Subconsciente traidor
Armando Ríos Ruiz miércoles 21, Jul 2021Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
¿Qué quiso decir el Presidente cuando señaló que “si no logra pacificar al país por más que se haya hecho, no se podrá acreditar históricamente al gobierno de la Cuarta Transformación?” ¿A lo que añadió que “continuará su política de abrazos, no balazos, aunque sus opositores se burlen?”
Tales palabras parecen el reflejo de una traición de su subconsciente, que como regla, ocurre sin utilizar la mínima reflexión y que afloró como el sentimiento de que lo que en realidad desea. Muchos toman como una verdadera vacilada la receta de abatir el crimen con abrazos y con denuncias a las madres de los malosos, de su mal comportamiento.
Para el Presidente es otra cosa. Es bastante serio llevar a efecto esa ocurrencia. Lo dijo y lo repite sin cansarse. Da muestras de que no cederá ante lo notorio que es que, a tres años en el poder, haya cero resultados. Sin acudir a los estudios serios que reflejan los altísimos índices de inseguridad y de violencia, se nota a simple vista que la táctica simplemente no sirve.
Decir que si no logra pacificar al país no acreditará a su gobierno, se traduce en que, aunque le lleve la vida misma incrustado en la Presidencia, habrá de cumplir con la pacificación, que en esos términos se ve imposible. Dijo una cosa y su subconsciente se encargó de revelar otra.
Se encargó de traducir la intención que debe quemarle, de hacer los arreglos legales necesarios para perpetuarse. Existen muchos indicios. Como la copia que existe en la impresora de su cabeza, de todo lo que hizo Hugo Chávez para entronizarse en la presidencia de Panamá, que él repite con puntos y comas.
Se reunió con los 17 gobernadores electos y en funciones de su partido, porque se trata de un problema que atañe a los tres niveles de gobierno. Dijo en una mañanera. Pero hay que tener muy claro que todos los gobiernos están rebasados por el crimen. Que su pretendida ayuda no servirá tampoco y que la única vía que les queda es coludirse para que los dejen trabajar en paz.
¿Quién podría afirmar que en Morelos, los índices de criminalidad ya bajaron, gracias a la atinada conducción del estado del futbolista Cuauhtémoc Blanco, quien lejos de gobernar se dedica a jugar golf y a dejar en manos de parientes el curso del diario acontecer?
¿Quién puede asegurar que en Veracruz, la gente aplaude el atinado gobierno de Cuitláhuac García, en donde mucha gente pacífica es obligada a vender droga a punta de pistola y con exitosos resultados, si se quiere conservar la vida? Esto, además de otras maniobras de los poderosos maleantes.
Los gobiernos de los estados están sometidos. Hay que recordar, por ejemplo, que cuando Héctor Astudillo, de Guerrero, apenas había ganado las elecciones, un grupo de delincuentes armó una balacera a unos pasos de donde cenaba. ¿Por qué? Para hacerle ver que nada puede hacer frente a ellos. Que si hubieran querido, le hubieran disparado a él. Que se trataba de una advertencia para hacerle sentir quién manda y mucho más.
Aún, el Presidente dijo en su mañanera: “Tengo confianza que vamos a seguir avanzando hasta pacificar al país, es un desafío, es una responsabilidad, es una convicción. Si no terminamos de pacificar a México por más que se haya hecho, no vamos a poder acreditar históricamente a nuestro Gobierno” ¿En qué diablos hemos avanzado?
Uno de tantos y tantos ejemplos: en Aguilillas, Michoacán, existe una situación que mantiene en jaque al pueblo entero. Allá se han dado cita muchos grupos delictivos que se disputan el territorio, estratégico para el trasiego de droga, tanto la que proviene del mismo estado, como de Guerrero. El problema apareció desde finales del año pasado y es el momento en que no se ha solucionado un poco.
A lo mejor el gobernador Silvano Aureoles, le llevaba información que podía coadyuvar en la solución del terrible momento que vive esa población, cuyo final no es posible avizorar. Pero ni siquiera lo recibió.