El hubiera no existe, pero…
Roberto Vizcaíno jueves 28, Abr 2011Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
- La única verdad es que ahí cambió el rumbo del país, al sumirlo en el neoliberalismo, en el cual se remataron todas las paraestatales y los bancos propiedad de la nación, al tiempo que se empobreció y envileció a México
Las grandes decisiones políticas a lo largo de la historia y del mundo, están marcadas casi siempre por el dramatismo. Y es que la llegada al poder de unos significa en prácticamente todos los casos, la desgracia no sólo de sus contrincantes, sino de países enteros.
Eso podría haber ocurrido en México en 1981 con el derrumbe de Jorge Díaz Serrano, quien era el más firme prospecto para ser el sucesor del presidente José López Portillo, según lo confesó luego éste.
Justo con 60 años de edad, el muy rico y exitoso ingeniero Díaz Serrano, no sólo estaba en el ánimo más íntimo y en el profundo agradecimiento y reconocimiento del entonces Presidente de la República, sino que se había convertido en el salvador de las finanzas nacionales, a través del aumento inimaginable de la extracción y exportación de hidrocarburos, y de la modernización de la industria petrolera, para constituirse así en el más importante y prometedor personaje político que podría conducir el futuro del país con desarrollo y equidad, se decía.
País de jóvenes, son realmente pocos quienes recuerdan eso hoy en México.
De lo que no hay duda, es que el 6 de junio de 1981 cambió el destino de la nación. Ese día José López Portillo, el gran amigo y compadre de Díaz Serrano, lo cesó como director de Pemex y le canceló la posibilidad de ser su sucesor.
De no haber tomado esa decisión, López Portillo habría casi seguramente dejado a Díaz Serrano como su sucesor y evitado así la brutal llegada del neoliberalismo a México.
No habrían llegado a Los Pinos Miguel de la Madrid, ni Carlos Salinas, menos Ernesto Zedillo y ni Fox ni Calderón.
¿Qué podría haber ocurrido?
Sí, ya sé que “el hubiera” no existe, pero quizá un poco de imaginación, basada en hechos reales no vengan mal ante el fallecimiento del ingeniero Díaz Serrano, ocurrido el pasado lunes, a los 90 años de edad.
Nacido el 6 de febrero de 1921 en Nogales, Sonora, no sin grandes esfuerzos y carencias, logró el título de ingeniero mecánico electricista en la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (ESIME) del Instituto Politécnico Nacional.
A partir de ahí se constituye en un hombre exitoso. Primero logra una beca de Fairbanks Morse en Chicago, para luego ocupar un alto cargo en esa empresa, donde llegó a obtener los campeonatos nacional y mundial de ventas.
Entre 1956 y 1965, con 35 años de edad, creó después 6 empresas: Electrificación Industrial SA; Servicios Petroleros EISA; Perforaciones Marinas del Golfo (Permargo); Dragados SA; Compañía del Golfo de Campeche SA y Golden Lane Trirring, que operó en Galveston y Houston.
Permargo fue sin embargo su principal empresa. Constituida el 3 de octubre de 1960 con escritura pública 28,867, contó como accionistas a George Bush (padre), Jorge Escalante y quizá el caricaturista Abel Quezada. Bush sería luego director de la CIA y presidente de Estados Unidos.
Amigo y compadre de José López Portillo, con 55 años de edad y una importante red de contactos y socios dentro de la industria petrolera estadounidense, pero también con una amplia cultura histórica y artística, Díaz Serrano asume el cargo de director general de Pemex el 1 de diciembre de 1976, cargo en el que dura hasta el 6 junio de 1981.
En esos 4 años y medio coloca a México como el cuarto productor mundial de hidrocarburos. Y transforma la perspectiva de Pemex al revelar que el país cuenta no sólo con yacimientos que tienen unos 11 mil millones de barriles de petróleo, sino con una reserva superior a los 60 mil millones de barriles.
Su amistad y cercanía con López Portillo, y su conocimiento de la industria y el mercado petrolero, hacen que actúe con una casi total autonomía en la toma de decisiones de Pemex.
Bajo este impulso es que el Presidente lanza aquella frase que tanto se le criticó después:
“Tenemos que aprender a administrar la abundancia”.
López Portillo no decía mentiras. Los ingresos petroleros de México se multiplicaron y el mercado iba en ascenso.
De 900 mil barriles diarios de exportación se pasó a los 2.2 millones de barriles por día en 1980.
Otras frases que no ayudaron a Díaz Serrano fueron: “El petróleo es como los tomates o la piña: o se consumen o se pudren”. Sobre el gas natural comentó: “O se vende o se quema en la atmósfera”. Y remató: “México es rico.”
Eran palabras que partían de una realidad. La suya y la mundial en ese momento.
Pero a su lado se movían otros muchos intereses. Ahí estaban los secretarios de Patrimonio y Fomento Industrial -y por ello presidente del Consejo de Pemex, José Andrés de Oteyza y el de Programación y Presupuesto, Miguel de la Madrid, quien en su equipo tenía no sólo al grupo neoliberal más avanzado que encabezaban Carlos Salinas, Francisco Labastida, Rogelio Montemayor, José Córdoba Montoya, Manuel Camacho y otros, sino a los más queridos por López Portillo: su hijo José Ramón y a Rosa Luz Alegría.
Todo un blindaje de preparación y afectos.
Oteyza y De la Madrid aspiraban a ser presidentes. Pero Díaz Serrano se los brincaba un día sí y el otro también. Acordaba diario y directamente con su amigo el Presidente, a pesar de que los otros dos formaban parte prominente del Gabinete Económico. Su circunstancia hacía que al director de Pemex las pequeñas y grandes intrigas no le preocuparan.
En febrero de 1981, al cumplir los 60 años de edad, era el puntero en la carrera presidencial. Orador principal de la IV Reunión de la República, el evento que reunía a lo más importante del poder político bajo el régimen de López Portillo, el 5 de febrero de 1981, en Hermosillo, Díaz Serrano, pasó de ser técnico para inaugurarse como político:
“La Revolución Mexicana no está terminada y la Constitución no es un texto inerte… son instituciones que nos dan el frescor de un nuevo impulso y los problemas que nos acechan no nos agobian, por más arduos que sean. Este es un momento decisivo, en que está en nuestras manos iniciar el despegue… el Estado mexicano seguirá afirmando su papel protagonista al lado de los obreros y campesinos y no cederá a nadie su derecho a regir la economía del país y manejar directamente los recursos básicos que la Constitución le confiere.
“Dejemos atrás la época de los proyectos tímidos y pequeños, lanzándonos a una existencia plena con mayores alcances, porque tenemos a nuestra disposición medios idóneos y porque estamos dispuestos a no desperdiciarlos por la inconsciencia o el despilfarro.
“Usted -le dijo a su amigo- es el autor de la confianza política de los mexicanos, del auge petrolero y del resurgimiento de la economía del país.
“Entre el México de finales de 1976 y el de hoy existen enormes diferencias. Aquel era un país lleno de zozobra (el de Echeverría): ésta es una nación segura de su destino”.
Pero se movieron las variables petroleras internacionales. El mundo se saturó de petróleo y en mayo-junio de ese 1981 bajaron los precios. Díaz Serrano lo informó a su compadre y amigo y este le dio permiso de bajar precios, pero lo invitó ponerlo en consideración del gabinete económico antes.
Díaz Serrano no lo hizo. Presionado por las circunstancias se adelantó y bajó 4 dólares el precio del barril de petróleo mexicano. Oteyza y De la Madrid aprovecharon la circunstancia y envenenaron a López Portillo en contra de Díaz Serrano.
¿Cómo que no le esperó señor Presidente? ¿Así va a ser cuando lo suceda?
Y López Portillo lo cesó el 6 de junio de 1981.
El Presidente intentó protegerlo y lo hizo primero embajador de México en la Unión Soviética y luego senador por Sonora.
No lo logró. El 30 de julio de 1983, una vez presidente, sumido en el rencor, Miguel de la Madrid lo metió a la cárcel donde duró hasta el 30 de julio de 1988. Lo acusó de haber comprado con sobreprecio un par de barcos para Pemex. La verdad es que Díaz Serrano era inmensamente rico desde antes y esa ganancia ilícita no significaba nada ante su fortuna y frente a la perspectiva de ser Presidente de México.
La única verdad es que ahí cambió el rumbo del país. Fue cuando nos impusieron el neoliberalismo, en el cual se remataron todas las paraestatales y los bancos propiedad de la nación, al tiempo que se empobreció y envileció a México. Ahí se torció todo.
Y sí, ya sé que el hubiera no existe, pero…