El “mentirómetro” de AMLO
Freddy Sánchez martes 6, Jul 2021Precios y desprecios
Freddy Sánchez
“El que se lleva se aguanta”…
Algo así debió advertirles el ex Presidente Echeverría a quienes a nombre de los medios de comunicación le solicitaron ampliar la libertad de expresión de la prensa.
En una reunión del polémico ex jefe del Ejecutivo (según lo revela una de las anécdotas no desmentidas del aludido), franca y abiertamente retó a sus peticionarios a que desde el día siguiente, si querían decir lo que fuera sobre el gobierno, se atuvieran a lo que se dijera de ellos desde el gobierno, sin la más mínima consideración ni mesura.
A decir del relator del supuesto encuentro presidencial con los hombres de la prensa, éstos últimos optaron por no insistir en su reclamo y prefirieron tratar otro tema. Cierto o falso lo platicado, que sirva para referir lo sucedido actualmente con el presidente López Obrador.
Quien, sorprendiendo a propios y extraños, incluyó en su conferencia mañanera una nueva sección: “Quién es quién en las mentiras”.
El resultado fue la molestia y cesura de colegas periodistas, en especial los aludidos con afán de reproche a su desempeño periodístico, con motivo de la apertura de lo que se antoja será motivo de muchas otras réplicas de la prensa hacia el huésped del Palacio Nacional.
Andrés Manuel, prácticamente solazado (lo que quizás en su tiempo hubiera querido hacer Luis Echeverría), acusó de mentirosos a los primeros periodistas que aparecieron como candidatos a lo que podría ser catalogado como “la demolición de la reputación”, de aquellos autores de dichos o escritos que al Presidente pudieran parecerle en el futuro algo ajeno a la verdad e inclusive calumnioso.
La idea que supuestamente tendría el ex presidente Echeverría queriendo develar información confidencial sobre lo que los periodistas solían hacer en su relación con autoridades oficiales, obviamente, afectaría la reputación de varios de los aludidos, dándose a conocer presuntas conductas inmorales de distinta índole, con la intención expresa de “satanizar a ciertos comunicadores”, lo que no ha sido el caso por lo pronto con el segmento de: “Quién es quién en las mentiras” de López Obrador.
De lo que se ha tratado, por el momento, es de tildar como una especie de mitómanos mal intencionados a los profesionales de la comunicación merecedores, a criterio del Presidente, de un desmentido a sus colaboraciones periodísticas.
La cuestión es que sin llegar a convertirse en una serie de acusaciones por conductas indebidas o declaradamente ilegales, por parte de los “incriminados” por la censura de Andrés Manuel, la molestia no ha sido menor entre diversos analistas del nuevo quehacer informativo del presidente en sus conocidas “mañaneras”.
En apoyo a la buena imagen de los periodistas, hubo reacciones entre políticos e intelectuales, considerando que la actitud presidencial de querer actuar como “el gran censor de los medios de comunicación”, es inaceptable.
Y es que en las funciones primordiales del gobierno está gobernar, del mismo modo que la función básica de la prensa es la de criticar lo que a juicio de criterios independientes y autónomos (ajenos a los comunicadores al servicio de intereses a favor o en contra del gobierno), debe ser objeto de señalamientos acerca de posibles fallas cometidas en detrimento del interés colectivo.
En ese tenor, cabría mencionar pues, que si bien no todas las críticas al gobierno pueden ser objetivas e imparciales, tampoco lo son las loas y los notorios propósitos periodísticos de ocultar errores institucionales.
Aquello que llegó a decir López Portillo de que: “no les pago para que me peguen”, suele llevar a la creencia de que entre ciertos funcionarios y periodistas hay arreglos de naturaleza distinta y cuando no es así, fluyen sin tapujos las críticas a las pifias de gobierno. Y la presunción social de que esto persiste le resta imparcialidad al “mentirómetro” de AMLO.