Ultimate failure
Opinión miércoles 2, Jun 2021Filosofía Millennial
H. R. Aquino Cruz
- La propuesta y la altísima calidad cómica-dramática de “Master of None” les bastaron sólo 20 episodios para explorar temas tan diversos
Con un sorprendente, atinado, ágil y prudentísimo tacto, una envolvente narrativa y un fino ojo cinematográfico cargado de sutiles herencias del realismo italiano; al fulgor, la propuesta y la altísima calidad cómica-dramática de Master of None les bastaron sólo 20 episodios para explorar temas tan diversos como la percepción femenina, la paternidad, el racismo, el ser descendiente de inmigrantes en un nuevo país, las citas como un joven adulto en una gran ciudad, el revelar las propias preferencias sexuales a una familia que se opone a ellas, la experiencia del sexo y el amor para una persona con discapacidad auditiva y, en una expresión sintetizadora: la vida del adulto neoyorkino contemporáneo.
Así, entre 2015 y 2017 tuvieron lugar las dos primeras temporadas de una de las primeras grandes series originales de Netflix en rodearse de galardones y ser ampliamente aclamada por la crítica especializada que, entonces, contra todos los pronósticos, decidió parar de tajo bajo la convicción de su co-creador y protagonista, el comediante Aziz Ansari: “tengo que convertirme en un tipo distinto antes de escribir una tercera temporada […] no tengo nada más que decir acerca de ser un joven soltero en Nueva York […]”.
A Ansari, ferviente impulsor del movimiento Time’s Up, el cambio le vendría de una manera inesperada en 2018 tras una polémica derivada de una acusación por conductas sexuales indebidas justo en el brote del, por entonces nuevo, movimiento Me Too. El evento, para la opinión pública, caería dentro de una compleja área gris que, finalmente, llevaría al cómico a retirarse de los escenarios como stand-upero y dejar su carrera como guionista y director en pausa por algún tiempo pero que, del mismo modo, le permitiría volver algunos años después con una tercer temporada de su aclamado y rico show de TV.
De esta manera, el concepto co-creado por Ansari y el director, escritor y productor Alan Yang vuelve este 2021 con una nueva historia contenida en sí misma que prescinde de la presencia más que mínima de Dev, el personaje del comediante, y que, por el contrario, trae al frente a uno de los personajes recurrentes más intrigantes y carismáticos del programa: Denise, interpretada por Lena Waithe.
Bajo el subtítulo Moments in Love, los nuevos cinco capítulos del show, dirigidos por Aziz y co-escritos por la propia Waithe, exploran la vida matrimonial de Denise y su esposa Alicia; en particular, su renovada y conflictiva pero amorosa dinámica sacudida por el deseo de Alicia de convertirse en madre y por los obstáculos prácticos, personales y emocionales que la pareja homoparental deberá enfrentar para llevar a cada una de sus integrantes por el camino genuino y más sincero de sus propias búsquedas individuales.
Una historia íntima desde el radio cuadrado de su toma, misma que constriñe la experiencia del espectador a un espacio y tiempo puntuales, específicos. Íntima por el modo en que se desarrolla apartada de cualquier gran ciudad, de grandes contextos, de grandes estridencias, de grandes elencos. Íntima por su franqueza y por su realismo fílmico centrado en los dramas personales de sus dos protagonistas. Íntima por trágica, romántica, cómica y sincera.
Una historia de fracasos, de prosperidades postergadas, de reconciliaciones imaginarias (o quizá reales). Una historia de aprendizajes, de maduración, de adultez joven. Una historia de pérdidas, de feminidad encontrada, de modelos de feminidad. Una historia de desencuentro amoroso pero de perpetuidad afectiva.
La historia del ultimate failure (i.e., el mayor de los fracasos) de un matrimonio gay que descubre, andando su camino, las distancias entre dos mujeres que se aman, que se nutren mutuamente y que se complementan pero que, del mismo modo, se alejan en planes, convicciones, intereses, búsquedas y metas.
La historia de un amor genuino, perdurable y significativo que, como tal, no desaparece en el desencuentro o la separación sino que sólo se transforma en nuevas vidas, nuevas esperanzas, lecciones aprendidas y avance personal anticlimático. Se transforma, como todo buen fracaso, en el principio de otro concepto de prosperidad y de felicidad. En un nuevo camino a emprender, en un nuevo reto; pero, sobre todo, se convierte en un nuevo modo de amar.
Un amar desde la nostalgia. Un amar desde la no-necesidad de la presencia. Un amar desde el recuerdo que no sólo es memoria sino que es constitución personal. Que no sólo se rememora sino que es recuerdo que se es, recuerdo que se vive. Recuerdo asimilado a la propia identidad y volcado en los nuevos planes que deparará el futuro.
Y es justo en ese sentido en el que esta tercera temporada redondea el camino de una serie introspectiva, reflexiva, observadora e intrigante como Master of None: la comprensión de que la madurez, la adultez joven, es otro nombre para la asimilación constructiva del fracaso. Del fracaso inevitable, del error imborrable. Del fracaso inevitable, sí, pero no imprevisible. Inevitable, sí, pero no inesperado. Inevitable, sí, pero sólo desmoralizante si se le permite serlo. Del error imborrable, sí, pero no recurrente. Imborrable, sí, pero no determinante. Imborrable, sí, pero no insuperable. Porque eso es ser un adulto joven en una gran ciudad del siglo XXI: saberse falible y vulnerable. Saberse marcado por los propios amores irrenunciables y las propias decisiones indelebles. Saberse el cúmulo de una serie de eventos que se es, se está siendo y se ha sido. Saberse humano.
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