Fanfarrones electorales
Freddy Sánchez jueves 29, Abr 2021Precios y desprecios
Freddy Sánchez
El pueblo bueno y sabio ya habló y dijo que a la 4 T no la para nada ni nadie.
Eso dicen algunos ufanos morenistas, como antaño decían algo parecido los empoderados en áreas de gobierno puestos ahí por el PRI, PAN y PRD.
Pero que nadie se equivoque, porque unos y otros, no son iguales.
En todo caso suelen incurrir en idénticas actitudes de sobre estimación de sus merecimientos, a causa de los típicos “mareos” que suele provocar el ejercicio del poder.
La cuestión es que, salvo el priismo que durante casi setenta años fue “amo y señor de la voluntad” electoral en México (seduciendo, conquistando, comprando, intimidando, engatusando, defraudando, escamoteando o menospreciando a los electores y sus opositores), podría vanagloriarse de su larga trayectoria en el máximo poder nacional, ningún otro partido, actualmente (y el PRI, menos que ninguno), tiene cómo poder alardear de lo mismo.
Y por lo tanto, pecarían de soberbia los dirigentes de cualquier partido político atreviéndose a manifestar que tienen garantizada su permanencia en el poder por aclamación de las masas que “arderán en deseos” de seguir viendo a sus abanderados en la mayoría de los puestos de poder durante varios sexenios y generaciones.
En ese sentido, puede afirmarse que, justamente, lo que le pasó a Morena y a sus opositores electorales (prácticamente aniquilados) en las elecciones presidenciales recientes, acredita sobradamente lo sorpresivo que puede ser un inesperado vuelco electoral, dándole casi todo a los “desposeídos” y despojando de su poder a los poderosos.
Como en aquella película que se intitula De mendigo a millonario.
Y en la que se suscitó una trasformación similar a lo que se pudo observar con asombro cuando no sólo Andrés Manuel llegó a la Presidencia con un apoyo popular pocas veces visto, sino que encaramados en esa gran ola de cambio, los militantes de su partido lograron obtener el gran poder que detentan y que difícilmente algunos de los “agraciados” quizás pudo llegar a imaginarse que tendría, incluso en sus sueños de grandeza más encantadores. Esos que, virtualmente, se hicieron una realidad inimaginable.
La cual, lógicamente, no debería privar de un buen juicio a los triunfadores, considerando que en los tiempos actuales, los electores tienen poca paciencia, a diferencia de los padres, abuelos y bisabuelos que por años y años se mantuvieron leales al PRI, magnificando sus cualidades, a cambio de algunos beneficios económicos personales, ciertas obras de gran envergadura y dosificados apoyos a diversos grupos sociales, organizaciones obreras, campesinas y del sector popular.
Algo semejante pues, a lo que la presente administración ha dado a veinticinco millones de personas beneficiarias de sus programas sociales.
Y es que no cabe duda que los gobiernos que se muestran dispuestos a destinar una buena cantidad de recursos públicos a los que menos tienen, invariablemente son merecedores de reciprocidad electoral.
Hasta que lo que se recibe no justifica lo que se padece.
Corrupción, injusticias, crímenes cada vez más brutales, demagogia institucional respecto a la búsqueda de soluciones duraderas y de fondo en beneficio de la colectividad, más cuentos que realidades sobre un mejoramiento en las condiciones de vida en general y tantas otras mentiras que los integrantes de la sociedad terminan por descubrir y eso los anima a buscar nuevos horizontes electorales.
Lo que ha venido sucediendo en los últimos sexenios en el país, a consecuencia del hartazgo social con los falsos estados de bienestar y por lo mismo será la realidad del seis de junio la que revele el estado de ánimo de la gente más allá de lo que digan los fanfarrones electorales.