Los horrores de San Fernando
Ramón Zurita Sahagún jueves 28, Abr 2011De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
(I de dos partes)
Esta es una pequeña historia de lo que sucede en esa población de Tamaulipas, narrada por uno de los escasos sobrevivientes; por su importancia, la compartimos, excusándonos de las palabras altisonantes contenidas en ella.
El autobús de la línea ADO hacía su parada obligatoria en la ciudad de San Fernando, Tamaulipas con destino a Reynosa. Llegaron a la terminal, bajaron dos personas y subieron 4, haciendo un total de 15 pasajeros en el autobús. Salió de la terminal para seguir su ruta, eran las 8 y media de la noche del 25 de marzo del 2011, salieron rápidamente del pequeño pueblo, no querían ser víctimas de los delincuentes que operan en la ciudad, sin embargo, esa noche sería la última que temerían, pues ya los estaban esperando. Las calles de San Fernando se vacían a las 6 de la tarde. El pequeño poblado queda como pueblo fantasma al caer la noche, nadie sale de sus casas, todos se resguardan por el miedo a “Los Zetas”. Sólo se pueden ver algunas camionetas de lujo circulando por las calles vacías, nadie se quiere topar con ellos. El autobús iba saliendo de la ciudad, el chofer miró a lo lejos unas camionetas atravesadas a mitad de la calle y unos hombres encapuchados empuñando sus AR-15, en ese instante supo que todo había acabado. Los hombres le marcaron el alto al autobús, el chofer tuvo que detenerse. Los hombres se acercaron al autobús apuntando sus armas y gritando: “abre la puerta”, “muévete hijo de…. si no quieres que te pegue un tiro”, el chofer temblando abrió la puerta del autobús, al instante subieron los hombres armados, uno de ellos le dio un golpe en la cara con su arma al chofer, mientras otros dos entraban al área de pasajeros gritando “ya se los cargo la…. a todos”, las personas que estaban a bordo estaban aterrorizadas, las mujeres lloraban y los niños se abrazaban a sus padres llorando, todos estaban en desconcierto, pensaban que sólo era un asalto, pero no era así. Le ordenaron al chofer siguiera conduciendo, lo llevaron por varios metros de la carretera hasta llegar a una brecha, le indicaron que entrara por ahí, recorrieron 10 kilómetros aproximadamente en la terracería, los más largos en la vida de los pasajeros. Llegaron a una parte muy amplia y sin monte, en medio de la nada, alguna parcela, no sé, estaba muy oscuro. Ahí se encontraban 20 camionetas aproximadamente de lujo, y también tres autobuses de varias líneas, unos tenían impactos de bala, las llantas ponchadas, los vidrios rotos. El hombre le indicó al chofer que detuviera la unidad, ahí separaron a hombres y mujeres, les ordenaron a todos los hombres que bajaran de la unidad. Bajaron aproximadamente 8 hombres que iban desde los 15 hasta los 50 años, aproximadamente. Los formaron abajo del autobús, y unos hombres se acercaron a ellos y empezaron a clasificar a los hombres, sacaron a los que veían que estaban viejos o débiles, sacaron a dos ancianos y dos que parecían enfermos, los amarraron de pies y manos y los llevaron con un grupo similar. A los que quedaron les ordenaron que se quitaran la camisa y que esperaran ahí. Todos se dirigían a una de las camionetas estacionadas y gritaban “háblenle al comandante”, ahí se hiso presente ese hombre, que tenia vestimenta de comando en color negro, con chaleco antibalas y fornituras por todos lados, todos se dirigían a él como “comandante 40”. El hombre se acercó a los que habían bajado del autobús y les dijo con voz enérgica, tipo militar “a ver, el que quiera vivir que lo diga de una vez”, pero nadie contestó, todos miraban al suelo, ni siquiera podían levantar la mirada por el temor. Un joven como de unos 15 años se orinó de miedo en sus pantalones, mientras visiblemente se veía que temblaba fuertemente como si tuviera frío y las lágrimas corrían por sus mejillas. El mentado “comandante 40” sacó su arma corta de la fornitura y sin titubear le pegó un tiro en la frente, el muchacho se desplomó de inmediato, mientras los otros hombres lo veían temblando aún más de miedo. “Quien más es maricón”, preguntó el comandante. Nadie respondió. “les preguntaré por última vez, quien quiere vivir”, esta vez lo hizo gritando. Y todos los hombres levantaron la mano. “Bien, se les hará una prueba a ver qué tan chin… son, el que lo logre sobrevivirá, el que no, se chin…”, en eso le habló a varios de los hombres que estaban en otras camionetas y les dijo “traigan los marros” y los hombres trajeron un mazo para cada hombre. “A ver, la transa es así, se van a poner en parejas y se van a partir la ma…., el que sobreviva se viene con nosotros a jalar y se salva, el que no, pues se lo cargó la ch….”, eso dijo en tono sarcástico, mientras sus hombres reían. Los pasajeros quedaron pasmados por la noticia, no podían creer que fuera cierto lo que les ordenaba aquel individuo que más bien parecía nazi que narco. Todos tomaron su mazo y se pusieron en parejas y veían a su contrincante con una mirada de miedo. “Órale! Pártansela”, dijo el “comandante 40”. Continuará…
MURIÓ GUSTAVO MORA
Periodista por más de 50 años y parte de una familia dedicada al ejercicio por ocho décadas, Gustavo Mora fue un columnista acucioso y creador de un estilo festivo.
Se adelantó en el viaje, un abrazo solidario a su familia.