La catástrofe que se avecina
Francisco Rodríguez jueves 27, May 2021Índice político
Francisco Rodríguez
¿Se imagina usted el desastre que hubiera causado el régimen actual si se llegara a enfrentar, como en el pasado se hizo, contra la erradicación del paludismo, la tuberculosis, la gripe española, el AH1N1, la viruela, la tosferina, el sarampión, las amenazas fitosanitarias y ganaderas, los terremotos o cualquier eventualidad que fue vencida en tiempo y forma?
Muchos analistas opinan que en lugar de haber aplicado las vacunas y las medidas de precaución, reconstrucción y erradicación, optaría por los amuletos y escapularios de sacristía, más los rezos e invocaciones salvíficas, lo mismo que contra la criminalidad del narcotráfico. Que le hubiera bastado con el “fuchi guácala” o con los “abrazos en vez de balazos”. Fracasos. Como los de ahora.
Con un aparato burocrático menos sofisticado, recursos económicos escasos, préstamos internacionales atados y con más disciplina y coraje, los regímenes anteriores resolvieron esos intríngulis sin recurrir más que a la disciplina, al trabajo profundo y al pundonor hoy extraviado.
Nunca hubo desplantes ni lugar para fantasmones ridículos como simulacros, amenazas contra los corruptos, una industria que produce montañas de noticias falsas para encubrir y desviar caprichos y berrinches surgidos de la incapacidad y de los errores crasos que ahora campean en toda la comarca.
Sin pelmazos como Cuitláhuac, Cuauhtémoc, Rutilio, Barbosa…
Aquellos gobiernos tenían más de prácticos y disciplinados que de corruptos. Y eso es mucho decir. Sí había dispendio y robo, pero los recursos mal habidos eran invertidos por los rateros en industrias nacionales y se salpicaba hacia todos lados, no como ahora que las puñaladas se las da un grupo selecto de ignorantes y ambiciosos. Los capitanes de los negocios operaban al margen del gobierno, no como ahora, desde adentro.
En los cuadros burocráticos del pasado había personal de emergencias sanitarias y clínicas, técnicos y profesionales de alto octanaje, de gran nivel académico y cultural. En sus tesorerías y en el manejo de los recursos y de las logísticas de previsión del conflicto no había lugar para improvisados ni para hechizos de tres al cuarto.
Al frente de las gubernaturas era difícil encontrar pelmazos del nivel de Cuitláhuac, Cuauhtémoc, Rutilio, Barbosa, Adán Augusto y demás yerbas. En sus brigadas asistenciales se demostraba una marcialidad cívica, desprendimiento de obsesiones y medallas, la entrega a las causas de la República. Hoy todo es fanfarronería e impostura. Desconcierto y lucimiento estulto.
La catástrofe que se avecina, predecible. Casi casi el apocalipsis
Por eso el desenlace funesto de la pandemia, algo que desde el inicio debió ser tratado como una emergencia nacional, no desplazando por principio de cuentas al Consejo de Salubridad General, la instancia constitucional, con la intención de concentrar los negocios y las mermas de las maletas en el tlatoani de Palacio.
La catástrofe que se avecina es predecible: otra vez hospitales cerrados por legiones de moribundos, quiebra general y cierre de negocios, especulación indeseable de tanques de oxígeno, largas filas de entrada de carrozas fúnebres a los escasos crematorios, carestía, escasez de alimentos, hambruna, muerte, violencia y contagios por todos lados, cadáveres en las calles, algo muy cercano al apocalipsis.
Todos robaron, pero no sacrificaron al país entero, como hoy
Pero cuando la partera es mala le echa la culpa a… la luna. Las condiciones geológicas del país siempre han sido escenario de desastres naturales. México es, junto con Nepal, Bután y Suiza, la cuarta geografía más accidentada del planeta. Siempre ha sido así y nunca nos habíamos visto tan indefensos, tan necesitados de un aparato público serio y profesional.
Los gigantescos terremotos y sus secuelas destructivas en bienes humanos y materiales fueron enfrentados con éxito cívico. Las epidemias virulentas de los niños mexicanos afectados por todas las plagas anatómicas fueron resueltas sin mayores osos. Las reubicaciones de cientos de miles de campesinos afectados por la construcción de enormes presas hidráulicas se hicieron con pudor y decoro.
Hasta la campaña contra la fantasiosa fiebre aftosa, que exterminó en las fosas rancheras a cientos de miles de ejemplares descendientes del ganado indobrasileño, fue llevada a cabo con mucha corrupción y salvajismo innecesario, pero se resolvió al fin y al cabo para seguir engranados al mercado mundial de la carne vacuna. Cosas de la dependencia económica y agropecuaria.
Praxedis Balboa, el gobernador de Tamaulipas, más Manuel Jiménez Sanpedro, alcalde de Tampico, se hicieron de mulas, pero la población esquivó el ciclón Janet en 1955 y el desastre mayúsculo que amenazaba con no dejar piedra sobre piedra. Todos robaron, pero no sacrificaron al país entero, como hoy que lo hacen sin resolver absolutamente nada.
Se invoca desde las “mañaneras” a los hados favoritos del maligno
Y todo eso se hizo, repito, sin recurrir al pensamiento salvaje o semi mágico que invoca desde las “mañaneras” a los hados y santos favoritos del maligno. Todo, sin causar el mayor desastre económico y humano del que se tenga memoria en este país, ocurrido desde antes de iniciar siquiera el intento de afrontar con algún sentido social el dichoso coronavirus.
La cuarta geografía más topográficamente quebrada del planeta, la mexicana, ha sido puesta a buen resguardo en el pasado, sin exigir reelecciones ñoñas ni cultos a las personitas menores. Sin hacer escándalo, ni reclamar honras inmerecidas, sin tropezar en todos los procedimientos de dizque salvación nacional.
Nunca, jamás a ningún Presidente que tuvo que enfrentarse a lo impredecible y resolver esos grandes retos, le llamamos estadista a propósito de nada. Nadie se atrevió a pedir la reelección por solucionarlos. Nadie tuvo la mente tan fuera de lugar para exigir recompensas de esa envergadura y atrevimiento.
Todos los gobiernos del pasado tuvieron el equipamiento, sacado de fuerzas de flaqueza, para hacer frente a lo inevitable y lograr el éxito consecuente. Lo único que ha hecho la Cuarta Corrupción es causar lástima propia y ajena en todos los intentos vacuos para crear un solo empleo o hacer una sola obra en todo el ámbito de la accidentada geografía nacional.
La ética era juzgada por los resultados, no por panfletos hipócritas
Era una sociedad política de hombres cabales. El chillón era mal visto y repudiado. Todos se hacían responsables de lo sucedido en su período. No había ni por qué ni a quién echarle la culpa de lo que se juraba ante el pueblo defender hasta con la vida. No había mariquitas sin calzones, pues.
Había en el gobierno y en la sociedad un código de honor. El delator e infidente, el deslenguado artero cavaba su propio destino en el panteón político. La ética era juzgada por los resultados, no diseñada por panfletos hipócritas. El pueblo sabía quién merecía su aplauso y quién había deshonrado su memoria.
Hoy, hasta las puestas en escena más chafas de la tele para jodidos tienen mejor montaje, libreto, reparto y actuación que esas corrientadas de simulacros de rifas, salvamentos y vacunas inexistentes. La retórica grandilocuente del sistema institucional se convirtió en frases de brinquito, las ceremonias cívicas, en rituales de caporal jodido.
Ante el pasmo y la inutilidad sólo se alcanza a percibir el boato palaciego. Fotografías ridículas de personajes cariacontecidos por la fortuna, vestidos con pantalones y sacos raídos y blusas de posesos. ¿Qué les afectaría más ver en su adolescencia, la vida de Los Locos Adams o el chocolatote de Cachirulo?
Gimotean y se victimizan ante el electorado con propaganda violenta
El régimen, el gobierno y el diseño institucional están destruidos y sus antecedentes se hayan perdidos en la noche de los tiempos, sepultados por una catarata demagógica e insulsa.
Y, aunque no se pueda creer, todavía gimotean y se victimizan ante el electorado con propaganda violenta y criminal, porque las pocas fuerzas políticas que quedan en el cotarro se unen para poner un freno al saqueo, la ignorancia y los abusos. Se oponen a la restauración de lo sensato.
La Quinta Corrupción llegará sólo cuando a una rana le salgan pelos.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Promesas previas a las elecciones: El presidente Andrés Manuel López Obrador dijo durante una de sus conferencias mañaneras que espera que para octubre toda la población tenga por lo menos la primera dosis de la vacuna contra Covid-19, antes de que empiece el invierno. “Vamos a procurar para octubre que se tenga todo (las dos dosis), pero mínimo una dosis (…) ese es el plan”, dijo. ¿Usted le cree a AMLO? ¡Yo tampoco!, como se dijo en su momento de aquel otro tabasqueño.
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