Veinte millones de votos, ja, ja, ja; diez medallas olímpicas, ja, ja, ja
Miguel Ángel Rivera viernes 6, Ago 2021Clase Política
Miguel Ángel Rivera
Lo peor que le puede ocurrir a un político no es recibir furibundos ataques de sus adversarios o ser víctima de “fuego amigo”, ni siquiera ser acusado, con base o sin ella, de delitos del fuero común. No, lo peor es que se rían de ellos.
Un ejemplo de ello fue el entonces presidente del PRI, Jorge de la Vega Domínguez, quien fue personaje central de dos episodios fundamentales en la historia del México moderno.
Fue, por ejemplo, comisionado del gobierno federal para dialogar con los dirigentes del movimiento estudiantil y popular de 1968, que ya se sabe terminó de manera trágica con la matanza de la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.
En lo personal, salvo un breve periodo durante el cual estuvo alejado de la atención del público, De la Vega tuvo después una sobresaliente carrera, que lo llevó a ser, entre otros cargos, director de Conasupo, ahora Segalmex (Seguridad Alimentaria Mexicana), gobernador de su natal Chiapas, secretario de Industria y Comercio y hasta ser considerado precandidato presidencial.
Como presidente del PRI fue personaje central de otro de los episodios más trascendentes del México contemporáneo: el rompimiento del hasta entonces invencible PRI, por el surgimiento de una denominada Corriente Crítica que exigía métodos democráticos para la elección de candidatos y dirigentes.
El entonces presidente de la República, Miguel de la Madrid, no soportó la rebelión y De la Vega fue el encargado de operar la expulsión de los disidentes encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y entre los que estaban Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Rodolfo González Guevara, Gonzalo Martínez Corbalá y otros notables cuadros de la “familia revolucionaria”.
Con esa fractura se previó que el PRI resentiría la pérdida de gran cantidad de votos, como efectivamente ocurrió y, al cabo de los años, mediante el primero llamado Frente Democrático Nacional y recientemente “Juntos Haremos Historia” que llevó a la victoria al también ex priista Andrés Manuel López Obrador, quien recibió la estafeta de Cárdenas Solórzano.
Como una forma de contrarrestar el anunciado impacto por la salida de los disidentes, al operar la designación de Carlos Salinas de Gortari como candidato presidencial, de la Vega anticipó otro holgado triunfo para el candidato oficial y ofreció 20 millones de votos.
Salinas triunfó, pero su victoria fue repudiada, bajo el argumento de un supuesto fraude, conocido popularmente como “la caída del sistema” (el principal acusado, Manuel Bartlett Díaz, colabora ahora con el gobierno de López Obrador, como director de la CFE).
De la Vega resistió todos los embates, mientras la lucha se dio e tribunales y en la Cámara de Diputados, donde entonces se calificaba la elección presidencial
Lo que no resistió fue la burla ni las risas. El movimiento opositor adoptó como grito de guerra la expresión: “20 millones, ja, ja, ja”.
El retintín tuvo más éxito porque Salinas de Gortari no llegó ni a la mitad de la meta prometida. Oficialmente, con todo y el supuesto fraude, se le reconocieron 9 millones 687 mil 926 sufragios, para 42.2 por ciento de la votación.
¿Dónde quedaron
las medallas?
Todo este preámbulo viene al caso porque estamos, hoy, viernes 6, estamos a dos días de la clausura de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 (porque se pospusieron un año debido a la pandemia por el coronavirus) y la presencia de México en el medallero aparece en los últimos sitios, con sólo tres medallas de bronce.
Esto no es novedad, México no ha sido sobresaliente en las contiendas deportivas, sean de aficionados o profesionales. El mayor éxito en Juegos Olímpicos se logró en casa, en el ya lejano 1968, cuando se obtuvieron 9 medallas, tres de oro, tres de plata y las restantes de bronce. Después, sólo triunfos ocasionales, producto del esfuerzo personal de los atletas, que no de la organización deportiva, pues el Comité Olímpico Mexicano y varias federaciones viven bajo las acusaciones de irregularidades, sobre todo en el manejo del dinero oficial que reciben, pero del que no rinden cuenta, pues el Comité Olímpico Internacional proscribe la injerencia de los gobiernos en la conducción del deporte “amateur”.
Una de las atletas que se declaró “hastiada” de la corrupción fue la velocista Ana Gabriela Guevara, una de las muy contadas figuras mexicanas en el atletismo, quien fuera campeona mundial en su especialidad, la carrera de 400 metros planos, y logró una medalla de plata en los juegos de Atenas (2004).
Con esa bandera de enemiga de la corrupción, la atleta incursionó en la política y, como parte del tsunami generado por Andrés Manuel López Obrador en 2018 resultó elegida senadora por su natal Sonora, bajo la bandera del dizque izquierdista Partido del Trabajo (PT), integrante de la coalición Juntos Haremos Historia, sustento de la ahora llamada Cuarta Transformación.
En lo que se consideró una exitosa elección, el presidente López Obrador designó a la ex atleta titular de la Comisión Nacional del Deporte (Conade), el organismo oficial encargado de promover el deporte y tratar de contener los desmanes en las filas del Comité Olímpico Mexicano.
Por desgracia, la atleta-política ya tenía metas más altas. Había sucumbido al “cultivo”, los elogios permanentes de quienes la rodean, y la consideraban capaz de llegar al gobierno de su estado.
En una apenas encubierta campaña en Sonora, Guevara se distrajo de su tarea en la Conade, donde se denunciaron irregularidades al grado que fue acusada de irregularidades en el manejo de los recursos.
Además, en respaldo de la política de austeridad de la llamada Cuarta Transformación, primero aceptó un recorte en su presupuesto, como parte de los ajustes al gasto federal y, luego, lo peor, extinguió el Fondo para el Deporte de Alto Rendimiento (Fodepar) usado para fomento de las disciplinas olímpicas y pagar becas vitalicias a medallistas olímpicos.
“Solicito su intervención para que gire sus apreciables instrucciones a quien corresponda para que se proceda a la elaboración del convenio de extinción (del Fodepar), a fin de dar por terminada la relación contractual existente”, señala Ana Gabriela Guevara en un oficio que dice tener en su poder de Forbes México.
No obstante, la directora de la Conade ofreció ante el presidente López Obrador que los deportistas podrían obtener en Tokio 10 medallas, una más de las logradas en México 68.
Premios a la mediocridad
Promesa fallida. En vez de preseas, lo que llegó de Tokio fueron quejas y denuncias de los atletas que no reciben ayuda oficial y dependen sólo del esfuerzo de sus familias y amigos. Por ejemplo, la gimnasta Alexa Moreno -que venció burlas y toda clase de resistencias- reveló que tuvo que comprar equipo para desarrollar sus capacidades porque el Centro Deportivo Olímpico Mexicano, popularmente conocido como CDOM, estaba cerrado desde 2019, primero por falta de presupuesto y luego, supuestamente, por la pandemia de Covid-19.
En 2019 el titular del Comité Olímpico Mexicano, Carlos Padilla, confirmó que el CDOM permanecería cerrado debido a que no contaban con los recursos federales para trabajar.
A pesar de la falta dinero, hubo posibilidad de integrar un equipo “amateur” de softbol, el deporte clon del beisbol, el predilecto del presidente López Obrador, con casi la totalidad de su elenco integrado por muchachas de origen mexicano, pero nacidas y residentes en los Estados Unidos, a las que por supuesto se les tuvo que pagar por lo menos el desplazamiento.
Por ello no debió sorprender que al quedar fuera de las medallas, esas jóvenes lanzaran al cesto de la basura sus uniformes. De nada les iban a servir en sus lugares de residencia.
Ante los negativos resultados esperaba una reacción contundente por parte del primer mandatario que no podrá exhibir otro triunfo de la llamada Cuarta Transformación. Tal vez un plan para rescatar e impulsar el deporte de excelencia.
En vez de ello, con su política de “abrazos y no balazos”, antes que proceder a un ajuste de cuentas o asignar más recursos, el primer mandatario ofreció premiar hasta quienes quedaron en cuarto sitio.
No se trata de demeritar el esfuerzo de los atletas nacionales que, como advertimos, por sus propios medios se esmeran por sobresalir, pero en vez de anunciarse un programa de desarrollo de la excelencia, se ofrece premiar la mediocridad.