño pueblo, al descubrir que habían desaparecido misteriosamente las bolas de billar del único centro de diversión.
Y parafraseando a García Márquez, Andrés Manuel López Obrador se presenta en sociedad promocionando su décimo o tercer informe de gobierno en el que jura y perjura que “en Palacio Nacional ya no hay ladrones” y que su gobierno es la pureza de la democracia mexicana.
¿Y quién dijo que en Palacio Nacional estaban los ladrones, si el último que vivió en la sede del Poder Ejecutivo nacional fue el archi condecorado Porfirio de la Cruz Díaz Mori?
No, mire usted: La mayoría de los Presidentes ladrones han saqueado al país desde la casa presidencial, es decir, el Castillo de Chapultepec, primero, y luego la Residencia Oficial de Los Pinos. El primer saqueo lo llevaría a cabo en el siglo XX desde su casa en la colonia Juárez, Venustiano Carranza Garza y la depredación realizada por el Grupo Sonora, encabezado por Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregon Salido se llevaría a cabo también desde el Castillo de Chapultepec y de ahí pal´ real, los grandes saqueos de la nación han ocurrido desde la Secretaría de Hacienda y por órdenes expresas de los Presidentes de la República en turno desde la residencia de Los Pinos.
Pero para no ir muy lejos, los actos de corrupción que hemos visto en el actual sexenio de AMLO no han ocurrido en Palacio Nacional, como sucedió con sus hermanos los López Obrador recibiendo talegas de billetes del gobierno chiapaneco para vaya usted a saber qué infames propósitos de López Obrador. También, fuera de Palacio se han visto los trinquetes de la prima hermana del presidente, Felipa Guadalupe Obrador Olán, amasando contratos millonarios con Pemex por más de 50 millones de pesos y desde Palacio Nacional saldría la orden para “prestarle” 300 millones de pesos al ideólogo sexenal, Epigmenio Ibarra, para oxigenar su empresa Argos Media Group que estaba en quiebra total a la llegada de López Obrador al poder. Hoy, es un flamante empresario, igual que José María Riobóo propietario del Grupo Rioboo, el empresario consentido de AMLO que ha amasado millonarios contratos en el gobierno federal sin licitación alguna. ¿Eso cómo se llama, corrupción?
La corrupción no se ha acabado. Quien le crea a López Obrador que no hay corrupción en su sexenio y que “en Palacio ya no hay ladrones” es seguro que todavía cree en los Reyes Magos o en los huevos de gallo. Para que en México se acabe ese cáncer, necesitarían pasar 50 o 100 años, durante los cuales se echara a andar una educación de calidad para que México sea como Finlandia, una educación basada en valores y no en ocurrencias sexenales como esa de “llueva, truene o relampaguee” hay que volver a clases presenciales en agosto.
No, mire usted el promocional de AMLO para su informe del 1 de septiembre es puro choro mareador, puro jarabe de pico, puro jarabe endulzante para los oídos de los ingenuos. No pasará mucho tiempo en que AMLO se verá envuelto en los peores escándalos presidenciales en la historia y vaya que le sobran patrocinadores en la oposición, sobre todo entre los llamados “conservadores fifís”, a menos que lleguen a aplicar aquella máxima de la política azteca de “tapaos los unos a los otros”. Al tiempo.