Fue conquista, no resistencia
¬ Mauro Benites G. jueves 19, Ago 2021Municiones
Mauro Benites G.
El espectáculo del Zócalo capitalino para conmemorar los 500 años de la toma de Tenochtitlán por el ejército compuesto por más de 100 mil indígenas y ochocientos soldados al mando del capitán Hernán Cortés, ha resultado además de peligroso desorientador al decir que son 500 años de resistencia no de conquista, aunque no es por demás decir que la conquista la hicieron los más de 100 mil indígenas que se rebelaron contra el atroz, violento y antropófago imperio azteca.
Los historiadores, unos “hispanistas” y otros “indigenistas” han dado su versión, cada uno de acuerdo con sus emociones y sus intereses. Asi como el indigenista reniega, absurdamente, de la mitad de su sangre, el hispanista niega, asesina en sí mismo a la lejana primera madre india. Y, en todo caso el primero, al menos, cae del lado del más débil, simpatiza con el originalmente despojado, con el verdadero dueño de la tierra, con el vencido no por un mayor valor, sino por una técnica más avanzada. El desprecio de lo indígena, de lo cobrizo, de lo pobre, de lo tímido, que es, en el fondo, es anacrónico racismo, quienes presumen de ser “criollos por los cuatro costados” olvidan algunas cosas.
España está formada por una liga de numerosas razas. Originalmente, los españoles que no eran tales, pero quiero llamarlos así provisionalmente, vivían en tribus primitivas, ariscas, perdidos en las montañas. No poseían cultura alguna. Quienes hablan de “cultura hispánica” no saben lo que dicen. Son la cultura romana, la cultura goda, la cultura árabe, en liga a fuerza de guerra y de amor, de unión y rompimiento, que forman este complejo racial llamado “hispanidad”.
Hubo culturas indígenas, desde luego. Quedan ruinas, códices, esculturas, pinturas, para probar su existencia. Pero eran culturas neolíticas presididas por una teocracia feroz, por un militarismo el más odioso imaginable. Los nazis vienen a ser algo asi como el Ejército de Salvación, junto a los aztecas. No conoció el indio libertad algunas antes de la llegada de los teules. Era, en los mejores casos, tamemes. A veces, prisionero de La Guerra Florida, banquete para los vencedores enloquecidos por la sangre que pedía no Huitzilopochtli, no, sino su maldito sistema de gobierno y de religión, de conquista y de rapiña que era el imperio azteca, este comentarista prefiere que entre la vida indígena y lo que trajo España no cabe siquiera la comparación, a no ser que alguien tenga el genio chocarrero de Diego Rivera o de doña Eulalia Guzmán. Es cierto y me encargo de recordarlo y comentarlo siempre, que la Inquisición fue un enorme crimen; que la religión católica, en cuanto a su clero, a su rito, a su trabajo general, fue cómplices de la sangrienta conquista. LOS MEXICANOS SOMOS EL PRODUCTO MESTIZO DE ESA CONQUISTA.