Revolución en Cuba
Armando Ríos Ruiz viernes 16, Jul 2021Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
A mediados de los años 1950, 82 jóvenes entrenados en México, se hicieron a la mar en el yate “Granma”, para regresar a Cuba, la isla que los vio nacer. El líder era Fidel Castro Ruz. Educado en la capital de la isla, en donde estudió Derecho, concibió ideas de acabar con el gobierno represor y corrupto de Fulgencio Batista. El asalto al Cuartel Moncada lo llevó a la cárcel y tras ser liberado, viajó a México, para evitar otro encierro, para entrenarse y para volver.
En Cuba, remontó la Sierra Maestra e inició una serie de guerrillas. Recuerdo un libro escrito después de la victoria de los barbudos por uno de sus tantos biógrafos, que describe que en el asalto al cuartel, fue capturado con otro jovencito. A ambos les trituraron los testículos con pinzas. Luego de reponerse fueron puestos en libertad. Apuntaba el autor del libro: “con todo y eso continuaron siendo más hombres que sus verdugos”.
El primero de enero de 1959, Castro proclamó la victoria de la revolución en Santiago de Cuba. El triunfo, se sabe, fue alcanzado gracias a la participación del pueblo cubano y de Estados Unidos. Aunque la intervención de los últimos no fue gratis. Estaba acostumbrado a imponer a mandatarios en toda América Latina, obedientes a sus órdenes y deseos.
Cuba estaba convertida en el más grande lupanar del mundo. Además, era visto como punto estratégico para vigilar a todos los países latinoamericanos e inclusive de muchas partes del planeta. Allí se haría instalar armamento de dominio dirigidos a todos los confines del orbe.
Castro Ruz tenía buenas ligas con la Unión Americana. Pero no consintió en ser su servidor, como los anteriores. Fue condenado a sufrir un embargo económico que inició con la no compra de azúcar, uno de las principales fuentes de subsistencia. Entonces, Castro la vendió a Rusia.
En aquella época no fuimos pocos los admiradores del castrismo (me incluyo). Muchos estudiantes abordaban aviones y a punta de pistolas los desviaban a la isla caribeña, para congraciarse con el comandante Castro, el revolucionario convertido ya en máximo mandatario.
Pero como suele ocurrir en cualquier dictadura, los años transcurrieron. El comandante se encariñó con el poder y se transformó. Cuba no salió de su atraso y de su miseria. Por el contrario, ambos fenómenos se agravaron y se extendieron por más de 60 años. Cambió las mentes de los habitantes, que también admiraban a su libertador. Lo mismo que de las nuevas generaciones.
Hace poco tiempo tuve oportunidad de visitar la isla. De disfrutar la maravilla de su arte en el rubro musical. De coludirme con muchos cubanos, blancos y negros, con quienes compartí la alegría de sus sones y la ejecución de instrumentos. Con quienes me comprometí a volver y a buscarlos. Inclusive me ofrecieron abandonar la idea de hospedarme en un hotel y hacerlo en sus casas.
Tuve también oportunidad de descubrir su hartazgo, después de tantos años sometidos a alimentarse racionados. De vivir sin libertades plenas. De no poder aspirar a superarse en muchos ámbitos. Salvo en lo que sus cuerpos, aptitudes, habilidades, puedan proporcionarles. Había dolor, desesperación, miedo, ganas de gritar su rechazo al gobierno.
Un día comenté a uno de los amigos, que vi y escuché a un individuo gritar en la calle, palabras más, palabras menos: “¡somos 11 millones de cubamos hambrientos! ¡Muera el régimen! ¡Muera Castro! De inmediato me respondió: “lo van a buscar. Lo van a meter a la cárcel y quién sabe qué más”
Hoy, el nuevo mandatario, Miguel Díaz-Canel, parece alentar la decisión del pueblo a levantarse en armas nuevamente. Las demandas populares parecen haber despertado sus inclinaciones de dictador violento y decidido. El pueblo, como siempre incomprendido y abandonado, ha vuelto a inundar las calles y a encontrar represión.