Desdeña su propia historia
Armando Ríos Ruiz lunes 21, Jun 2021Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Todo México sabe, hasta los que lo adoran, denominados chairos y autoproclamados con el título poco varonil de amlovers, que el Presidente abusa tanto del micrófono, que nutre con demasía la nota cotidiana y otorga a columnistas y analistas políticos, material de sobra para criticarlo. Diario incita al juicio en su contra. Los temas que toca son aberrantes y dan para dibujarlo como un ser poco inteligente. Soberbio. Ignorante. Necio y mucho más por el estilo.
¡Ah! Pero se queja de los medios por esa razón. Los pone como ejemplos de la peor ralea. Deja ver que quisiera decir todos los desatinos que alberga su mente torpe y que en lugar de una crítica, le lanzaran ditirambos. Lo disculparan y asumieran un papel como el de sus chairos, que se dedican a interpretarlo para decir a los demás: “lo que quiso decir…” como si quienes escriben necesitaran sus traducciones. Tan inexactas como sus propios dichos.
Se ufana de sus dislates y presume su necedad. Está seguro de que ambas fallas son atributos llenos de luz celestial. No conoce la frase profunda como perspicaz, de Abraham Lincoln: Más vale permanecer callado y que sospechen tu necedad, que hablar y quitarles toda duda de ello.
La semana pasada disparó contra la clase media. Llamó a los integrantes de ésta “aspiracionistas, egoístas, con el deseo de triunfar a toda costa”. Dijo que los que votaron en contra de Morena “fueron influenciados. Como si fuera fácil influenciar a la clase media. La más poderosa en cualquier sociedad del mundo, porque es sobre la que descansan la baja y la alta. La que es capaz de hacer todos los cambios y todas las revoluciones.
Es la que piensa para bien de los países que habitan. No la que está empecinada en hacer dinero en abundancia a costa de su propia salud, ni adormecida por no tener qué hacer para vivir de la mendicidad. Sino la que trabaja para vivir cómodamente. Es la que paga impuestos. Es la que por regla general, viene de la lucha por sobrevivir y por superarse, hasta alcanzar niveles que le permiten entregarse a una o a varias labores para vivir con decoro.
Se le olvidó que él mismo es producto del esfuerzo. Sea como sea. Sus padres no fueron reyes que le heredaron un reino. Lo incitaron a estudiar. Que haya sido pésimo estudiante no es culpa de ellos. Que haya vivido de los demás, tampoco. Eso sí, tuvo que esforzarse al realizar mítines. Al incomodar a las autoridades para lograr sus propósitos, hasta convertirse un buen día en Presidente de México. Sueño que nunca espero se hiciera realidad. Por eso hoy no sabe cómo gobernar y cree que eso estriba esencialmente en repartir dinero.
No puede aconsejar a otros mexicanos que luchan hasta de mejor manera por sus vidas y por lograr progresos para sí y para los suyos, dejar de aspirar a convertirse algún día en seres merecedores de triunfos. Para eso se esfuerzan y por más que pretenda meterles en la cabeza que se trata de un pecado capital, la razón les indica que quien está equivocado es el consejero.
El viernes intentó justificar la derrota electoral en la Ciudad de México y en el estado vecino, con el argumento de que la clase media fue manipulada por los medios. No fue manipulada por nadie. Sólo por su capacidad de darse cuenta de que el capitán de la frágil barcaza los llevaba hacia el Salto Ángel, la caída de agua más alta del mundo, que está en Canaima, Venezuela.
¿Será coincidencia o se tratará de una flecha disparada sin casualidades? El Presidente de Estados Unidos, Joe Biden afirmó el jueves pasado, que su objetivo económico principal es “reconstruir la clase media” del país a través del impulso de la creación de empleo y las ayudas públicas para superar los efectos de la pandemia. ¡Igualito que aquí!
Dijo más y de manera bastante elocuente: “Wall Street no construyó este país, lo hizo la gran clase media estadounidense. Esta vez, reconstruiremos la clase media”. “Creo que este es nuestro momento para construir una economía de abajo hacia arriba y del medio hacia afuera. No una economía hacia abajo”.