¿Combate a la corrupción?
Armando Ríos Ruiz viernes 6, Ago 2021Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Desde que estuvo en campaña, que fueron tantos años como las historias que se pierden en la noche de los tiempos, el presidente López habló hasta por los codos de su prurito de acabar con la corrupción. El discurso taladró el oído de muchos mexicanos, que acabaron por creer cada palabra, hasta el punto de endiosarlo. De creer que al fin, el cielo se había compadecido con México y le envió un dios para curar el peor de los males, sembrado por todos los presidentes que hicieron costumbre histórica la práctica de actos de corrupción.
El mandatario anterior, Enrique Peña Nieto, se encargó de acabar con la paciencia de ese número descomunal de mexicanos, porque su pobre inteligencia no le dio más que para continuar con el añejo y reprobable estilo con cinismo desbordado. Como no había nadie que se hubiera identificado con los electores, como lo hizo el actual Presidente, logró le creyeran palabra por palabra sus grandes intenciones de cambio absoluto, de dar un viraje drástico, de lo malo a la excelencia. Resultado: las urnas se llenaron a favor del candidato de Tabasco.
Para mantener a quienes votaron por él, instaló la conferencia matutina, cuyo ejercicio había iniciado desde que fue jefe de Gobierno de la hoy Ciudad de México, que en realidad no ha servido más que para este propósito. Ni siquiera para dictar línea a sus colaboradores. Sino como especie de circo que sirve de tribuna para fustigar a quienes considera sus enemigos.
O adversarios, como él denomina a quienes no comulgan con su forma disparatada y corriente de gobernar. Desde allí logró crear una profunda división entre los mexicanos. Desde ahí lanza denuestos, un día sí y otro también, a la prensa, a los neoliberales, a los conservadores, a los fifíes. Hoy, quienes ayer no sabían qué era el “chayote”, replican, porque escuchan a su maestro. Hoy, sus discípulos llaman conservadores a los que no creen en su guía, sin saber remotamente lo que significa la palabra.
No obstante que diariamente, se encuentre en donde se encuentre, habla del pasado y de la corrupción, de su combate, sólo un grupo, menos numeroso que el que le dio el voto, continúa creyéndole hasta quedarse sin respiración. Sin embargo, los números desmienten sus dichos. La realidad es diferente a la que pregona. La corrupción no ha disminuido. Ha aumentado y los terrenos que pisa están infestados con esa peste.
Expertos afirman que no hay avances en esa materia, debido a que “no se han atacado las causas estructurales e institucionales del problema”. El profesor e investigador del Colegio de México, Fernando Nieto, sostiene que los datos muestran que la corrupción es muy alta en la medición nacional e internacional.
En su Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública de 2019, el Inegi, una institución por demás creíble, asegura que 87 de cada 100 mexicanos piensa que la corrupción se despliega de manera frecuente o muy frecuentemente en el territorio nacional. La tasa de incidencia de actos de corrupción por cada 100 mil habitantes, fue de 19.2 por ciento mayor a la registrada en 2017, al pasar de 25 mil 541 casos a 30 mil 456.
Conste que habla del último año del gobierno más corrupto de la historia, hasta ese momento, y del gobierno en que se combate ese fenómeno, al menos en la cabeza del Presidente.
“Mientras que la tasa de prevalencia de las víctimas de corrupción también creció en 7.5%, al pasar de 14,636 víctimas por cada 100,000 habitantes en el 2017 a 15,732 en el 2019”. El Inegi también estima que “a nivel nacional, el costo de los actos de corrupción ascendió a 12,769 millones de pesos en el 2019 (3,822 pesos promedio por persona afectada). Dicha cifra total, representó un aumento de 64% con respecto al 2017 cuando era de 7,780 millones de pesos”.
Los llamados chairos, o enamorados del mandatario no leen y esto ofrece una ventaja para él, porque los mantendrá idiotizados el tiempo que quiera. Pero ahí están los datos, que no es posible vaciar aquí. El informe es largo.