México y el poder alterno
Armando Ríos Ruiz viernes 13, Ago 2021Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Un analista político observó —y me parece que con un enorme contenido de acierto—, que el Presidente condenó desde una mañanera, las amenazas que un grupo delictivo profirió en contra de los periodistas que cubren el conflicto que vive Michoacán, en materia de enfrentamientos. Señaló que la postura del mandatario es más que nada política, pero en el fondo, sólo una salida sin seriedad.
Es verdad, porque desde el inicio de su mandato, el presidente López no ha hecho más que denostar a la prensa, con nombres y apellidos. Se ha burlado frente a los que ven sus mañaneras, con nombres de los medios que aborrece. Con preguntas a los reporteros sobre qué diario representan, para soltar una retahíla de ofensas en contra. Inclusive, los ha comparado con sus preferidos, como La Jornada, a la que otorga un “CHAYOTE” más grande que el tamaño de su antipatía por muchos otros.
Su ignorancia ha rebasado su propio sentir. Porque no puede llamarse más que ignorancia (o quizá paupérrima inteligencia) al hecho de no reparar en que lo que diga un presidente, de cualquier país del mundo, tiene un peso descomunal. Sus manifestaciones diarias en contra de la prensa arrastran, por lo tanto, a todos sus chairos, a maldecir también a quienes escriben en medios de comunicación.
Concretamente, condenó las amenazas del Cártel Jalisco Nueva Generación contra los medios −especialmente contra Azucena Uresti− y hasta aseveró que es responsabilidad del gobierno la protección de todos los periodistas y todos los mexicanos. Obviamente, volvemos a lo mismo: ¿quién en su sano juicio creerá semejante mentira, como las que acostumbra a soltar todos los días, cuando sabemos que su gran estrategia consiste en abrazar a los delincuentes?
No dijo una palabra en cuanto a la clase de seguridad que será brindada a la periodista, a todos los comunicadores y a la sociedad en general. Eso quiere decir que continuaremos sometidos a su estrategia que no piensa abandonar jamás, de acuerdo con sus propias palabras, que ha repetido sin cansarse, porque no vislumbra nada más contundente para acabar con la criminalidad. O no quiere cambiarla, de plano.
Por eso se elucubra que la llamada de Kamala Harris, vicepresidenta de Estados Unidos, fue motivada por la ola de violencia que vive nuestro país y por la preocupación de la nación del norte, influida por nuestra vecindad. Claro, además porque nuestro mandatario ha pretendido igualarse, ponerse al tú por tú con el gobierno más poderoso del mundo, con acciones como la condena al pueblo cubano por protestar en contra de su dictador. Por el embargo y por otras razones.
Muy a pesar de mostrarse del lado de los periodistas y del pueblo, los hechos señalan lo contrario. La ligereza se esfuma en el viento y ofrece dudas de acuerdo con quien la manifiesta. Los hechos quedan cincelados en la mente. Los últimos apuntan que quien dedica gran parte de sus conferencias a hablar pestes de la prensa, no es digno de crédito, cuando dice que ahora si le preocupa el gremio.
De acuerdo con cifras oficiales, en México han asesinado a 43 periodistas hasta julio pasado, en lo que va de la presente administración. Un informe de la Secretaría de Gobernación así lo revela. Dice además que por lo menos otros 68 defensores de derechos humanos ha corrido la misma suerte. Sólo seis entidades cuentan con organismos locales de protección. ¿Es suficiente en un territorio siempre amenazado por los criminales? Bueno. También existen los abrazos.
Para creer en las palabras del Presidente, que alguien me diga ¿cuándo se ha implementado un sistema para combatir al crimen, en lo que va de este sexenio? ¿Quién ha conocido una estrategia real, encaminada a mermar el inmenso poder que han acumulado las fuerzas delictivas que han ensanchado sus territorios de poder, al grado que hoy los disputan como saben, a balazos, con la siembra de pánico en tierras habitadas por miles de inocentes?
Además, los delincuentes se saben impunes. Están seguros de ser el poder alterno al político. Las amenazas a la prensa y a otras instancias que consideren un estorbo continuarán y no solo eso. Podrían derivar en otros hechos lamentables, de esos que no se pueden remediar, una vez consumados.