Falso bienestar
Freddy Sánchez jueves 3, Jun 2021Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Primera suposición: los distintos apoyos institucionales que recibe setenta por ciento de la población en México (adscrita a los programas sociales del gobierno), proporcionan el estado de bienestar que por muchos años no tuvieron los beneficiarios.
Segunda suposición: el treinta por ciento de la población mexicana que no tiene apoyo oficial prioritario (estando “primero los pobres” en los planes de ayuda), justifica la teoría de que este sector social cuenta con lo indispensable para disfrutar de un satisfactorio estado de bienestar.
Dos supuestos, que no son acordes a la realidad que viven y necesitan vivir quienes han sido incorporados a los programas gubernamentales de carácter social y los que no obtienen los beneficios institucionales administrados por el gobierno.
Cierto es, que un alto número de los protegidos del gobierno se muestran más que satisfechos por los apoyos que reciben, puesto que anteriormente nadie les daba nada o el apoyo era menor al que en la actualidad les suministra el gobierno federal.
Sucede pues, algo parecido a lo que representa para los chinos saberse en condiciones de tener algo que comer, cuando que en tiempos pasados ni siquiera comían lo mínimo indispensable sufriendo condiciones de una pobreza que atenta contra la salud de los afectados por ese mal fario de la hambruna que se observa en diversas partes del mundo.
Y dado que en China, su tránsito del comunismo al capitalismo dio origen al surgimiento de grandes fortunas, acaparadas como sucede mundialmente en pocas manos, a pesar de ello para los beneficiarios de un salario pobre que les facilita medio comer, significa una mejoría notable en sus condiciones de vida.
Es de suponer incluso que de acuerdo con ciertas valoraciones de los índices de bienestar colectivo, habrá quien no dude en calificar lo que sucede con los chinos (antes sin opción de alimentarse y ahora con acceso a un poco de alimento), como un gran ascenso en su estado de bienestar.
Que lo será de algún modo, pero más que lejos de lograr la cobertura mínima de bienes y servicios en favor de un sector de la población para poder afirmar que su bienestar realmente se ha garantizado muy por encima del amparo que antaño no tenían.
Y con toda proporción guardada, algo por el estilo se podría decir que ha venido ocurriendo en nuestro país, desde hace décadas y varios sexenios gubernamentales con opciones institucionales de apoyo para la gente, que aligeran la pesadumbre social de vivir con múltiples carencias, pero no son el equivalente a elevar a una óptima condición de bienestar el estilo de vida de los que son catalogados como los que menos tienen y entre ellos los más pobres de los pobres.
Justo por eso, es preciso manifestar que los programas sociales instrumentados en el pasado y los actuales, independientemente de su cuantía y capacidad de distribución colectiva, no pueden ser objeto de menosprecio, a pesar de las deficiencias en su administración y distribución.
Los programas sociales pues, necesariamente hay que mantenerlos y ampliarlos cuanto sea posible porque contribuyen a dar una mejor condición de vida a sus beneficiarios, aunque tampoco se puede afirmar que eso basta para lograr algún día el bienestar que les hace falta a los habitantes del país que reciben apoyos institucionales, a manera de disminuir sus carencias sin resolverlas, sino simple y llanamente para hacerlas menos terribles.
De modo, que ese setenta por ciento de la población que recibe ayuda oficial, necesita mucho más que únicamente algo de alivio a sus carencias, si es que en verdad se quiere elevar algún día su estado de bienestar.
Y los mismo se puede decir de ese otro treinta por ciento de habitantes de este país, que sufren de discriminación al no contar con apoyos oficiales que igual les servirían para mejorar sus condiciones de vida, porque a excepción de los muy ricos en realidad lo que tienen es un exiguo o falso bienestar.