Una nueva Constitución
Armando Ríos Ruiz viernes 4, Jun 2021Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
En un par de días, buena parte de los habitantes acudirán a las urnas a dilucidar un futuro aún desconocido, pero esperanzador para quienes ven en este momento, el peor gobierno que hayamos vivido en nuestra historia, cuyo cambio de rumbo intentarán con su voto. Hasta hoy con evidentes desplantes del actual mandatario, que desea instaurar a toda costa el régimen autocrático que ha dejado avizorar durante los dos años y medio de mandato.
Durante este tiempo ha evidenciado sin recato, su talante autoritario. Su desprecio al pueblo que dice amar y del que espera cooperación como pago a sus dádivas bimestrales. Su obediencia ciega. Su desdén a las instituciones y a la Constitución del a República. A las leyes en general. Su visión del gobierno que realmente quiere implantar, obediente a otras definiciones existentes en América Latina, de sometimiento absoluto a sus gobernados.
En algunas encuestas, en las que todo mundo sabe que son pagadas, el presidente López aparece siempre arriba de 50 por ciento. En otras elaboradas por analistas políticos se vislumbra que ganará el Congreso, pero sin la mayoría necesaria para hacer las reformas que pretende, en las que están incluidos cambios como sepultar la actual Carta Magna y sustituirla por una que los obcecados cuatroteistas, los que viven en el limbo, denominan avanzada.
Se dice que ya está elaborada y que entre otros puntos en más de 200 artículos de que consta, habla de la desaparición de la propiedad privada, de la cual será dueña la nación, misma que se encargaría de dotar a los actuales propietarios de bienes inmuebles, de 40 metros cuadrados para vivir. Lo demás quedaría repartido entre las familias que designe el mandatario.
Habla también de que el territorio nacional entero pasará a formar parte del patrimonio nacional y que el gobierno de un solo hombre (obviamente, todo lo que escribo aquí está redactado con otras palabras) será el dueño absoluto. Éste será pues, propietario de vidas y haciendas. La empresa será suya y entregada a quien disponga el gobierno. Ya vimos lo buenos que son para administrar.
La educación de los hijos quedará a cargo del Estado. Como en la vieja Unión Soviética. De esto, las actuales autoridades ya habían dado señales. Ya se había dicho que los descendientes serán arrebatados a sus familias, para que el Estado se haga cargo de su educación. Todo, a pesar del rotundo fracaso de los pueblos rusos, que quisieron implantar los preceptos de un Estado concebido en la mente de un ideólogo, que no operaron en la práctica.
Esto nos lleva a pensar en la destrucción que durante años costó trabajo edificar: un Estado de Derecho con leyes que sólo hace falta hacer respetar a cabalidad. Con empresas que fueron levantadas con sudor, con esfuerzo de sus legítimos dueños. Con el trabajo agotador de millones de mexicanos que diariamente emprenden la batalla de sostener sus pequeños negocios, de los cuales se alimentan varias familias.
Esto es lo que quieren los delirantes seguidores del Presidente. Quienes no tienen un horizonte claro de las verdaderas pretensiones y que lo defienden a ultranza sin el menor razonamiento. Los que han hecho posible que hasta hoy, quien manda haya logrado avances en la destrucción del país y consecuentemente, de las normas que rigen a los mexicanos. Una venta de conciencias y de libertades, a cambio de unos pesos cada bimestre, que, por si fuera poco, de por sí son suyos.
De no lograrse el cambio, en un universo de 90 millones de votantes, apenas 30 millones lograrán llevar al precipicio a los 60 millones restantes, más a los otros 40 millones que aún no votan, para hacer un total de 100 millones, cuyo destino lograrán cambiar unos cuantos. Porque son unos cuantos. Desgraciadamente, México es un país en el que muchos habitantes han mostrado su indolencia histórica y sin inmutarse, declaran que no les importa cómo se gobierna ni lo que pasa en el país. Esto también se refleja en las urnas.











