Perseguidos sociales
Freddy Sánchez jueves 24, Jun 2021Precios y desprecios
Freddy Sánchez
De que los hay, los hay: ambiciosos sin escrúpulos en la clase media, como lo dijo Andrés Manuel, aunque también se les puede encontrar entre pobres y ricos, en distintas actividades y profesiones.
De modo que, la intención de forjar una nueva clase media ajena al materialismo y con las virtudes morales que planteó el Presidente obliga a actuar con especial cuidado y prudencia.
Pero, sobre todo, sin el más mínimo afán electoral y mucho menos, bajo el influjo del resentimiento hacia los ciudadanos que no votaron a favor de Morena en las recientes elecciones.
Aquéllos, que sus razones tuvieron para dejar de confiar en el partido en el poder como nuevo representante de las izquierdas en la Ciudad de México y optaron por apoyar a los candidatos a alcaldes de la oposición.
Lo cual, si en alguna medida pudieron haberlo hecho, quienes pudieran ser considerados como una parte de esos “ambiciosos sin escrúpulos”, la hipótesis que sustenta tal creencia es poco consistente ante la certeza de que nadie puede estar seguro de que eso sea verdad.
Y menos, si tomamos en cuenta que en aquellos lugares, tanto de la Ciudad de México, como del Estado de México y otras ciudades importantes del país donde Morena no ganó las elecciones, sería increíble que todos son integrantes de una clase media corrompida por interés insanos de posesión de bienes, sin importar cuál se su origen.
Así que más vale no incurrir en descalificar a los habitantes de este país por sus preferencias electorales, queriendo avalar la voluntad oficial expresada desde el Palacio Nacional para fomentar un cambio de actitud social que sea partidaria de la solidaridad y el apoyo mutuo, más que de un deseo desmedido de acumulación de bienes materiales.
Porque, además, justo es decir que el hecho de que haya en la clase media un sinnúmero de personas interesadas en tener una mejor condición de vida con el respaldo de bienes materiales no los hace necesariamente una caterva de ambiciosos sin escrúpulos.
Eso más bien es propio de los que con absoluta mezquindad engañan, defraudan, despojan y pisotean a cuantos encuentran a su paso y los convierten en víctimas de sus codicias y avaricias desmedidas.
Y por lo mismo, no les importa violar las leyes, corromper autoridades, repartir dádivas de sus ganancias, sobornar, manipular, fingirse promotores de la justicia y la legalidad si con ello logran amasar más poder y fortuna cada día.
Conductas, las anteriores, que de ninguna manera son privativas de la clase media, siendo que en todas las clases sociales (en sus distintas expresiones y niveles), hay ambiciosos sin escrúpulos que ciertamente es menester conminarlos a cambiar de actitud.
Aunque, justo es mencionar que para inducir una modificación de conducta social, además de que es preciso predicar con el ejemplo, desde los diversos órdenes de gobierno, nada ni nadie podría justificar la represión como instrumento de sanación conductual.
Y es que como indican ciertos tratamientos psicológicos, un enfermo de distintos trastornos de conducta (inducido sutilmente), primero que nada debe reconocerse así mismo como responsable de lo que está haciendo mal, para después perdonarse por lo que ha hecho indebidamente y entonces sí dar inicio a su reestructuración.
O sea que no puede ser con actitudes fustigadoras y sancionadoras desde el aparato público, sin la debida y necesaria concientización social, que se proceda a implantar modelos autoritarios para reprender sin la anuencia y consentimiento de los obligados a cambiar.
Por eso, entonces, no hay que satanizar a la ligera a ningún grupo social al que se pretende cambiar y menos incurriendo en abusos de poder contra los opositores electorales del gobierno tratándolos con despotismo y arbitrariedad como si fueran perseguidos sociales.