Gobernadores en conflicto
¬ Augusto Corro jueves 12, Ago 2021Punto por punto
Augusto Corro
El gobernador panista de Chihuahua, Javier Corral, es uno de varios mandatarios estatales que buscan definir su futuro político.
Por lo pronto, ya dio el primer paso: fumar la pipa de la paz con el presidente López Obrador. En su visita al estado norteño, el tabasqueño fue elogiado por Javier Corral.
Los panistas locales se sorprendieron de las palabras de reconocimiento mutuo de ambos políticos.
Dijeron los blanquiazules que ya esperaban esa actitud del gobernador, pues no pudo llevar a su amigo Gustavo Madero al poder estatal, como anhelaba. Les ganó la partida María Eugenia Campos Galván, mejor conocida como Maru Campos, quien será la nueva gobernadora de Chihuahua, el estado más grande del país.
Por supuesto, el aún mandatario Corral no pudo contener su enojo y le dio salida al aplaudir al presidente López Obrador y su política.
Esa sesión de elogios entre López Obrador y Corral se interpretó como el aviso de un rompimiento del gobernador con su partido.
Surgió la idea de que el mandatario estatal podría continuar su carrera política en las filas del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Todo mundo sabe que el partido guinda está abierto para recibir a cuanto político lo desee sin importar su origen. En el Partido Acción Nacional (PAN) las pugnas internas son intensas. Se tiene la impresión de que perdió el rumbo.
¿O cómo explicar que su líder, Marko Cortés, tiene como aliados a los principales dueños de México Libre, el partido fracasado de los esposos Calderón-Zavala? Tras la derrota contundente en las elecciones presidenciales de 2018, los panistas no lograron recuperarse políticamente.
En la contienda electoral intermedia alcanzaron a hacer un papel más o menos decoroso, pero no fue suficiente para hablar de una jornada victoriosa.
Sin brújula, el destino de Acción Nacional está lleno de incertidumbre que se agudiza con la actitud de Ricardo Anaya, quien pretende por segunda ocasión convertirse en candidato presidencial. El partido blanquiazul vive, pues, tiempos difíciles, es débil su oposición al gobierno. Le hacen falta líderes. Ante esa ausencia de dirigentes, los “grillos” eternos, como de “El Jefe” Diego Fernández de Cevallos y Santiago Creel, los dos cartuchos quemados. Es posible que el guiño del gobernador Corral a Morena podría ser el anuncio de su interés por continuar su carrera política con los morenistas.
La última carta perredista
Silvano Aureoles Conejo, de Michoacán, es el último gobernador perredista. Es el sobreviviente de toda una crisis política del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Desde su nacimiento, esa organización política empezó a autodestruirse. Fueron las pugnas internas las que lo dividieron.
Y terminó como un partido más. Sus exdirigentes huyeron y se llevaron a sus simpatizantes. Muchos de los militantes y líderes encontraron refugio en Morena. Los perredistas se dieron ellos mismos la puntilla con la alianza partidista opositora integrada con el PAN y el PRI. Mezclaron el agua con el aceite.
Lo que fue un partido prometedor, el PRD terminó como propiedad de un grupo de vivales encabezados por “Los Chuchos”: Jesús Ortega y Jesús Zambrano. Su peor papel en la política fue su colaboración con el gobierno del presidente Enrique Peña, en el llamado Pacto por México. En el presente, el partido del sol azteca se encuentra en vías de extinción presionado por su pasado de cuentas pendientes.
En Michoacán, los últimos gobernadores fueron perredistas y nada hicieron para llevar seguridad y paz a la entidad. En el caso de Silvano Aureoles Conejo, los michoacanos ya le empezaron a preguntar qué hizo con los 16 mil millones de pesos que se recibieron durante su sexenio vías fondos federales. Lo que viene tiene preocupado al citado Aureoles Conejo, porque el que lo sucederá en el cargo, Alfredo Ramírez Bedolla, de extracción morenista, también le exigirá cuentas.
Luego del triunfo de Morena en Michoacán, el aún gobernador Aureoles Conejo se arma de documentos y un banco y fue a pedir audiencia a las autoridades de los más altos niveles. El propósito del mandatario era el de informar que la elección de gobernador de su entidad estuvo viciada por la intervención de la narcodelincuencia.
En México no le hicieron caso. Continuó su empecinamiento ante autoridades estadounidenses que lo recibieron con atención; pero solo se trató de un trámite sin importancia.
El único que escuchó con paciencia y plena atención al michoacano fue el secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Luis Almagro. Silvano le dijo al funcionario de la OEA que México puede volverse un “narcoestado”. Vamos a esperar pacientemente que sigue de las trapacerías del último gobernador perredista.
¿Usted qué opina amable lector?